Cada
cierto tiempo tenemos noticias sobre los hallazgos de los rovers y sondas
marcianas que nos confirman la idea de que, en el pasado, Marte pudo ser un
planeta muy distinto, con atmósfera más densa, agua en su superficie y
condiciones necesarias, quizás, para ser precursoras de la vida. Pero también
parece evidente que hoy en día Marte es hostil a la vida y las esperanzas de
encontrar algo similar a moléculas orgánicas allí es escasa. De hecho casi
podemos considerar que en todos los planetas del Sistema Solar no existe vida,
ni nada que se le parezca. Siempre con el grado de duda necesario que requiere
la ciencia, claro.
¿Descarta
esto el Sistema Solar en su conjunto? No, porque existen otros cuerpos que se
están demostrando mucho más interesantes. Las lunas que orbitan en torno a
Júpiter y Saturno, por ejemplo, son sistemas solares en miniatura, dependientes
del gigante gaseoso que los domina, y en algunas de ellas se esconden secretos
que pueden ser apasionantes. Io y Europa han sido durante tiempo las más
prometedoras, pero es ahora mismo Encélado, con acento esdrújulo, la que más
interés suscita entre los científicos. Es este un cuerpo pequeño, 500 kilómetros
de diámetro (la tierra tiene poco más de 12.000) que orbita en torno a Saturno.
Visto desde fuera, Encélado brilla como pocos, porque es una blanca bola de
hielo que refleja la luz con toda la fuerza posible. Una canica helada que
podríamos suponer, con lógica, que alberga un mundo frío e inerte, pero no es
así. Hay grietas en esa superficie de hielo y
por ellas, de vez en cuando, se escapan emanaciones a la atmósfera provenientes
del interior. Gracias al análisis de esas fugas se ha podido determinar cómo es
la estructura del planeta, y resulta sorprendente. Bajo el manto helado que
cubre todo ese mundo, de decenas de kilómetros de espesor, se encuentra un
océano de agua en estado líquido, existiendo por tanto fuentes de calor que
permiten que el agua, a partir de cierto punto, no esté congelada. Esas fuentes
pueden provenir tanto de la actividad del interior del planeta, que calienta
las zonas aledañas, como de las llamadas fuerzas de marea, la diferencia de
gravedad entre un extremo y otro del planeta que se sufre en un cuerpo como Encélado
al orbitar tan cerca de un gigante como Saturno. Ese estruje de ida y vuelta,
si así me lo permiten, agita todo el planeta y le otorga una fuente de calor.
Agua líquida y fuentes de calor… eso suena muy bien si de lo que tratamos es de
buscar un lugar acogedor para la vida, tal y como la entendemos. Ya tenemos dos
ingredientes consideraos como básicos que no se dan en ningún otro planeta del
Sistema Solar. Los análisis de las emanaciones que provienen del interior de
Encélado, obtenidos gracias a las sondas que lo han orbitado, han sido fundamentales
para añadir otra pata más a las opciones vitales de esa luna de Saturno. Resulta
que esas emanaciones contienen componentes orgánicos, es decir, moléculas en
las que el carbono está presente. Recordemos antes que nada que el concepto
de química orgánica es muy engañoso, dado que engloba a moléculas que pueden
pertenecer a seres vivos y no (todo el plástico es orgánico, pero no está nada
vivo) por lo que la existencia de este tipo de moléculas no permite sacar
conclusiones alocadas, pero sí saber que las fuerzas internas que agitan el mar
de Encélado son capaces de proporcionar energía para que se produzcan
reacciones químicas que generen esas moléculas. En la Tierra este proceso se da
en lugares como las chimeneas hidrotermales, afloramientos en el océano de lava
o vapor del interior del planeta que calientan el agua y le hacen reaccionar,
generando polímeros y otras sustancias. Eso no es vida, pero es química que
funciona bajo parámetros que conocemos y que tiene unas posibilidades enormes,
¿Hay
peces en el mar de Encélado? Sugerir algo así sería, directamente, una sandez. No,
no estamos hablando de eso, pero sí que en un cuerpo que no está muy lejos, en
términos espaciales es el vecindario, se dan unas condiciones geológicas
excepcionales para ir allí y estudiarlas. De momento sería necesario un plan de
investigación basado en sondas que puedan analizar en detalle los compuestos
que son expulsados, para conocerlos en profundidad y determinar cuál es, entre
otras cosas, su grado de complejidad. Hace 50 años, en 2001, Kubrick nos llevó
a Saturno y, cosas de la vida, hoy una de sus lunas nos vuelve a llamar la
atención. Hay mucho trabajo por delante para investigar lo que sucede en, y
bajo, Encélado.
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