Otro amanecer vacío en Madrid, vacío no porque la luz no lo llene todo, sino precisamente porque no hay nada que se lo impida. La secuencia de días perpetuamente despejados que vivimos en este 2022 es tan persistente como tediosa. Hace una semana y media tuvimos algunas nubes que aguataron gran parte de la mañana, pero a medida que avanzaba la tarde se deshicieron, quedándose en apenas susurros a la puesta del Sol, incapaces de servir de fondo de algún contraste cromático. Derrotadas por el anticiclón, se inmolaron al caer la noche y, ésta, volvió a ser despajada y rasa, llena de estrellas.
El último día que llovió en Madrid fue el 5 de enero, en la cabalgata de reyes, que también hay que ser casual para ello, y desde entonces nada de nada. En el resto del país casi se puede decir lo mismo. En el norte llovió con ganas casi después de reyes, registrándose algunas inundaciones locales en pueblos del País Vasco, pero luego apenas nada. Un par de días de esos de sirimiri que medio riegan el césped pero que no calan en el terreno, y nada más. En zonas de levante ha habido jornadas de viento de mar que ha acumulado días de nubosidad abundante, pero sin apenas precipitación, más allá de lo que algún efecto orográfico haya permitido que se condense y caiga, por lo que el balance global para el país es desolador. A esto se le debe sumar que desde el inicio del año hidrológico, octubre, tampoco es que las precipitaciones estuvieran por encima de la media, más bien por debajo, por lo que había ya reservas bajas en determinadas cuencas. Ahora mismo son pocas las que no presentan porcentajes de ocupación que no sean preocupantes. A la falta de lluvia se ha sumado un calor poco habitual, de día, para estos meses iniciales del año. La secuencia de Sol y noches despejadas ha dejado constantes y duras heladas en gran parte del país, pero registros muy altos en las horas centrales del día, que han ido escalando a medida que la duración de la jornada crece, dado que ya hemos dejado muy lejos el mínimo solar de diciembre y vamos corriendo camino del equinoccio de marzo, en apenas cinco semanas. Este fin de semana y lunes un frente atlántico logrará romper la monotonía y hará que llueva algo en gran parte del país, sobre todo en el noroeste y menso en el sureste, como es habitual en estas configuraciones, pero todo apunta a que va a ser un breve paréntesis en medio de la monotonía. Los modelos de medio plazo siguen marcando anomalías positivas de presión que se traducen en forma de persistente anticiclón de bloqueo, que nos afecta a nosotros de lleno y a gran parte de Francia y el Mediterráneo occidental. Existe la probabilidad de que esos modelos fallen, sí, pero la verdad es que es escasa, y que en el rango temporal estimado se produzcan algunos días de lluvia no supondría una alteración de la tendencia. Lo que resta de febrero, una vez que pase el frente de este fin de semana, y marzo, se prevén secos o extremadamente secos en casi toda España, con respecto a lo que es normal según el promedio de datos de 1980 a 2010, así que la situación de sequía que afrontamos no irá sino a peor. En principio el abastecimiento de agua para consumo humano está garantizado en un horizonte de muchos meses, pero recordemos que el principal destino de nuestros embalses no es sólo que los humanos consumamos su agua, que también, sino que sirvan como fuente de riego para cultivos. Las extensiones de regadío son las mayores consumidoras de agua de España, y se enfrentan a unos meses crudos, en los que empieza a verse en riesgo su abastecimiento. Sin el riego esos campos se mueren, y con ellos los cultivos, los negocios, las economías y todo lo que de ellos depende. La sequía puede salir muy muy cara.
Sequía y España son casi sinónimos, el régimen de lluvias en nuestro país es muy irregular y, por lo general, tiende a la crueldad, alternando épocas de escasez con trombas que son muy dañinas. Las sequías son procesos lentos, que no se sabe muy claro cuándo empiezan peor que se perciben plenamente cuando se producen, y que pueden acabarse en un plazo de tiempo rápido si se producen temporales consistentes. Si no llueve poco se puede hacer, salvo ahorrar todo lo posible y tratar de optimizar los recursos que vayan quedando, y pensar que en un escenario de cambio climático el estrés hídrico es algo que va a ir a más. Más nos vale que llueva en primavera, porque lo normal es que en verano no lo haga.
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