La Luna está ahí todos los días, esperando a que volvamos a ella. Gira en torno a nosotros a unos 380.000 kilómetros de distancia, una cantidad de kilómetros enorme, nada en términos espaciales. Si quieren jugar con naranjas y uvas, la Tierra tiene unos 12.000 kilómetros de diámetro, por lo que la Luna orbita a unas treinta veces el tamaño de nuestro planeta. No pongan una fruta muy cerca de la otra, sino muy lejos. Cuesta mucho dinero y trabajo llegar, y requiere suerte. Tres son las naciones que lo han conseguido (EEUU, la extinta URSS y China), una de ellas logró llevar astronautas a su superficie y dos han conseguido traer de vuelta tierras desde allí.
China quiere ser ahora la tercera nación que logre capturar muestras lunares y traerlas de vuelta a casa, en una misión lanzada este pasado martes, que es un compendio de complejidad y riesgo, y una buena muestra de la firmeza con la que el país asiático desarrolla su programa espacial, que ahora mismo ya es el segundo más importante del mundo. La misión está robotizada y en gran parte automatizada. El retardo de las comunicaciones entre la tierra y la Luna no es mucho, poco más de un segundo de ida y lo mismo de vuelta, pero suficiente para que determinadas maniobras que exigen mucha precisión deban ser ejecutadas en remoto por las sondas. La arquitectura de la misión es muy similar a la de las Apollo, con un cohete lanzador de fases que eleva el conjunto de la misión a órbita baja y una etapa auxiliar que lo saca de ahí rumbo a la órbita lunar. A ese punto llegan cuatro secciones de maquinaria, encargadas cada una de una labor muy precisa. En un momento dado dos de ellas se descuelgan y caen sobre la Luna. Una es el módulo de descenso, que es lo que permite aterrizar en la superficie, y se quedará ahí para siempre. La parte superior tiene el sistema de recogida de muestras lunares y un módulo pequeño de ascenso, que permitirá, una vez cargados los algo más de dos kilos que se esperan recoger, dejar la fase de descenso y ascender hasta reencontrarse con el resto de la nave, que orbita al satélite. Una vez reencontrados, el contendedor de rocas lunares pasará su contenido a la parte de la nave que reentrará en la atmósfera terrestre, y tras ello será desenganchado y perdido. Nuevamente conformado por dos unidades, y ya con su carga útil, el módulo de propulsión auxiliar sacará al conjunto de la órbita lunar y le pondrá rumbo a la tierra, desenganchándose en un momento dado y perdiéndose. Sólo una de las partes de la nave, la que contendrá los fragmentos, retornará a la Tierra. El esquema replica perfectamente lo que fueron las misiones lunares que lograron la conquista del satélite, siendo esa parte retornable la que, en su momento, albergaba a los tres astronautas que conformaban cada una de aquellas misiones. El hecho de no tener que portar soporte vital y que la carga de rocas previstas, un par de kilos más o menos, es mucho menor que el peso de tres humanos y todo sus adminículos hace que las necesidades de combustible, rigidez, y estructura asociadas a la misión sean mucho más reducidas que las Apolló, lo que permite entre otras cosas hacer un lanzamiento de todo el conjunto con un cohete “normal” y no con un monstruo como el SaturnoV, pero en todo caso la complejidad de la misión es enorme, y cada uno de los muchos pasos que va a tener que desarrollar en los días en los que tenga lugar es susceptible de problemas, averías o fallos que pueden dar al traste con todo el objetivo. Como los chinos son la pera, han fabricado todo por duplicado de tal manera que, si la misión falla, se pueda volver a mandar la gemela en muy corto espacio de tiempo para volver a intentarlo. La ESA, Agencia Espacial Europea, colabora con China en el seguimiento y monitorización de la misión, y la estación canaria de Maspalomas tendrá un papel importante en todo ello. Aquí pueden ver el gráfico esquemático de la misión en su totalidad.
Los norteamericanos trajeron muchas rocas lunares tras sus seis exitosas misiones Apollo, y los rusos, en 1976, fueron los últimos que lograron algo similar, pero con apenas fragmentos, regolito, conseguido por una sonda lanzada cuando la Luna ya era poco más que un estorbo para los jerarcas soviéticos. Si China tiene éxito en su misión, y espero que así sea, el golpe sobre la mesa que dará en materia espacial es de los considerables, y se revelará como el gran competidor de EEUU. Recordemos que ha logrado alunizar y que tiene pequeños rovers en la superficie. Todo el mundo sospecha que, tarde o temprano, intentará una misión tripulada. ¿Será chino u occidental el siguiente humano que visite nuestro satélite? La pregunta ya dice mucho.
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