lunes, julio 16, 2018

Nunca cumpliremos el objetivo de déficit


Desde esta humilde ventana he criticado con intensidad la gestión del déficit que ha realizado el ministro Montoro durante los últimos años. Sometido a una elevada presión, derivada entre otras cosas de la minoría parlamentaria, el gobierno de Rajoy se olvidó del cuadre de las cuentas públicas y, con una economía creciendo a un ritmo del 3%, generaba déficits sin parar. Cada escenario remitido a Bruselas prometía una reducción de los mismos, pero era sistemáticamente incumplido, y la Comisión nos ha alertado sin cesar sobre este hecho. Los presupuestos de este año, expansivos, seguían esa línea de aumento de gasto y de bajada, insuficiente, del déficit.

Cayó el gobierno, llegó el nuevo equipo socialista, y uno de sus compromisos ha sido el de mantener los presupuestos aprobados por el PP, más que nada por la imposibilidad parlamentaria de hacer otra cosa. Los mensajes en los primeros días, especialmente por parte de Nadia Calviño, ministra de Economía, fueron rigoristas, centrados en el cuadre de las cuentas públicas y en la necesidad de ser serios en este aspecto. Como toma de postura no sonaba mal, pero el tiempo, escaso, trascurrido desde la llegada del nuevo gobierno, empieza a mostrar que esa toma de postura era más bien postureo. Cada uno de los nuevos ministros ha formulado u catálogo de políticas públicas que se basan, casi en exclusiva, en el aumento del gasto. El propio gabinete, sobredimensionado, es una muestra de querer gastar mucho más. Para afrontar esos incrementos de gasto se ha recurrido a la fórmula mágica de siempre, subir los impuestos, bien los ya existentes o creando algunos nuevos. Algo de esto ya apuntó Montoro al final de su mandato, con aquel debate sobre la llamada tasa google para financiar las pensiones. El nuevo gobierno mantiene esa posible tasa a las empresas tecnológicas, y amplia notablemente el campo de subidas, con impuestos medioambientales (van a crujir el diésel), destope de las cotizaciones sociales y nuevos impuestos a la maligna banca (que ellos creen que no repercutirán a los pobres clientes). ¿Qué escenario surge de todo esto? Supongo que los expertos de economía del PSOE estarán haciendo cuentas, pero de momento las cifras descuadran aún más de lo que ya lo hacían las populares. De momento Calviño ya ha comunicado a Bruselas que los objetivos de déficit prometidos no se cumplirán, con desvíos que hacen que el objetivo de este año pase del 2,2% al 2,8% y el de 2019 de 1,3% al 1,8%, medio punto o un poco más de añadidura a lo que ya se estimaba. Esto supone aumentar más , aún más, el volumen de deuda pública con el que cargamos, que está en el entorno del 100% del PIB, con leves movimientos. Como el PIB crece con vigor, a tasas superiores al 2%, el cociente deuda respecto al PIB se mantiene estable, incluso se reduce, a pesar de que el volumen de deuda crezca, pero esa estabilidad del cociente es engañosa, porque si el total de deuda crece es obvio que la carga que eso supone para el conjunto de la nación lo hará, poco en épocas de bonanza, mucho cuando vengan mal dadas. Llevamos un tiempo con los intereses de la deuda en mínimos y la prima de riesgo sin salir en las noticias, porque no presiona en exceso. Y eso es bueno, porque nos da margen, pero es muy irresponsable, tanto por el anterior gobierno como por el que acaba de empezar, no aprovechar esta ventana de oportunidad para reducir lo más posible el volumen de deuda, porque estas condiciones maravillosas no durarán para siempre. El Tesoro, emisor de deuda, que hace lo que el gobierno le pide, lleva tiempo realizando una estrategia de reducción de la carga de intereses de la deuda, de tal manera que sustituye emisiones antiguas de altos intereses por nuevas de bajos, con lo que el volumen total se mantiene estable pero el coste medio de la misma se reduce, lo que es la mejor de las estrategias cuando te obligan a emitir sí o sí, pero esto es un apaño. Lo ideal sería reducir el volumen. Y eso no se ve.

La estrategia de financiación del gobierno, el pasado y el presente, ha sobrevivido gracias al BCE (San Mario Draghi, que en gloria estés) y a la recuperación económica, que ha generado ingresos extra mediante unas figuras tributarias arcaicas pero que responden muy bien al ciclo. Reformar en profundidad los impuestos, modernizarlos y ser originales podría servir para aumentar la recaudación incluso permitiendo bajar los tipos en determinados tramos y sectores, pero no esperen reformar de calado en este ámbito, entre otras cosas por la división parlamentaria. Y por el lado del gasto, y de cara a las siguientes elecciones generales, que a saber cuándo serán, supongo que no habrá freno alguno para ofrecer promesas que se traduzcan en votos. Y la deuda, creciente, esperando su momento para agobiarnos a todos, de verdad, sin remisión.

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