El
gran problema que tienen muchas series de televisión y películas es que la
realidad las supera con una facilidad pasmosa. ¿Merece la pena pagar
suscripciones a canales de pago que dan una oferta de ocio que no es capaz de
competir con la realidad?. Black Mirror es una de esas series, anticipatoria,
que corre el riesgo de envejecer prematuramente y muy mal. Christopher Wylie,
uno de los responsables y cerebro de Cambridge Analytica parece un personaje
sacado del guion de esa serie, por su aspecto, sus convicciones y, sobre todo,
por su relato. Lean
su entrevista, se la recomiendo, encarecidamente. Ofrece una versión del
mundo en el que vivimos que es algo distinta a la realidad que creemos
percibir, y resulta más o menos siniestra según lo que valoremos conceptos como
privacidad, verdad, criterio, libertad, etc.
Afirma
Wylie que el Brexit no habría tenido lugar sin la labor encubierta de Cambridge
Analytica, con la siembra de noticias falsas en los perfiles de Facebbok y el
sesgo introducido en numerosos votantes. Es una afirmación arriesgada, y casi
imposible de probar dado que lo pasado pasado está y es muy difícil determinar
si realmente hubo movimientos de votos a causa de su labor. Hay varios
analistas, con Kiko Llaneras a la cabeza, que ayer mismo rebajaban la
importancia de estas declaraciones y lo consideraban más como una estrategia
para defenderse y de vender las bondades de su negocio que como una posibilidad
real. Llaneras usaba precisamente el que, visto desde fuera, parece el mejor
argumento para defender la teoría de Wylie, y es que el Brexit se ganó por la
mínima, por un muy pequeño puñado de votos. Todo tuvo influencia y condicionó
hasta el último sufragio, y cuando eso es así nada resulta determinante,
argumenta Llaneras, que de esto de elecciones y demoscopia sabe una barbaridad.
El contrario también puede utilizarse, y es que si el resultado es tan ajustado
el valor marginal de los posibles votos alterados por la manipulación de los
perfiles de Facebook es muy alto, y no ha sido determinante pero sí muy
necesario en conjunto con todo lo demás. Cada patita hace avanzar al ciempiés,
y ninguna puede presumir de ser la que le mueve, pero sin todas ellas no
caminaría nada. Lo cierto es que las declaraciones de Wylie explicitan algo que
todos sabíamos, que es la dimensión de la manipulación informativa que nos
rodea y, sobre todo, la explotación de los sesgos que han convertido a muchas
redes sociales en guetos en los que los individuos sólo comparten información
de aquello que les agrada personal o políticamente. La red iba a permitir
compartir ideas pero ha acabado fragmentándolas aún más, creando comunidades de
seguidores acérrimos de una determinada ideología que se retroalimentan de
prejuicios y consignas para hacer más altas y fuertes las murallas de su
castillo. Pada en España y fuera, es un hecho que se repite y acentúa cada vez
más. Y en este campo de minas, de trincheras virtuales que imitan la absurda
situación vivida en Europa durante la IGM, el pensador mediano, el tibio, el
indeciso, el que duda, es tachado de traidor por todos los bandos y asaetado
hasta la pasión y muerte (y sin resurrección, de eso no hay dudas). Repartir octavillas
entre esas trincheras es sencillo y refuerza los vínculos entre los agazapados
en ellas, les hace más fuertes, más convencidos, y cada vez más inmunes a la realidad
que les rodea. Si los antivacunas han conseguido crear grupos de presión
eficaces ante lago tan científicamente probado y constatable como la eficacia
de la medicina, cómo no van a prosperar grupos ideológicos en un mundo, el de
la política, donde las verdades siempre son a medias y todo tiene efectos
secundarios, a veces conocidos, otras veces insospechados. Quizás el Brexit fue
un caso claro de manipulación informativa, y es cierto que la hubo, a la vista
de todos, pero sembraba cizaña en terreno ya abonado para ello. Quizás en el
margen logró decantar una victoria, sí, pero ya partía de millones de
británicos que deseaban salir de la UE.
Wylie
es, en todo caso, brillante, sabe muy bien de lo que habla y del mundo real en
el que vivimos, que cada vez resulta más condicionado por nuestro uso de la
virtualidad electrónica. Debates como los suscitados por este escándalo serán
cada vez más frecuentes a medida que la realidad sea determinada por esa
virtualidad. Y eso en sociedades como la nuestra donde, afortunadamente, se puede
discutir y opinar. China va camino de la opresión perfecta del individuo a
través de sistemas de seguimiento, cámaras, IA y normativas que catalogan,
puntúan y avalúan al sujeto, que ya deja de ser tratado como individuo, y que nunca
fue considerado como ciudadano por el régimen. Allí no se discute el poder del
estado (léase partido único) y el uso que hace de la tecnología. Nosotros, al
menos, sí discrepamos, pese a que cada vez seamos más sometidos a sus
designios.
Subo
a Elorrio esta Semana Santa y me cojo festivo el lunes de Pascua. Descansen,
ojo a las lluvias de final de la semana y, si todo va bien, nos leemos el
martes 3 de abril
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