Una de las primeras decisiones que tomó Isabel Díaz Ayuso cuando arrasó en las elecciones regionales de mayo fue la de crear una nueva Dirección General para promover el idioma español y convertir a Madrid en su capital, quizás frente a la seria competencia de Kiev y Seattle. Al frente colocó a Tony Cantó, un curioso personaje que ha cambiado más y más rápido de partido que muchos usuarios de noviazgos en Tinder. El puesto, con un sueldo de bastantes decenas de miles de euros, sólo era una excusa para pagar el último ejercicio de transfuguismo del actor y nada tenía que ver con la necesidad del cargo. Es lo que se llama montar un chiringuito para los amigos a cuenta del erario público. Todas las críticas que se le hicieron a Ayuso en aquel momento por esa decisión fueron acertadas y justas.
Si no querías caldo, toma dos tazas. Tras el ejemplo de Ayuso sobre lo que NO hay que hacer, la nueva elección de cargos de confianza del Ministerio de Igualdad de Irene Montero muestra exactamente el mismo comportamiento, o si quieren ustedes decirlo de otra manera, la misma sinvergonzonería. Como el Ministerio es más que un gobierno regional, coloco a tres en vez de a uno. En este caso los agraciados, Isa Serra, Carlos Sánchez Mato y Celia Mayer, son miembros de Podemos desde el principio de la formación, alineados con la corriente oficialista de Pablo Iglesias como los que más, y de su gestión en las distintas administraciones lo único que ha supuesto para sus currículums es una retahíla de antecedentes judiciales por prevaricación y enredos similares. Sabe tanto Cantó del puesto que le han creado como estos tres de los suyos, nada d nada. Y lo que es más importante, no necesitan saberlo, y no van a hacer nada para ocultarlo, porque sólo les han colocado por ser amigos de quién decide a quién se le coloca. Estos dos ejemplos, que se producen en dos supuestos extremos del arco ideológico, vuelven a poner de manifiesto que, en general, muchos de los que llegan al poder en España lo ven como un medio extractivo para sacar dinero, colocar a los suyos y arreglar su vida personal, al menos la parte económica. Apenas se ven compromisos en los que se muestre un apego a las necesidades de los electores, en todo caso se disimula, y sí una capacidad manifiesta de engorde de las arcas públicas para el propio beneficio. Los presupuestos, sean regionales o ministeriales, se engordan de manera artificial con cargos y sueldos de personas que no valen nada, que han sido colocados sólo por ser “amigos de” y que, como buenos parásitos, se dedican a esquilmar la caja con el beneplácito de sus superiores, que para eso les han puesto allí. Qué mejor que pillar juntos, se dirán los que en este tipo de acuerdos se llaman para colocarse, para crear un despacho, una oficina de nulo valor, de alto coste y necio significado. Algunos vistes sus decisiones de liberalismo y visión conservadora, otros de comunismo o izquierdismo extremo, pero en el fondo lo único que ven son euros, los muchos que les llegan a final de mes a cuenta de los impuestos que ellos, usted y yo, pagamos cada vez que compramos una piruleta o nos hacen una retención en la nómina (a los afortunados que la tenemos) o aumenta la cuota de autónomos a los que viven de su propio desempeño…. Es muy cómodo cobrar sin hacer nada, seguro que casi todo el mundo diría que sí a ello, pero es necesario esconderlo un poco, porque el que cobra trabajando se puede sentir, con toda la razón, engañado. Por ello quienes actúan de esta manera requieren que haya terceros que les cubran, que vendan discursos y mensajes en los que se justifiquen decisiones arbitrarias e injustas como los enchufes, para que sean digeridos por la opinión pública, usted y yo, que somos los que pagamos las nóminas. Esto se relaciona un poco con el tema del artículo del viernes, los periodistas que se venden a un partido para ver si pillan algo. En muchos casos aspiran directamente a ser ellos los enchufados (y no pocas veces así es) y claro, si hay que publicar o narrar mentiras para defender a quienes ahora están colocados y pueden acabar colocándome a mi, se hace sin ningún reparo. Da igual la presunta ideología que ampare a mis “jefes”, lo que importa es el dinero que podamos sacar de ellos.
Todo esto genera muchas frustraciones entre los que, pongamos usted, querido lector, trabajan día a día para sacar su vida, y en no pocos casos con la duda de si el mes que viene habrá nómina o el negocio facturará. Este comportamiento enchufista ha sido estudiado por la ciencia económica, y Acemoglu y Robinson consiguieron ponerle el impactante nombre de “élites extractivas” a aquellos que, gracias a su acceso al poder, logran detraer recursos de una sociedad para su propio beneficio, en detrimento de la colectividad, de la justicia y de las obligaciones de su desempeño. Así es, con una pega, que es que apodemos como “élite” a los personajillos que, en nuestro país, colocan y son colocados. Les queda muy grande esa denominación a semejante grupo de mediocres.
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