No
hoy ambiente más hostil que el espacio exterior. Nada allí es compatible con la
vida, y su exploración exige medidas extremas para garantizar la mera
supervivencia de los astronautas. Las mismas máquinas y componentes sufren condiciones
absurdas, extrañas, que obligan a testar todo una y mil veces y encarecen todos
los proyectos. Las sondas que se mandan en la exploración de otros mundos no
pueden usar la tecnología más moderna que usamos aquí en nuestro día a día
porque no está aún diseñada la protección que la haga viable en esos ambientes.
Son rudas, bastas en ciertos aspectos, pero hechas para sobrevivir. A veces
logran superar su esperanza vital y, en ocasiones, se convierten en maravillas
que siguen vivas mucho más allá de lo que nadie imaginó.
Tras
el éxito científico y mediático de la misión Pathfinder, la primera que puso un
pequeño rover en Marte, del tamaño de un microondas, la NASA diseño una misión
con dos vehículos mucho más grandes y potentes. En 2004 Spirit y Opportunity,
los nombres que finalmente recibieron esos vehículos, llegaron a Marte. Su misión
era explorar las zonas en las que aterrizaron en busca de rastros de pasados
cauces fluviales, cosa que lograron. Con un peso cercano a los doscientos kilos
cada una, eran las sondas móviles más complejas jamás lanzadas a aquel planeta,
y su duración estimada era de unos noventa días marcianos, lo que supone unos
noventa y tres días terrestres más o menos. Alimentadas por placas solares,
poseedoras de baterías que les permitían funcionar, o al menos mantener los
sistemas encendidos durante la noche marciana, ambas sondas duraron mucho más
de lo que nadie pudo imaginar. Spirit se mantuvo operativa hasta el año 2011,
siete años de vida útil desde su puesta en marcha, lo que tenía asombrados a
los responsables de su misión. Su baja se vivió como una gran pérdida pero,
como en esas películas del mar en la que se rinde tributo en la cofia al cadáver
que va a ser arrojado al agua, con sentido agradecimiento. No consta que el
gemelo de la misión, Opportunity, sintiera pena por la marcha de su compañero, y
quizás por eso, por ser una máquina, siguió trabajando sin descanso. Con un
rendimiento decreciente por el deterioro de la maquinaria, pero con una
capacidad fuera de toda lógica, el robot siguió su deambular por la superficie
marciana explorando cráteres y dando a su equipo en la Tierra información de
primer nivel sobre la geología marciana y, también, mucho más trabajo de lo que
nadie hubiera sido capaz de imaginar. El envío de nuevas sondas marcianas y
robot, como el Curiosity, que es mucho más grande que los dos gemelos
comentados, no condenó a la obsolescencia al infatigable trabajador marciano,
que año tras años seguía ahí, impasible y sin querer jubilarse. El año pasado
una enorme tormenta de polvo, de varias semanas de duración, azotó la zona en
la que Opportunity estaba trabajando. Los técnicos de la NASA percibieron que
el peligro para el robot era máximo, y trataron de que entrase en un modo
ahorro lo más intenso posible para intentar sobrevivir a largas semanas en las
que sus paneles solares no iban a poder captar luz del Sol alguna. La tormenta
duró más de lo esperado, fue más virulenta de lo normal y se convirtió en un
fenómeno espectacular desde la óptica de la meteorología marciana, condicionando
el envío de las misiones que amartizaron en 2018. Tras el paso de la tormenta se
ha tratado sin descanso de contactar con Opportinuty, pero no se ha logrado
respuesta alguna. Puede que la sonda haya quedado medioenterrada en el polvo, que
sus baterías se hayan descargado del todo, que el intenso frío haya congelado
sistemas vitales que los calefactores del equipo no han logrado reanimar. No se
sabe exactamente qué ha sucedido,
Como
bien cuenta Daniel Marín en su artículo de homenaje a esta tenaz maravilla,
quizás una futura misión humana llegue hasta donde yace Opportunity y logre
rescatarlo. Quién sabe si reanimarlo, pero en todo caso poder tocarlo y darle “en
persona” las gracias por lo que durante todos estos años ha proporcionado a la
ciencia e investigación espacial. Ya puestos, soñemos que dentro de algunos
siglos haya una ciudad marciana llamada Opportunity, y que uno de los edificios
que la compongan sea un museo de homenaje a esa sonda, y que los viajeros que
provengan de la ciudad de Spirit, su ciudad gemela sita a miles de kilómetros,
tengan en ese lugar una de las principales atracciones turísticas del planeta. “He
ahí la sonda que más sobrevivió sobre la superficie de Marte” Y Opportunity, en
el centro de su museo marciano.
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