Vivimos tiempos de coronavirus tranquilos en España, con una incidencia acumulada a 14 días del orden de los 40 45 casos por cien mil, lo que es un valor muy manejable, y próximo a ese umbral de 25 que se considera como riesgo bajo. La alta tasa de vacunación lograda entre todos, con el sistema sanitario en cabeza ha contribuido notablemente a lograr este éxito, que lo es en todos los sentidos imaginables. Frente a esta realidad apacible, en el este de Europa las cosas van muy mal, con unos mil muertos diarios en Rusia (cifras oficiales, a saber lo que pasa en realidad) y naciones como Rumanía o Bulgaraa con datos de contagios y fallecimientos como en nuestros tiempos más amargos.
La situación más interesante, con todos los matices que quieran darle al término, se vive ahora mismo en Reino Unido. Ese país ha sido un ejemplo perfecto de malas prácticas en la gestión de la pandemia y muestra cifras globales de fallecimientos por millón de habitantes que son superiores a las nuestras, si les sirve como guía de medida. Allí, tras un inicio fulgurante de la campaña de vacunación y un estancamiento de las personas inoculadas con la pauta completa en torno al 66% (aquí estamos en el 80%) se decretó por parte del gobierno de Boris Johnson el fin de la pandemia en el entorno de mediados de junio, creo recordar, levantando prácticamente todas las restricciones. Creo que se mantiene el uso de mascarillas en interiores, pero no estoy seguro. En ese momento los casos descendían en aquel país y las consecuencias hospitalarias y mortuorias con ellos. Reino Unido iba por el buen camino. Ahora las cosas son distintas. Ayer en esa nación se volvieron a alcanzar cifras de contagio como no se veían desde hace meses, superándose la barrera de los 50.000 en una sola jornada. Los datos de mortalidad que muestra el país en su balance diario oscilan entre el muerto y medio y los dos por millón de habitantes, lo que equivaldría a que en España fallecieran al día unas setenta personas, cosa que no sucede ni de lejos. Las autoridades del país han informado que han detectado una variante evolucionada de la Delta, predominante allí, aquí y en gran parte del plantea, que resulta ser aún más contagiosa que la original, aunque como todas las conocidas, las vacunas pueden con ella. Eso sí, si el número de personas que quedan sin vacunar es alto, y la transmisibilidad del virus es mayor que la conocida, las consecuencias de tener decenas de miles de casos nos pone ante un escenario difícil. La mortalidad efectiva del virus puede ser mayor o menor pero, suponiendo que no cambia, si manda más personas a urgencias por el mero hecho de que contagia a más colapsará antes lo servicios sanitarios y será más efectivo liquidando gente por el mero hecho de la acumulación de casos. Johnson, que ha sido u buen ejemplo a lo largo de esta crisis para ver lo que no hay que hacer, empieza a recibir presiones por distintas vías para que reestablezca restricciones en el país, tanto de aforos como de distancias y mascarillas, pero es muy reticente a ello. Con las navidades casi llamando a las puertas la sensación que había en aquel país era la de haber terminado la pesadilla del Covid, y ahora todo esto puede generar aún más frustración si cabe. Visto lo visto, lo mejor que pueden hacer los británicos, además de autoprotegerse, es vacunarse. La vacuna es lo que ha cambiado las reglas del juego de la epidemia en todas las naciones donde ha llegado, haciendo caer la mortalidad mucho o muchísimo, en función del número de personas inmunizadas, y es la principal arma que tenemos ante la enfermedad. Gobierno y servicio sanitario británico debieran intensificar todos los esfuerzos posibles para lograr vacunar cuanto antes a la mayor cantidad de población que aún no ha sido pinchada. Se acerca el frío, el tiempo de interiores, gripes y catarros, y vacunar debe ser una obsesión global.
Resulta curioso, y triste, observar como el Reino Unido parece estar siendo sometido a una especie de reedición de las siete plagas, dado que la combinación entre coronavirus y Brexit le está causando todos los problemas sanitarios, económicos, logísticos y sociales que uno pudiera imaginar, llevando el lema de aquel tema de los Sex Pistols “Anarchy in UK” a convertirse en una cruda realidad. Hay un extendido sentimiento fuera de sus fronteras de “schadenfreude” esa expresión alemana que significa alegría ante la desgracia ajena, algo así como la antiempatía, pero ver que ellos lo están pasando mal, en gran parte por errores propios, debe aleccionarlos al resto para no cometer más de en los que ya incurrimos cada día. Ojalá se recuperen.
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