Esta
semana hemos asistido, en el parlamento de Estrasburgo, al
diplomático pero férreo enfrentamiento entre el primer ministro Polaco, Mateusz
Morawiecki y la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Layen, a
cuenta de las decisiones tomadas por el constitucional polaco, que constituyen
un golpe muy serio no exactamente al proyecto de la UE, pero sí al papel de
Polonia en él. La sentencia del tribunal dictamina que la primacía del derecho
nacional es incuestionable frente a lo que dictan los tratados y normativas de
la Unión, y esto supone una violación de los compromisos por los que Polonia, o
el resto de naciones, se adhieren a la UE, o a cualquier otro tratado
internacional, que exige su ratificación por parte de los que a él se agregan,
asumiendo lo que dice ese tratado como propio.
Resulta duro comprobar el enorme error, el inmenso error que están cometiendo algunas de las naciones del este de Europa, cuya ampliación, costosa y controvertida, fue vista como un éxito cuando se produjo, por motivos obvios de reencuentro tras las décadas de dictadura soviética que los separaron del resto del continente, pero que con el tiempo se ha comprobado como un proceso mucho más bronco y conflictivo de lo que se esperaba. Varias de esas naciones han visto como en su seno han surgido poderosos movimientos populistas, en este caso nacionalista extremos y de ideología derechista, que han buscado, como hacen todas las formaciones populistas, cercenar las libertades e imponer una uniformidad que sólo existe en sus estrechas mentes. Los roces con las autoridades europeas empezaron al poco de que estas formaciones tocaran poder y, si el caso de Hungría ha sido el más sonado de todos, el más relevante es el de Polonia, que resulta ser una nación mucho más grande, más poblada y, económicamente, la de mayor potencial de la zona. Fronteriza con Alemania, la simbiosis entre las empresas de uno y otro lado de la raya ha crecido con fuerza a medida que la entrada de Varsovia en la UE unificó reglamentaciones y levantó barreras. Ello, junto con el enorme caudal de fondos europeos de desarrollo, ha provocado que la economía polaca haya vivido muchísimos años de crecimiento económico, paliando en parte el enorme atraso del que partía tras ser aplastada y saqueada por el régimen soviético durante décadas. Polonia es un caso de éxito de la economía social de mercado en un espacio de libertades, de la ventaja de ocupar una posición centrada en una UE que viró al este cuando se produjo la ampliación, de poseer una población formada y laboriosa. Polonia fue la primera de las naciones del bloque del este en la que se produjo una oposición social a la dictadura comunista. Allí, en Gdansk, en los antaño inmensos astilleros, surgió Solidadirad, el sindicato de Lech Walesa, que buscaba proteger a los trabajadores navales de las duras condiciones que les imponía el régimen y, también, buscaba un espacio de libertad en medio de la opresión. La historia de Solidaridad, de su crecimiento como movimiento libre, del impulso social que creo y de la fuerza que llegó a adquirir frente a la dictadura es una de las más conmovedoras y hermosas de la reciente historia europea, y puede presumir de haber culminado con éxito. Se benefició de una URSS que, aunque no lo aparentaba, ya se empezaba a desmoronar y no era capaz de volver a sacar los tanques por las calles polacas como lo hizo en Praga en 1968. Doce años después los demócratas polacos veían que su régimen se agrietaba porque, por así decirlo, en el Mordor que era la URSS el poder del mal se debilitaba, se agrietaba el faro oscuro de Moscú. En esos años, Polonia supuso un lugar de esperanza para muchos, y la clave de bóveda que, con su caída, precipitó el colapso de las dictaduras que se encontraban al otro lado del telón de acero. Algunos de esos derrumbes fueron sangrientos, como el de Rumania o, sobre todo, la antigua Yugoslavia, pero en Polonia la libertad triunfó a lo grande.
Por eso, ver ahora la actitud del gobierno polaco resulta deprimente, muy triste, y lo es mucho más si se explora la historia polaca del siglo XX en su conjunto, un tiempo en el que los ciudadanos de esa nación han sido masacrados, exterminados, tanto por alemanes como por rusos, y donde la libertad apenas ha durado años contados entre largas y opresivas dictaduras. Nunca Polonia ha tenido una oportunidad tan grande como la que le brinda la UE de ser una nación libre, próspera y acompañada, frente a los riesgos que existen en nuestro mundo de hoy. Allí Rusia está muy muy cerca, y algunos populistas ven a China como el socio protector que deja hacer frente a una UE intervencionista. Espero que el gobierno y la sociedad polaca recapaciten y sean conscientes del enorme error, histórico, que están cometiendo.
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