La decisión de Meritxell Batet de quitar el escaño a Alberto Rodríguez para cumplir la sentencia de inhabilitación dictada por el Supremo ha sido la última, últimísima dado que se suceden, excusa para desatar una nueva bronca entre los socios de gobierno que mantienen un ejecutivo completamente disfuncional. El sector Podemos amenazó con presentar una querella contra la propia Batet, cosa que luego se transformó en una amenaza de querella personal del propio exdiputado, y no del conjunto de la formación. Tras la decisión de Rodríguez de abandonar Podemos se ha sabido que va a recurrir ante el Constitucional para defender sus derechos, pero que no parece que, finalmente, vaya a querellarse contra Batet. Entre medias, cruces de acusaciones y tuits de los morados, algunos de ellos ministros, diciendo cosas absurdas y totalmente falsas.
En esta misma semana, de la bronca Rodríguez, se ha vivido también un nuevo episodio del gran enfrentamiento entre Yolanda Díaz y Nadia Calviño a cuenta de la reforma de la legislación laboral. Díaz, elevada a los altares por algunas encuestas y medios afines, que ya la sitúan como la nueva estrella de la izquierda, sigue empeñada en deshacer la reforma laboral que aprobó el gobierno de Rajoy en 2012, lo que es muy coherente con sus postulados políticos, pero que la enfrenta no sólo a la realidad del mercado laboral español, uno de los más ineficientes e injustos del mundo, sino sobre todo, en la coyuntura actual, a las autoridades europeas, que han condicionado la cesión de los fondos de recuperación a que el gobierno se comporte de manera seria en temas como legislación laboral, pensiones y deuda. La interlocutora con la UE es Calviño, que no hace muchas declaraciones pero que actúa, y eso solivianta a Díaz y al sector Podemos, que la apoya aunque sepa que ella ni es de Podemos y aspira a quedarse con ese electorado deshaciéndose de la marca. Esta bronca en el gobierno no es nueva, se vive desde el principio, porque parece que quedó claro tras el acuerdo entre Sánchez e Iglesias que el primero de ellos es el presidente pero que el gobierno son dos, y que cada sector tiene independencia en sus temas. Es una situación absurda, pero hechos como la remodelación de carteras efectuadas antes del verano, en la que Sánchez sólo tocó ministerios en manos de los socialistas, así parecen corroborarlo. Sánchez gobierna como el gobernante que más se ha creído en el poder de la propia figura presidencial mientras que no es capaz de meter en vereda a un sector de su gobierno que, con hechos y declaraciones, se muestra completamente fuera de la realidad social y legal de lo que corresponde a un país occidental. Hay algunos que opinan que, realmente, lo que hace Sánchez es encarnar lo más posible la acción pragmática del gobierno y dejar que Podemos se regodee en escándalos y sea percibido como el causante de la agitación que se vive en el ejecutivo. De cara a unas futuras elecciones, la táctica socialista será la de presumir de los logros conseguidos y echar en cara a Podemos los problemas, disfunciones y errores. En toda coalición hay problemas, debidos obviamente a que son más de uno los que quieren el poder y la lucha por imponerse es constante, a veces a cara descubierta, siempre de forma larvada. En la actual coalición gobernante se sigue viendo un patrón claro, con una parte, el PSOE, que es un partido de gobierno, de poder, extraño tras la llegada del césar Sánchez al mandato de las siglas, pero que comanda una estructura territorial amplia y con tentáculos en empresas y medios, mientras que el otro socio, Podemos, sigue creyendo más en el antisistemismo que en las instituciones, en la bronca que en el pacto, en el discurso populista que en los argumentos. Con una estructura desarbolada, deshecha en muchas regiones, la marca morada está débil, y lo saben ellos, empezando por la propia Yolanda Díaz, que busca como trascenderla para el beneficio de la izquierda por ella entendida y, sobre todo, para beneficio propio. Por eso Yolanda es una buena política. Y por eso es temida por Podemos y el PSOE.
¿Causarán estas broncas una ruptura de la coalición y el adelanto electoral? Sí, pero no ahora. Ambas formaciones saben que ira ahora a elecciones es un nefasto negocio, porque ellos saben lo que dicen las encuestas de verdad, no los panfletos del pobre CIS, y se arriesgan a perder el poder. Legalmente las elecciones no serían hasta noviembre del 2023 y no es previsible que nada las haga adelantare durante lo poco que nos queda de 2021 y todo 2022. La realidad, asombrosa, puede hacer que toda esta previsión se vaya a la porra, y que el comportamiento escorpión de Podemos, o cualquier otra cosa, haga naufragar al gobierno, pero lo lógico, si de algo sirve ya ese concepto, es que las broncas sigan sin llegar a las manos.
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