viernes, marzo 16, 2018

Hawking y Patricia, ejemplos de fortaleza y vida

Esta semana que acaba está siendo dura. La el tiempo sigue plomizo, gris y lluvioso, con un frío que no cesa, que es necesario pero aletarga el espíritu, y la actualidad ha tenido como un doble foco, centrado en las muertes del niño Gabriel y el físico Stephen Hawking. Ambas tan distintas que apenas es posible encontrar conexiones. Una fruto de un asesinato, motivado seguramente por los celos, y otra, natural, tras una vida extraordinariamente larga para un enfermo de ELA, tanto que los expertos llevaban años, décadas si me apuran, asombrados por la inexplicable supervivencia del genio de Cambridge. Si existe cielo, en el concepto religioso en el que se utiliza ese término, ambos merecen estar en él.

Pero sí encuentro un nexo entre esos dos casos, y que nos puede enseñar mucho a todos, empezando por el que esto escribe. La unión viene del comportamiento de Patricia Ramírez, la madre de Gabriel, y del propio Hawking. Distintas, opuestas casi, pero inimaginables, han sido las experiencias de ambos. Sometidos a los avatares de la vida, ésta decidió ponerse en contra de ellos y someterles a una tortura inconmensurable, eterna, incapacitante. Hawking, con 22 años, recibió uno de los diagnósticos más crueles que existen, que condena a una muerte segura o, en su defecto, a una incapacitación tan absoluta como frustrante. En la juventud de la vida, se le arrebató el derecho al futuro. A Patricia, en poco más de una semana, la vida en forma de bruja ha arrebatado a su hijo, generando un drama que, quizás, sólo las madres pueden entender, y dejando su existencia, para siempre, marcada por este hecho. Quizás, siendo retorcidos, y pensándolo con tiempo, podríamos imaginar torturas más dolorosas y lesivas para ellos, o para cualquier otra persona, pero ambos casos me parecen extremos en lo que al sufrimiento humano. ¿Cuál hubiera sido nuestra reacción ante noticias como estás que, en vez de verlas por televisión, nos afectaran en persona? Cada uno puede hacer un pequeño examen interior de cómo cree que reaccionaría si el médico le diagnostica una enfermedad así, o se pone en la tesitura de ver asesinado al ser cercano más querido. Probablemente sea un ejercicio inútil, porque no somos capaces de, realmente, ponernos en el papel del otro ante una conmoción así. Pero es casi seguro que el terror y la angustia fueran las emociones dominantes. Nos derrumbaríamos, nos sentiríamos injustamente maltratados y reaccionaríamos de manera visceral, con odio, con venganza hacia lo que fuera, para tratar de vencer ese miedo que nos paralizaría. La depresión, el suicidio, el oscurecimiento, serían sin duda pensamientos que pasarían por nuestra mente, en una sucesión similar a las nubes negras que cubren ahora el cielo de Madrid, y la luz de la vida ya no las traspasaría. Pues bien, resulta que Hawking y Patricia han actuado de una manera totalmente opuesta y, a la vez, luminosa. Stepehen, cuando se enteró del diagnóstico, se sintió derrotado, y durante un breve tiempo se dedicó a la juerga desatada por si sus días se acababan, pero luego se convenció de que sólo podía luchar, que no debía dejar escapar la vida, la única que tenía, la única que tenemos, hasta que esta se fuera. Cuantas más limitaciones tenía su día a día, con más empeño trataba de vencerlas, y con más éxito lo lograba. Acompañado de su mujer y familia, cada vez más dependiente de ellos, Hawking se fue convirtiendo en un referente de la lucha contra la discapacidad. Su fama le ayudó a conseguir recursos con los que pagar medios y tecnología, sí, pero fue su voluntad la que hizo posible todo. Usted no se, pero yo creo que me hubiera derrumbado y, probablemente, no pasaría de la veintena en su caso.


Patricia, con su comportamiento, declaraciones y actitud, nos ha dado una lección a todos. A los pocos días de saberse el desenlace fatal de Gabriel, con una sociedad lanzada al morbo y el linchamiento, con unas redes sociales que vomitaban sin cesar y unos medios que, en gran parte, han exprimido la carnaza hasta el hartazgo, salió Patricia en algunas radios para dar un mensaje de cariño, de agradecimiento a los que la han apoyado, de amor hacia su hijo y marido. Y una constante petición a particulares, medios y sociedad, para que nos comportemos como seres humanos. Como señaló un articulista, Patricia nos puso a todos un espejo en el que pudimos ver reflejadas nuestras vilezas. Su coraje ha sido enorme, su talla humana, mucho mayor. La ejemplaridad de su comportamiento permanecerá para siempre. Y de ella, todos, tenemos mucho, mucho que aprender.

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