Con la confirmada subida de positivos que da por cierta la temida cuarta ola, que algunos negaron, el coronavirus volverá a ser el centro de la actualidad, con permiso de la batalla en el barro madrileño, pero hay varias zonas del mundo en las que la tensión está creciendo desde hace días sin que nos estemos dando plena cuenta de ello. A ver si a lo largo de esta semana me puedo dar una vuelta por varios de esos sitios para echar un vistazo, y es que cuando estemos vacunados y festejando el final de esta pesadilla esos problemas seguirán ahí, enquistados. Viajemos hoy a oriente medio, a un lugar polvoriento en Irán llamado Natanz, que no sonará a muchos. Grave error.
En Natanz se encuentra el principal complejo de investigación nuclear iraní, unas instalaciones en la superficie y bajo tierra en las que el régimen de los Ayatolas lleva tiempo investigando e invirtiendo dinero, presuntamente con fines civiles, para desarrollar combustible para futuras centrales productoras de electricidad, pero como todo el mundo sabe, el objetivo del programa es militar. Es una de las principales piezas sobre las que se establece la estrategia de defensa y seguridad persa, y su control era una de las claves del famoso acuerdo nuclear firmado por Irán y una entente de países hace algunos años, que languidece desde que Trump decretó que EEUU se lo saltaba. En esas instalaciones se han vivido todo tipo de “problemas” e incidentes, el último este fin de semana, cuando se fue la luz por lo que, a todas luces, un sabotaje provocado por las fuerzas de espionaje israelí, que cada cierto tiempo realizan acciones espectaculares, quirúrgicas o no, que tratan de obstaculizar los pasos que dan los persas para alcanzar la bomba. Más allá de acuerdos y negociaciones, Israel nunca va a permitir que una nación como Irán, que jura que uno de sus objetivos es acabar con el estado de Israel, se haga con armamento nuclear, y hará todo lo necesario para ello. El asesinato de responsables del programa nuclear, el ataque a instalaciones de enriquecimiento mediante virus informáticos o, como esto último, bloqueos en el suministro de energía, y así incontables acciones propias de películas de espionaje en las que Israel deja clara su voluntad, y explicita al mundo que, haya acuerdo entre potencias o no, si el desarrollo nuclear iraní sigue en pie se encargará de impedirlo. No sería la primera vez que el ejército hebreo realiza acciones de ataque a naciones terceras para lograr, por la pura fuerza bruta del bombardeo, la destrucción de instalaciones que puedan servir para desarrollos potencialmente peligrosos para la seguridad de la nación. Este incidente de NAtanz ha coincidido con la reactivación de conversaciones en Viena entre Irán y un grupo de naciones, EEUU y algunas europeas entre ellas, con vistas a retomar algunos de los puntos del antiguo tratado nuclear, ahora que la nueva administración Biden se muestra partidaria de volver a él. Está por ver qué saldrá de esas conversaciones, empezando por el hecho de que la fiabilidad de lo pactado ya no sólo está en entredicho por los posibles bandazos de un régimen dictatorial como el iraní, sino también por los cambios de actitud de la otra parte. La ida y vuelta de EEUU introduce un factor de inestabilidad global que antes, sencillamente, no existía. Irán acude a esas negociaciones no por gusto, sino por necesidad económica, dado que las sanciones impuestas por la anterior administración Trump y las que se promulgaron antes de la firma del primer tratado, le hacen mucho daño. Su economía es débil, dependiente en gran medida de la exportación de petróleo, y la pandemia le ha hecho daño en un sector, el del turismo, que no era poca cosa. Es la ruina lo que fuerza a los jerarcas de Teherán a sentarse a negociar, no el deseo ni la querencia. Y todos estos factores provocan que los posibles acuerdos que de ahí salgan sean débiles, y sometidos a enormes presiones que pueden darlos al traste. Compran tiempo, sí, aplazan el futuro del arma nuclear persa, la alejan del calendario, pero día a día el proceso de investigación iraní avanza pasos que, llegado el caso, pueden ser irreversibles.
En la zona la tensión sigue siendo muy elevada, aunque la pandemia ha hecho que cada nación tenga que centrarse en sí misma. El balance de las guerras regionales ha sido muy positivo para Teherán, que ha logrado dominar algunas zonas estratégicas y posee milicias que actúan a su favor. Frente a ellas, Israel ha firmado acuerdos con monarquías del golfo que hubieran sido impensables hace no mucho tiempo, monarquías que siguen invirtiendo fortunas en armamento norteamericano de máxima tecnología pero que se muestran completamente incapaces de usarlo ni de hacer frente a sus propios retos de seguridad. La zona seguirá siendo fuente de conflictos en el futuro, y más nos vale que se queden en regionales.
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