martes, julio 10, 2018

Caos en el Reino Unido por el Brexit


Hace poco se recordaba, celebrar no es el término adecuado, el segundo aniversario del malhadado referéndum del Brexit, cuyo resultado favorable a la salida nos conmocionó a casi todos. Transcurrido ese tiempo las negociaciones Reino Unido UE no han avanzado demasiado, y lo que ha progresado, y mucho, es el proceso de descomposición de la política británica, horadada por completo por este asunto, que no deja de ser un trauma para formaciones de uno y otro signo que no son capaces de gestionar aquel nefasto resultado ni de, con honestidad, reconocer que lo mejor sería anularlo, mediante una nueva consulta, en la que debieran dejarse la piel por la reentrada.

En dos días han dimitido dos ministros del gobierno de Theresa May, justo después de que el viernes ese gabinete alcanzase un principio de acuerdo sobre la postura final en la negociación con las autoridades europeas. Ese acuerdo fue calificado por muchos como blanco, componenda, solución de compromiso, y adjetivos similares que dejaban ver cómo los duros del Brexit estaban siendo arrinconados, o al menos ya no tenían el control de la situación. David Davies, encargado principal de la negociación con la UE, que no creía en el acuerdo que el gabinete en el que participaba le había impuesto, fue el primero en abandonar, y Boris Johnson, el extravagante, vocero y nada diplomático ministro de exteriores, ha sido el último. Ambos representan, dentro de los conservadores, el ala dura de los partidarios de la salida, los que proclaman una ruptura lo más brusca y unilateral posible con los socios europeos, los más encantados de que la isla se aísle, los más ciegos. Esa corriente ve, con amargura, como la débil y provisional May está logrando diluir su mensaje de dureza, y ay no aguanta más. El portazo de ayer puede no ser el último pero, sobre todo, es una manera de abrir el camino para derribar a la propia May, y para que esa corriente dura de los conservadores se haga con el control del gobierno y la cámara. Comentó ayer un corresponsal de radio en Londres, con agudeza, que por momentos la situación de May le recordaba a la de Rajoy. A los pocos día de haber aprobado unos presupuestos que, en teoría, le garantizaban estabilidad, el gobierno de Rajoy cae con una moción de censura que nadie había previsto. Y a los poquísimos días del acuerdo interno para el Brexit, que ofrecía a May un agarradero y un argumentario para sostener su discurso, el gobierno se le descompone entre las manos y no son pocas las voces que anuncian una posible moción de censura orquestada por esos duros del Brexit, con las ambiciones gubernamentales de Johnson, nunca ocultas, ahora libres de ataduras, y con la prensa sensacionalista, y parte de la otra, clamando contra la pusilánime primer ministra a la que nada respetan y ni consideran. ¿Va a pasar allí lo mismo que sucedió en Madrid a finales de mayo? Quién lo sabe, pero no lo descarten. No debemos olvidar tampoco que esta crisis que corroe al partido conservador se desarrolla, casi de igual manera, entre los laboristas, que poseen dos corrientes en su interior sobre el Brexit, siendo su actual líder, Jeremy Corbin, nada europeísta. Es absurdo, pero así es. Y de mientras tanto el tiempo avanza, la incertidumbre crece, las decisiones de inversión se aplazan, la economía real se resiente y el futuro de los ciudadanos británicos se oscurece por culpa de las necedades de muchos de sus políticos, que imbuidos por un sueño de nacionalismo tan falaz como peligroso, alumbraron la criatura llamada Brexit que, poco a poco, parece ir comiéndoselos uno a uno, devorando la estulticia de los que estaban llamados a liderar el país. Tan patético como asombroso, en una nación seria, racional y dominada siempre por el interés práctico como el Reino Unido.

Y esta crisis le estalla a May en un momento que no podía ser peor. Las relaciones con Rusia se agrietan aún más tras la muerte de un ciudadano británico intoxicado por accidente con veneno presuntamente utilizado por los servicios de espionaje de Moscú, justo cuando Inglaterra puede llegar a la final de eso que se está desarrollando en Rusia y que algunos llaman deporte. Y la cancillería de exteriores queda vacía a las puertas de una cumbre trascendental de la OTAN y la visita al reino de Isabel II de Donald Trump, abanderado del Brexit donde los haya. Mientras Suanzes analiza todo esto con una calidad que para mi es inalcanzable, el “Anarchy in the UK” de Sex Pistols suena con más fuerza y sentido que nunca. Lo dicho, tan triste como asombroso.

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