Lo que tienen las crisis de hoy en día es que se desarrollan a una velocidad de vértigo, que arrolla a sus protagonistas y enloquece a quienes la siguen. El viernes la pugna entre Casado y Ayuso estaba en aparentes tablas, con el líder del partido habiendo sido muy duro en una entrevista en la Cope, ventajas de jugar en casa, y la líder popular, con p minúscula no de partido y sí de potestad, respondiéndole a sus acusaciones, mostrando información de las comisiones cobradas por su hermano en los contratos de la polémica. Este pulso en lo alto era ya demasiado intenso como para que se mantuviese sin que uno de los dos cediera, o simplemente cayese. Y eso parece que puede suceder hoy.
El sábado Casado reculó, donde veía un grave problema de corrupción y de imagen empezó a ver algo que no era ni grave ni éticamente reprobable. Probablemente presionado por los mayores de su partido y por cargos de todo el país, que ven como la estructura a la que defienden, y de la que viven, se desmorona, sienten la alarma del vacío bajo sus pies, y desean que todo este espectáculo se acabe de una vez. Ayer domingo, con la resaca de la rectificación de Génova, una manifestación ruidosa tuvo lugar a las puertas de la sede de la formación, en la que los convocados glorificaban a Ayuso y se ciscaban en la madre de todo el que pasase por allí, empezando por Casado, claro, objeto principal de sus odios. Esa manifestación fue puro Berlanga, el uno contra sí mismo, la histeria del fan que adora a su estrella contra el mundo que no la valora, y especialmente contra los jefes de la estrella. A lo largo del día, más allá del ruido generado por esa convocatoria, la figura de Casado empezaba a desdibujarse. Si el sábado parecía que el cese de su segundo, Teodoro García Egea, como responsable de la cutre trama de espionaje, podía ser la pieza de caza que contentase a la jauría, a medida que avanzaba el festivo quedaba claro que el propio Casado ocupaba un liderazgo que se desmoronaba por la vía de los hechos, por el mero rechazo de unos y de otros a su gestión y, también, por el silencio clamoroso de los que, si le apoyan, no se manifestaban. Los medios de la derecha, normalmente disciplinados, empezaron ya el día dejando clara su posición, con El Mundo retirando su apoyo a la ejecutiva de Génova, pero fue significativo que a media tarde ABC sacase en la web una editorial extraordinaria en la que pedía la renuncia de Casado. El resto de medios de esa ideología ya eran ayusistas desde antes de esta crisis, cuando no directamente “voxeros”, y se ha visto cómo los periodistas, sometidos en este caso a la disciplina de voto a la derecha (sí, también ocurre lo mismo a la izquierda, y sí, eso no es periodismo) tenían que escoger bando, y de la división del viernes y los silencios generales se ha pasado a un alineamiento total en contra de la figura de un Casado que ya no manda en el partido, sito en un estado comatoso. La encuesta exprés que publica hoy El Mundo es un clavo más en el ataúd de un dirigente que, o no ha podido o no ha querido gestionar esta crisis, pero lo que está claro es que no ha sabido. Las voces de los mayores del partido, además de su frustración absoluta, abogan por retirar a Casaso y no entronizar a Ayuso, escogiendo una vía intermedia en un congreso extraordinario, en lo que se conoce como la tercera vía o solución Feijóo, de tal manera que sea el líder gallego, experimentado y serio, el que ponga orden en el caos en el que los dos críos celosos han sumido a la formación. Para que eso se produzca un primer paso se puede dar hoy, dado que esta mañana se reúne el comité de dirección en Génova, comité compuesto por fieles a Casado, nombrados por él, pero que empiezan a no ser dirigentes de nada. El único objetivo de un partido político es ganar elecciones y llegar al poder, por eso los que no lo logran con reiteración acaban desapareciendo, y tras lo sucedido estos días el PP se ha dejado millones de votos, algunos con destinos claros, otros no tanto, y su supervivencia está en juego.
Casado y Ayuso han pecado de ser críos ambiciosos, a los que les da igual la ideología, y menos aún los problemas de la sociedad a la que dicen deberse (en esto último no se diferencian de ningún otro político). Elevados a posiciones de poder sin conocimiento ni talla para ejercerlos, los celos mutuos los han consumido, y en esta batalla de infantiles egos Ayuso ha demostrado ser más lista que Casado, tener mejor instinto para detectar cómo hacer sangre y cuenta con un respaldo electoral del que carece el presidente nominal. Corren ambos el riesgo de cargarse el partido que les ha llevado hasta donde están, pero les da igual, sobre todo a Ayuso, cuya marca propia es tal que le permitiría volar por libre si hiciera falta. Su futuro es posible, el de Casado ya no, y cuanto más se resista a ello peor. Así de cruel es esto.
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