Desde
esta humilde ventana he criticado con intensidad la gestión del déficit que ha
realizado el ministro Montoro durante los últimos años. Sometido a una elevada
presión, derivada entre otras cosas de la minoría parlamentaria, el gobierno de
Rajoy se olvidó del cuadre de las cuentas públicas y, con una economía
creciendo a un ritmo del 3%, generaba déficits sin parar. Cada escenario
remitido a Bruselas prometía una reducción de los mismos, pero era
sistemáticamente incumplido, y la Comisión nos ha alertado sin cesar sobre este
hecho. Los presupuestos de este año, expansivos, seguían esa línea de aumento
de gasto y de bajada, insuficiente, del déficit.
Cayó
el gobierno, llegó el nuevo equipo socialista, y uno de sus compromisos ha sido
el de mantener los presupuestos aprobados por el PP, más que nada por la
imposibilidad parlamentaria de hacer otra cosa. Los mensajes en los primeros
días, especialmente por parte de Nadia Calviño, ministra de Economía, fueron
rigoristas, centrados en el cuadre de las cuentas públicas y en la necesidad de
ser serios en este aspecto. Como toma de postura no sonaba mal, pero el tiempo,
escaso, trascurrido desde la llegada del nuevo gobierno, empieza a mostrar que
esa toma de postura era más bien postureo. Cada uno de los nuevos ministros ha
formulado u catálogo de políticas públicas que se basan, casi en exclusiva, en
el aumento del gasto. El propio gabinete, sobredimensionado, es una muestra de
querer gastar mucho más. Para afrontar esos incrementos de gasto se ha
recurrido a la fórmula mágica de siempre, subir los impuestos, bien los ya
existentes o creando algunos nuevos. Algo de esto ya apuntó Montoro al final de
su mandato, con aquel debate sobre la llamada tasa google para financiar las
pensiones. El nuevo gobierno mantiene esa posible tasa a las empresas
tecnológicas, y amplia notablemente el campo de subidas, con impuestos
medioambientales (van a crujir el diésel), destope de las cotizaciones sociales
y nuevos impuestos a la maligna banca (que ellos creen que no repercutirán a
los pobres clientes). ¿Qué escenario surge de todo esto? Supongo que los
expertos de economía del PSOE estarán haciendo cuentas, pero de momento las
cifras descuadran aún más de lo que ya lo hacían las populares. De
momento Calviño ya ha comunicado a Bruselas que los objetivos de déficit
prometidos no se cumplirán, con desvíos que hacen que el objetivo de este
año pase del 2,2% al 2,8% y el de 2019 de 1,3% al 1,8%, medio punto o un poco más
de añadidura a lo que ya se estimaba. Esto supone aumentar más , aún más, el volumen
de deuda pública con el que cargamos, que está en el entorno del 100% del PIB,
con leves movimientos. Como el PIB crece con vigor, a tasas superiores al 2%,
el cociente deuda respecto al PIB se mantiene estable, incluso se reduce, a
pesar de que el volumen de deuda crezca, pero esa estabilidad del cociente es
engañosa, porque si el total de deuda crece es obvio que la carga que eso
supone para el conjunto de la nación lo hará, poco en épocas de bonanza, mucho cuando
vengan mal dadas. Llevamos un tiempo con los intereses de la deuda en mínimos y
la prima de riesgo sin salir en las noticias, porque no presiona en exceso. Y
eso es bueno, porque nos da margen, pero es muy irresponsable, tanto por el anterior
gobierno como por el que acaba de empezar, no aprovechar esta ventana de
oportunidad para reducir lo más posible el volumen de deuda, porque estas
condiciones maravillosas no durarán para siempre. El Tesoro, emisor de deuda,
que hace lo que el gobierno le pide, lleva tiempo realizando una estrategia de
reducción de la carga de intereses de la deuda, de tal manera que sustituye
emisiones antiguas de altos intereses por nuevas de bajos, con lo que el
volumen total se mantiene estable pero el coste medio de la misma se reduce, lo
que es la mejor de las estrategias cuando te obligan a emitir sí o sí, pero
esto es un apaño. Lo ideal sería reducir el volumen. Y eso no se ve.
La
estrategia de financiación del gobierno, el pasado y el presente, ha
sobrevivido gracias al BCE (San Mario Draghi, que en gloria estés) y a la
recuperación económica, que ha generado ingresos extra mediante unas figuras
tributarias arcaicas pero que responden muy bien al ciclo. Reformar en
profundidad los impuestos, modernizarlos y ser originales podría servir para
aumentar la recaudación incluso permitiendo bajar los tipos en determinados
tramos y sectores, pero no esperen reformar de calado en este ámbito, entre
otras cosas por la división parlamentaria. Y por el lado del gasto, y de cara a
las siguientes elecciones generales, que a saber cuándo serán, supongo que no habrá
freno alguno para ofrecer promesas que se traduzcan en votos. Y la deuda,
creciente, esperando su momento para agobiarnos a todos, de verdad, sin remisión.
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