En
este juego en el que cada vez las apuestas son más altas, de momento las
cabezas de los diplomáticos rusos caen sin contemplaciones y se ven obligadas a
volver al Moscú de sus amores tras ser expulsados de consulados y embajadas.
¿Cuánta gente trabaja para una legación diplomática? Asombran las cifras de
personal que se manejan, aunque a buen seguro sólo algunos serán empleados
directos, mientras que otros tendrán “relación” con ellos, sea eso lo que sea. EEUU,
Canadá y 14 países europeos se han coordinado para dar una respuesta conjunta
expulsando a miembros de la diplomacia, directa o “relacionada” como
respuesta al envenenamiento del exespía Skripal en Reino Unido. España, que en
estas cosas pinta muy poco, ha decidido enviar a dos rusos a casa, justo ahora
que el invierno parece tocar a su fin.
Mucho
se habla de la vuelta de la guerra fría, pero creo que estamos ante un
escenario bastante distinto al que se vivió durante varias (y muy peligrosas)
décadas del pasado siglo XX. Empezando por el principio, no, no estamos ante
otra situación similar, aunque no tengo nada claro ante lo que nos enfrentamos,
y es que las características básicas de la guerra fría del pasado no se dan
ahora, y eso invalida el modelo. ¿Y cuáles eran? Principalmente dos. Una era el
enfrentamiento entre dos bloques ideológicos, dos visiones contrapuestas del
mundo, que enarbolaban cada una la bandera de la superioridad tecnológica,
militar, social, política, cultural… el ámbito que ustedes quieran estaba
polarizado entre capitalistas y comunistas, y cada uno se lo disputaba al otro.
Y hoy esa dicotomía no existe, dado que el capitalismo, de diversas formas y
variantes, ha triunfado en todo el mundo, y no existe una ideología o
cosmovisión alternativa. La otra característica, muy importante, es que el
enfrentamiento se daba entre dos grandes naciones, EEUU y la URSS, que estaban
muy lejos de las demás en todos los sentidos. Eran las más poderosas en lo
económico, en lo militar, en sus ambiciones globales, en el desarrollo y uso de
la tecnología. Era un mundo bipolar con dos grandes polos bien definidos y un
conjunto de naciones que, seamos honestos, pesaban muy poco. Cada una de ellas
tenía socios y aliados, que eran poco más que compañía decorativa (impuesta en
el caso de los países del este de Europa, ocupados por la URSS) y el resto de
naciones del mundo no pintaban nada. Eso hoy en día tampoco se da. EEUU sigue
siendo el primer país del mundo en muchas variables, económicas, políticas y de
poder, pero su ventaja respecto a los demás ya no es tan amplia, y desde luego
la segunda nación, que aspira a hacerle sombra, no es Rusia, sino China, que en
algunos aspectos ha superado al gigante norteamericano y empieza a aspirar a un
trono global. Y sobre todo, tenemos desorden, un batiburrillo de grandes
naciones que actúan un poco a su libre albedrío en las áreas de influencia
local en las que se mueven y que no siguen dictados de ninguna superpotencia. En
este caos en el que vivimos la confrontación de bloques no sólo suena añeja,
sino de una simpleza angelical. Era fácil entonces adoptar posturas ante casi
todo lo que sucedía, dado que uno era de los suyos o de los otros, y así se justificaban
acciones de todo tipo, muchas de ellas indecentes, por el mero hecho de quién
las ejecutase. Eso a posteriori ha arruinado la imagen de muchos que entonces
se consideraron intelectuales de relumbrón (ay ay, ay Sartre y otros tantos) y
nos deja ahora ante una realidad mucho más compleja, gris y difícil tanto de
modelar como interpretar. Los frentes ahora son el de la información frente a
las noticias falsas y los bulos, la libertad frente al autoritarismo, la
privacidad frente al abuso de los que recolectan nuestros datos, las ideologías
tradicionales frente al populismo, globalización frente a nacionalismo, etc.
En
este tablero global Rusia juega un papel muy importante, sí, pero también
decadente. Su economía, demasiado dependiente de los recursos naturales, no
innova y pierde mercados a marchas forzadas, su población decrece y la imagen
global del país es mala. Su gobierno, con el eterno Putin al frente, vende un
discurso de poder duro de cara al interior para mantener erguido el espíritu
nacional pero carece de fuerza para imponerse, y sólo en Siria o lugares
devastados puede actuar con impunidad. Significa esto que Rusia no es
peligrosa? No, y menos para Europa, la eterna vecina, pero la capacidad rusa de
desestabilización no es lo que era. Lo que sí parece claro es que el
enfriamiento de las relaciones con el Kremlin puede traernos costes a todos, y
eso no será bueno. ¿Boicoteará algún país el próximo mundial de fútbol? Ay,
cuánto lo dudo.
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