Ayer por la tarde la justicia anuló la candidatura de Toni Cantó y Agustín Conde como representantes en las listas del PP a la Comunidad de Madrid. No conozco el caso de Conde, pero no me ha sorprendido la decisión en el de Cantó, un curioso personaje devenido en cambiador de siglas que al par de días de dejar Ciudadanos y anunciar su abandono de la política se apunta a las listas madrileñas del PP sin que esté muy claro cuándo se empadronó en la Comunidad, requisito necesario para optar a ser candidato según la ley electoral regional. Esa misma ley ya pilló a Iglesias, obligándole a dejar su cargo en el gobierno antes de lo que él esperaba al impedir compatibilizar cargo y candidatura. Vaya con los profesionales de lo público.
Este ha sido el último esperpento de lo que llevamos de no campaña electoral madrileña, que ya es plenamente insoportable, y para la que nos quedan aún tres semanas que se harán eternas. Tres semanas en la que todo valdrá para todos con tal de ser utilizado contra todos. Que nadie espere propuestas o ideas, sólo veremos ruido y necedad en grado sumo. Que de ello se deriven episodios lamentables como el vivido la semana pasada en Vallecas durante un mitin de Vox no es sino el corolario obvio. Las masas se calientan por parte de los que siembran ruido y odio, y tarde o temprano alguna piedra vuela. En esa ocasión fueron los de extrema izquierda los que asediaron un mitin a los de extrema derecha, pero hubiera podido ser exactamente al revés, demostrando que cuando se antepone el adjetivo extremo a un sustantivo político da igual de que sustantivo se trate, que queda deshecho. La violencia política no es política, sólo es violencia. Las candidaturas de Madrid compiten en estridencia, eslogan y mensaje hueco. Los dos principales contendientes, Sánchez por Gabilondo interpuesto y Ayuso, escenifican la coreografía que les han diseñado sus augures electorales, Redondo y Rodríguez, chamanes que en vez de huesos y cenizas arrojan sensaciones y demoscopias, pero que son tan adictos al juego electoral como un yonqui a su dosis de droga. Redondo ha planteado estas elecciones en clave nacional y moviliza a todo el gobierno en ellas, llevando el riesgo de que una derrota de la izquierda lo sea plenamente del sanchismo. Ayuso, encumbrada al liderazgo por la incomparecencia de los propios y las campañas de los ajenos, actúa como la gran lideresa salvadora, corriendo en su último vídeo por todas partes, llevada por una prisa en la que gestionar no sirve si no lleva un rédito electoral asociado. Ganará, eso es seguro, pero está por ver si gobernará. Se lo juegan ambos chamanes al todo o nada y sus peones pueden ser sacrificados en la hoguera del recuento del 4 de mayo en un cara o cruz que no deja posiciones intermedias. Junto a ellos, el resto de candidatos quedan opacados, con una Mónica Garcia de Más Madrid que juega en clave regional y que no tiene perfil en los medios nacionales, un Edmundo Bal que, siendo el candidato más formado y competente, parece tener el aspecto de navegante del buque fantasma de los cuentos, condenado a vagar de arrecife en escollo hasta el embarrancamiento final, y de un Pablo Iglesias que convoca mítines para defender a la izquierda en la Vallecas en la que se crio pero la que no dudó en huir cuando empezó a amasar el dinero con el que soñaba desde su impostada pose de izquierdoso, logrando no mezclarse con los trabajadores, que él califica de cretinos. Sorprendentemente sigue engañando a más de uno. Este es el panorama al que se enfrentan los votantes de la Comunidad de Madrid (no es mi caso) y el que todos tenemos que sufrir con intensidad si ponemos durante algunos segundos la atención en algún medio de comunicación, donde muchos de ellos ya están en campaña desatada.
¿Consejo? Trate de aislarse, de cambiar de canal cuando salga el tema y de no darle importancia a nada de lo que pase en estas semanas. El nivel de ruido, manipulación, mentira y zafiedad irá subiendo (sí, sí, aún puede ser mayor) hasta la noche electoral, en la que veremos sonrisas y lágrimas y a ninguna Julie Andrews. La duda sobre la gobernabilidad de la región, los daños en la estrategia del gobierno y el dulzor o amargura de una complicada victoria se dilucidarán entonces. Lo demás, hasta que el recuento esté avanzado, van a ser toneladas de basura, de las que será mejor huir. Si le gustan las series, le da tiempo a ver algunas de esas miles de series que muchos medios dicen que son obligatorias de visionar en apenas semanas.
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