Si se fijan, el proceso es siempre el mismo. El gobierno toma una medida, o anuncia que va a hacerlo, que es errónea. A partir de ahí empiezan a surgir voces críticas y opuestas, y la fábrica de arumentarios (trolas) de Moncloa empaqueta un discurso que hace pasar por sociales y progresistas esas medidas. Siempre hay público y medios que compran esas mentiras. Pasa el tiempo, a veces meses, a veces días, y el gobierno tiene que rectificar, habiéndose visto pillado en renuncios y meteduras de pata durante ese periodo de terquedad. Se cambia de idea, donde dije digo digo Diego, y la fábrica de Moncloa vuelve a crear nuevas ideas (mentiras) en las que el cambio de decisión es un giro social y progresista. Siempre hay público y medios que compran esta nueva mercancía.
Ayer no hubo uno, sino dos ejemplos de este final de esquema. Uno fue el de la petición de pruebas PCR en origen a los viajeros que vengan a España, que otras naciones practican respecto a la nuestra desde hace meses y que el gobierno, aquí, se negaba a hacer sin excusa justificable alguna pese a que varias comunidades, especialmente Madrid y las insulares, lo demandaban desde hace tiempo. Pero lo más espectacular es lo del IVA de las mascarillas. Hasta ayer mismo por la mañana portavoces del gobierno negaban la posibilidad legal de hacerlo amparados en la Comisión Europea, que lo prohibía. El que otros países de la UE ya lo hubieran bajado desde hace tiempo no era, al parecer, argumento de peso para el gobierno y sus socios, políticos y mediáticos. El que la UE hubiera dejado claro en mayo que no iba a sancionar a ningún gobierno si adoptaba rebajas de IVA en material sanitario como el de las mascarillas parecía que tampoco tenía peso alguno. La pillada en una mentira flagrante al gobierno y sus socios era tan evidente que el discurso se les estaba cayendo de una manera tan estrepitosa como patética. Al final no quedaba otro remedio que reconocer que se había cometido un error, pero como esto último es imposible, porque en este país no reconoce equivocaciones ni el que es expulsado de una carrera por suspender todas, la ministra de Hacienda anunció en la tribuna, en el debate de presupuestos, que finalmente el gobierno rectif….. decidía bajar el IVA de las mascarillas porque la noche anterior Bruselas le había confirmado que no pondría objeción alguna. Nada peor que una mentira para tapar otra, cosa que uno aprende desde pequeño, y que si no lleva a la práctica de adulto descubre hasta qué punto se pueden amplificar los errores propios. Supongo que hoy el discurso oficial que toca vender es que la noche pasada Bruselas autorizó una medida que el gobierno llevaba meses persiguiendo, en aras del compromiso social y progresista que le caracteriza. Pura palabrería chatarra, pero que será comprada, sin duda, por púbico y medios afines, que ayer decían una cosa y hoy la contraria con una capacidad de giro digan de la mejor bandera, sometida a vientos cambiantes en un temporal. ¿Qué es lo que ha pasado aquí? Muy sencillo. El IVA de las mascarillas le generaba al gobierno un ingreso superior a los mil millones de euros anuales, dinero que hoy es oro puro en época de ruina. Saben perfectamente los responsables de Hacienda y Moncloa que la quiebra de las cuentas públicas es absoluta como consecuencia de la crisis de la pandemia, y que no hay recursos para nada. Saben perfectamente que los presupuestos son una pintura que no resiste ni el más mínimo contraste con la realidad económica que se vive ahí fuera, que los gastos están infraestimados y los ingresos inflados como globos aerostáticos. Y que cada día en el que el IVA de las mascarillas se mantenía en vigor era dinero puro que entraba en las arcas del ruinoso estado. Por eso, sólo por eso, no se quería bajar, y ahora en Moncloa están tratando de crear una cortina de humo, social y progresista, por supuesto, para ocultar lo que no era sino una decisión económica que se medía en euros de pérdidas o ganancias para las arcas del estado. Tan simple y crudo como eso.
Es triste ver que, cada vez, resulta más fácil pillar en renuncios a este gobierno, y a otros tantos, y que sus dirigentes no aprenden de otros que, en otros países, también tratan de llevarse el ascua a su sardina, como todos, pero que no lo hacen de una manera tan burda y cutre como para que se vea toda la tramoya. La pandemia es un terreno abonado para errores gubernamentales, porque ninguno sabe, sabemos, lo que va a pasar. Por eso es necesario un grado de modestia elevado, de no jugar a ser adivino prospectivo, de no prometer cosas que no dependen de ti (la vacuna, sin ir más lejos) y así cubrirse las espaldas para cuando venga la realidad y te arrase. A ti, al IVA de las mascarillas y a los fabricantes de trolas de Moncloa.
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