Intento,
al principio del año, ver la mayor parte de las películas nominadas a mejor
cinta en los Oscar, no tanto para hacer una porra, en las que suelo fallar
estrepitosamente, como para disfrutar viéndolas y comprobar hasta qué punto mi
juicio coincide con el de la academia norteamericana. Este año no he visto
alguna de las nominadas, como “Lady Bird” o “Call me by your name” y vi dos que
esperaba fueran muy premiadas pero que no se han llevado nada, como “Molly
Brown” o “Los papeles del Pentágono” que me gustaron mucho y las recomiendo
plenamente. Sí tenía vistas las tres más nominadas: “Dunquerke”, “Tres anuncios
en las afueras” y “la forma del agua”.
Ha
sido Guillermo del Toro con esta última el que se ha llevado el gato a su
querida agua, alzándose con los premios de mejor película y director. Tres
anuncios ha conseguido dos grandes premios de actores, mejor actriz y mejor
actor secundario, y Dunquerke se ha llevado tres premios técnicos al sonido y
nada más. Las tres películas me han gustado mucho, pese a ser muy distintas.
Una de ellas relata, de manera muy original, un suceso real acaecido en la II
Guerra Mundial, otra realiza una reflexión social en base a un suceso ficticio
en una pequeña localidad de EEUU, y la ganadora es un cuento en el que el amor
y la estética logran vencer a la maldad. Es esta última la película que se sale
del tono social o realista de las otras dos y, por ello, exige ser vista con
otros ojos. Con toques de “Amelie” y “Delicatessen” del Toro vuelve a su
universo de seres limpios, puros, no contaminados, que se dejan llevar por sus
instintos en medio de mundos grises y anodinos. Ha tenido la película algunas
denuncias de plagio que no le han restado opciones ni premios, pero la historia
que cuenta no es tanto valiosa por ella misma (hemos visto muchas veces el
cuento de la bella y la bestia) sino por el cómo, por la atmósfera de
irrealidad y ficción que del Toro logra impregnar. Si a alguien hubiera de ser
denunciado por esta obra sería el propio del Toro, porque bebe de sus fuentes,
y en cintas como “Hellboy” o, especialmente, “El laberinto del fauno” se
encuentran las claves que dan lugar a una obra tan redonda como esta que, eso
sí, debe verse con la idea de que vamos a asistir a un cuento. Sino, la
impresión puede ser errónea. Las otras dos cintas, que también me han
encantado, son muy distintas a la obra de del Toro y, pese a sus diferencias,
comparten la característica de atrapar al espectador y golpearlo con saña.
Poseen también trucos de guion y rodaje que las hacen muy atractivas, aunque
hayan recibido críticas precisamente por ello, y también se caracterizan por no
ser las esperables historias de guerra o venganza a las que uno está
acostumbrado. Recurren a una interpretación psicológica de los conflictos, que
no ocultan, y transmiten toda la crudeza de un bombardeo o de una madre herida
en lo más profundo de una forma distinta a lo visto hasta ahora. De todas las
personas que conozco que las han visto, no tantas con “Dunquerke” muchas más
con “Tres anuncios” el juicio es claramente favorable, y cualquiera de ellas
podría ser merecedora del premio a mejor película. Contienen además
interpretaciones muy notables, de un reparto muy desconocido en el caso de
Nollan, y otro más prestigioso en el de los anuncios, que otorgan verosimilitud
a la historia, que vuelve a ser el centro de la película. En ningún caso la
ambientación, los efectos especiales o el despliegue de medios, apabullante en
las playas francesas, suponen un estorbo y son solamente el necesario relleno
para que la historia se desarrolle.
Hecho
curioso de estos Oscar, o más bien de los últimos años. Tres directores
mejicanos se han llevado casi todos los premios a mejor película. Alfonso
Cuarón con “Gravity” Alejandro González Iñárritu con “Birdman” y “El Renacido”
y Guillermo del Toro con “La forma del agua” han logrado algo que no creo que
se haya producido nunca con directores extranjeros en Hollywood (quizás sí,
hablo de memoria y no soy experto) y justo cuando la embestida de Trump, su
ceguera y su muro, no hacen sino enturbiar las relaciones de EEUU con su vecino
del sur. Estos galardones reconocen a artistas, creadores, intérpretes y
figuras de un arte que no conoce fronteras, sólo la calidad y originalidad de
quienes a él se dedican. Unos premios, supongo, que no le habrán gustado mucho
al inquilino de la Casa Blanca.
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