Publicaba ayer una encuesta El País, aquí parte de la misma, no logro encontrarla en su totalidad en la ininteligible web del medio, sobre las consecuencias sociales de la pandemia de coronavirus y otros asuntos al respecto. Es interesante ver hasta qué punto las falsas teorías conspiranoicas han calado entre la población y el recelo que existe a la vacuna, que será la única vía real para salir de este enorme problema en el que nos encontramos. Es comprensible que la nefasta gestión pública de la pandemia en España por parte de todas las autoridades haya creado un descrédito general en la sociedad y una sensación, cierta, de abandono ante lo que sucede, un “sálvese quien pueda” ante la inutilidad política, pero la duda ante la ciencia es lo más grave.
Lo peor, sin embargo, y lo que más nos define, es la respuesta a una pregunta sobre comportamientos sociales. Preguntado el ciudadano sobre su comportamiento y del resto de la gente ante la epidemia y el cumplimiento de las reglas estipuladas por las autoridades, en una escala en la que cero sería incumplimiento total y 10 la perfección cívica, la media de las respuestas pone al propio entrevistado por encima de ocho, un notable alto, mientras que el resto de la gente es colocada por cada uno de los encuestados muy ligeramente por encima de cinco, aprobando por los pelos. Es decir, todos los encuestados se ven a sí mismos como rectos ciudadanos y observan en los demás un incivismo e incumplimiento de las reglas que es una de las causas que se achacan a los constantes repuntes de contagios. Resulta obvio que las dos respuestas otorgadas en la encuesta son, conjuntamente, incongruentes, y revelan un problema de fondo. Si cada uno se comporta de manera cívica el conjunto lo hace, y por ello la sensación que transmitiría no sería la de incumplimiento, y no podríamos valorarlo así. Si somos todos bastante laxos a la hora de seguir las normas el conjunto de la sociedad ofrecería ese comportamiento desmelenado y no podríamos autoconcedernos una nota que sería falsa. Escojan la mentira que quieran, pero parece obvio que en un sentido o en el otro se está engañando al encuestado para decir lo que deja mejor a uno mismo, cosa que sucede habitualmente cuando se pregunta por temas sociales en los que el entrevistado sabe que su comportamiento individual, gustoso para él, socialmente no está bien visto. Nadie reconoce ver la basura de programación que emite TeleCinco, pero no deja de liderar las audiencias día tras día. Ante el coronavirus vuelve a surgir este lado hipócrita que tenemos todos, que nos sitúa cada uno como el estandarte de los valores cívicos y morales, la unidad de medida respecto a la que se deben comparar los demás, y el resto no son sino un estorbo, una masa anónima de personas que no tienen ni idea de la vida ni de cómo comportarse en ella. El resultado de esta encuesta demuestra hasta qué punto, en este tema y en todos los demás, los prejuicios y presunciones que nos dominan en el día a día nos llevan a afirmar, con cierto grado de categoría, la superioridad de nuestro comportamiento, de nuestra visión de las cosas, de nuestra ideología, de nuestro pensamiento, de la realidad que cada uno de nosotros vivimos. No asumimos que a veces acertamos ya veces no, que en muchas ocasiones respondemos bien y en otras mal, que nuestras vidas son pequeños fragmentos, infinitesimales, que agrupados conforman el devenir de la sociedad, pero que no tienen por qué ser representativos de lo que le pasa al conjunto de ciudadanos. No somos unidad de medida de nada ni referente, ni el mundo gira en torno a nuestro ombligo. Esa sensación que nos domina lleva, con demasiada frecuencia, a estrellarnos, como ciudadanos y como sociedad.
Extrapolemos el resultado de la encuesta a la dirigencia política y se pueden empezar a entender ciertas cosas. Si cada uno de nosotros, sin poder, pensamos que somos los mejores y el resto unos descarriados, basta que nos den poder e influencia para llevar esa visión a la toma de decisiones colectivas, y de ahí al desastre. Salvo las huestes de cada formación, que viven en su burbuja, es mayoritario el sentir social, y así lo reflejaba también la encuesta, del fracaso de la política en esta crisis, y del desastre de dirigentes que tenemos. ¿Cuál sería la solución? Para la inmensa mayoría de los encuestados, seguramente, sus propias recetas, de notable alto, y no las de los demás, de muy baja puntuación. Vamos, la PCR en el ojo ajeno y el coronavirus en el propio.
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