lunes, julio 30, 2018

Empezamos mal la vuelta de vacaciones


No tenía pensado hablarles en este primer artículo tras la vuelta de la semana de vacaciones de mi estancia en Elorrio, porque ha sido muy tranquila y sin apenas sobresaltos, ni cosas reseñables. Iba a centrarme más en la actualidad diaria, que no cesa, con huelgas salvajes del taxi que bloquean ciudades y aguas marcianas que nos sorprenden y ofrecen nuevas perspectivas científicas en nuestro propio barrio sideral. Iba a hablarles de eso, pero me he dado cuenta cuando he llegado a la oficina que el móvil no estaba en su sitio, he movido el bolso que me acompaña y he comprobado que no estaba “lo” que debía.

Tras el susto inicial, que no se va del todo, he accedido a la web de google para que me lo localice y, mi gozo en el pozo de las tinieblas, nada me dice. Eso implica robo, porque de habérmelo dejado en casa, que pudiera ser, me lo encontraría. Incluso el remedio básico, que es llamar al mismo habría dado resultado, pero eso tampoco ha funcionado. Abocado a asumir el robo del dispositivo, no queda otra cosa más que hacer lo obvio. Llamar a la compañía para que anule la tarjeta SIM y no sea utilizable y esperar a llegar a casa para que, si como doy por seguro, el móvil no está allí, coger la caja del día de la compra y acercarme a una comisaría de la policía para poner la denuncia correspondiente, que sospecho servirá de poco, pero que habrá que interponer en todo caso. Una vez hecho esto, cosa que sucederá al final del día de hoy, tendré que plantearme mañana la compra de un nuevo dispositivo, y el gasto que eso supone, que no estaba previsto bajo ningún concepto, y el desagrado que me generan estos imprevistos, desagrado que se ve aumentado porque hoy en día perder el móvil ya es mucho peor que perder la documentación, y se ha equiparado a la sustracción de las tarjetas de crédito, por todo lo que en él llevamos y lo que nos pueden hacer con esa información. En mi caso no es mucho, dado que no tengo (no tenía, me temo) aplicaciones financieras, por lo que no pueden acceder a servicios bancarios, pagos y tarjetas, y confío en que el gran Hermano google, al que tanto se le implora en estos momentos, tenga guardados todos los contactos y registros, cosa que por lo que me indica la web, puede ser, dado que la última sincronización de datos tuvo lugar ayer por la noche. ¿Conserva google las fotos que se sacan con los dispositivos? Si es así podré recuperar algunas de las hechas esta semana, en las que abundan los paisajes locales y poco más, y que si se pierden son fácilmente recuperables dando nuevamente un par de paseos por los alrededores de Elorrio, que es lo que más he hecho en estas vacaciones. No eran demasiadas las aplicaciones que tenía instaladas, dado que pese a que se usa mucho, demasiado, no soy un compulsivo probador de programas, y aparte de las cuatro o cinco a las que solía recurrir de vez en cuando, no instalaba más. Eso sí, todas ellas eran accesibles sin contraseña alguna, dado que estaban registradas, por lo que sospecho que a lo mejor hay alguien escribiendo en mi cuenta de Twitter sin mi permiso, sin ser yo, o mandando whatsapps a troche y moche y a saber con qué contenidos, a múltiples destinatarios, suplantándome, usurpando mi yo virtual.

Sin él, sin el complemento virtual, me va a tocar estar algunos días, con la extraña sensación de orfandad que se padece en estos tiempos cunado hemos convertido ese dispositivo no en una extensión de nosotros mismos, no, sino en una extremidad más, en otro brazo o pierna, en otro ojo y, en muchos casos, en el cerebro de verdad que nos guía y gobierna. Ya les diré como se vive sin móvil, ahora que me veo forzado a ello, o cómo se sobrevive a la sensación de aislamiento del mundo virtual en el que se desenvuelven nuestras actuales vidas. Confío en que en un par de días, pasta y papeleo mediante, solucione todo esto. Para casi todo hay una primera vez.

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