viernes, abril 09, 2021

El juego turco de las sillas

Hemos visto esta semana una escena que deja a las claras lo que es la gestión del poder y el uso, y abuso, del mismo por parte de quien, cuando lo detenta, le da igual todo lo demás. Una escena en la que se juntan la falta de educación, la prepotencia, la torpeza, el machismo y toda clase de prejuicios que usted quiere añadir, y que vuelve a tener a la UE tanto como protagonista como agraviado, en lo que parece una constante en un mundo en el que la falta de poder duro por parte de las instituciones europeas y las desmedidas ambiciones de ciertos gobernantes muestran que, en lo que hace a las relaciones internacionales, la diplomacia ni lo es todo ni es capaz de moderar a quienes no desean ser aplacados

Un turco, un belga y una alemana se juntan en un salón palaciego en el inicio de una escena que nada tiene de chistosa. El anfitrión, el sátrapa turco Erdogán, a quien pagamos una millonada para que haga de policía de fronteras y evite nuevas riadas de inmigrantes a la UE, recibe en su palacio de Ankara a los dos principales representantes de las instituciones europeas, el belga Charles Michel, presidente del Consejo, la reunión de jefes de estado y de gobierno de la UE, y la alemana Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, el gobierno ejecutivo de la UE. En la sala de recepción hay tres personas, pero dos sillones que presiden el espacio, pensados para dos personas, y obviamente una es el mandatario turco, que allí es Dios. Poco tarde Michel en ocupar el segundo de los sillones, dejando a von der Leyen quieta durante un momento, mientras que Erdogan ocupa el otro sillón, y la presidenta de la Comisión se ve forzada a sentarse en uno de los sofás que están a la vera de los sillones, concretamente el más cercano al del Michel. La escena es chocante, tiene un punto violento al poder comprobarse claramente el descoloque de von der Leyen y sus prisas por tratar de arreglar aquello rápidamente, mientras que Michel y Erdogan no parecen nada preocupados. Erdogan, en su interior, tiene que estar muerto de risa, satisfecho hasta el extremo de cómo ha coreografiado una puesta en escena que deja bien claro quién manda, él, quién obedece, la UE, y quién no pinta nada, ella. Por su parte, la actuación de Michel muestra una torpeza enorme, habiendo tanto caído en la trampa puesta por Erdogan como dejándose llevar por el instinto de ser él el que ocupe el otro sillón disponible. Ha sido el perfecto tonto útil de un movimiento que ha dejado a la presidenta de la Comisión como un auténtico patito feo, como si de un invitado ajeno se tratase, como de esos niños a los que se les ordena que salgan de la habitación en la que están los adultos, para que no molesten. Úrsula se queda, pero a sabiendas de que bien poco pinta en ese encuentro, que desde el principio se le ha dejado claro que nada aporta ni pesa, que como representante de un organismo al que el anfitrión desprecia, y como mujer, hecho que el anfitrión considera equivalente a la nada, su presencia es inocua, vacía, como si de parte del decorado se tratase, como esa mujer florero que cantaba Ella Baila Sola, ahora que el dúo de cantantes anuncia que vuelve. No tengo ni idea de qué se trató en la reunión ni de qué conclusiones se pudieron obtener, pero es casi seguro que Erdogan oyó, pero en ningún momento escuchó a von der Leyen, y lo hizo muy a conciencia. La verdad es que nada de esto es extraño si nos fijamos en la trayectoria de un autócrata que ha deshecho gran parte de las instituciones turcas, utilizado su ejército en ataques contra sus vecinos y desatado una represión interna en el país con su mezcla de autoritarismo e islamismo nacionalista. Despreciar a una mujer de una institución democrática occidental es para Erdogan, y los que son como él, algo que hasta les puede resultar estimulante, erótico, de un atractivo irresistible.

La Comisión ha protestado ante lo que se ha visto, y ha pedido explicaciones, que a buen seguro no serán dadas, porque todo está muy claro. Mario Draghi ayer declaró que lamenta profundamente la humillación sumida por von del Leyen y calificó a Erdogan de lo que es, dictador, en unas palabras poco diplomáticas que ya han provocado la llamada a consultas del embajador turco en Roma por parte de Ankara. Dijo Draghi lo que todos pensamos, aunque ese corsé que es la diplomacia nos obliga institucionalmente a no expresarnos así. Está por ver si el suceso tendrá más consecuencias, pero queda claro cómo son algunos de nuestros vecinos, y que el hacerse respetar por parte de la UE ante ellos es, como mínimo, un reto ante el que aún no sabemos cómo responder.

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