Llevaban tiempo advirtiendo los norteamericanos que la decisión de atacar Ucrania por parte de Rusia era firme, y que todo era cuestión de tiempo. La acumulación masiva de tropas en la frontera no tenía demasiado sentido si no era para algo más que la mera disuasión. Se decía también en muchos círculos que Putin no iba a actuar hasta que terminasen los juegos olímpicos de invierno, que se desarrollaban bajo la soberanía del socio chino, y que por ello no iba a restar ni protagonismo ni empañar esa tregua olímpica que se considera clásica en la esfera internacional. El tierno Vladimiro no ha esperado ni un día tras apagarse el pebetero de invierno.
Ayer por la noche hizo un discurso a la nación rusa en el que se pudieron escuchar cosas asombrosas, dentro de la retórica nacionalista que encarna Putin, que estremecen a la par que resultan aborrecibles. La esencia del mensaje es que Ucrania no tiene derecho a la existencia como nación, porque no es sino un constructo de la era soviética, una entidad artificial creada en su momento y que no tiene sentido fuera de la experiencia de lo ruso. Puede deshacerse de la misma manera que ha sido creada y ese es el fin último de las medidas del gobierno que Putin dirige. Calificó al régimen de Kiev de marioneta al servicio de las potencias occidentales y denunció los genocidios, sí, literalmente, que las autoridades y militares ucranianos practican sobre las poblaciones rusófilas del este del país. Amparado en una retahíla de mentiras históricas pronunciadas con la rigidez y seriedad a la que acostumbra Putin en sus decorados palaciegos del Kremlin, anunció que reconocía la independencia de las regiones de Donest y Lugansk, en disputa desde hace años, otorgándoles una soberanía que él mismo acababa de excluir para el conjunto de la nación ucraniana, y decretando el amparo económico y militar que la federación rusa estaba, desde ese momento, dispuesta a concederles como territorios reconocidos. Con la firma de este decreto Putin se cargaba los acuerdos de Minsk, la base sobre la que se ha mantenido el estatus quo en la zona durante años, que estipulaban la necesidad de conceder un grado mayor de autonomía a esas regiones, pero dejando claro en todo momento que pertenecían a la nación ucraniana, que no eran algo distinto a ella, y que la soberanía de esos territorios no estaba en disputa. Si la gestión y la gobernanza de los mismos, pero no la titularidad de la nación a la que están adscritos. Con el reconocimiento de Putin Rusia directamente viola las fronteras establecidas y reconocidas internacionalmente de una nación, Ucrania, y determina que esos lindes internacionales no son para ella restricción alguna, porque es la propia Rusia la que determina hasta dónde llegan sus lindes y, más allá, su espacio de influencia. De esta manera el kremlin rompe las normas escritas, y tácitas, que rigen en Europa desde el final de la segunda guerra mundial, que basan en la soberanía de los estados y el respeto a las fronteras que resultaron de aquella brutal contienda los datos de partida inequívocos que todos los actores deben respetar. Durante décadas las naciones sometidas al imperio soviético eran títeres, de facto marionetas controladas desde Moscú, pero sus lindes no se vieron alterados. Tras la caída de la URSS se produjeron algunos cambios en esta distribución espacial, especialmente con la pactada separación de Chequia y Eslovaquia y las sangrantes guerras en los Balcanes tras la implosión de Yugoslavia, pero el mapa permaneció relativamente estable. En 2015, tras la revolución del Maidan, Rusia realizó la primera gran modificación de ese mapa con la anexión de Crimea, y hoy hace un segundo intento de cambio, en una jugada de enorme riesgo para todos, estemos a miles de kilómetros del Donbás o justo al lado.
La decisión posterior a la firma de Putin, anunciada por el Kremlin, de movilizar a las tropas rusas sitas en la frontera para que penetren en los territorios recientemente reconocidos para garantizar la paz y estabilidad frente a las agresiones ucranianas no es sino el ejercicio de invasión de la nación ucraniana tantas veces anunciado. Ahora, ya sin soldados de falsa bandera, unidades militares regulares rusas avanzan sobre esas dos provincias fronterizas, en un acto de invasión territorial puro y duro, y no está claro hasta dónde pretenden introducirse en el terreno ucraniano, pero es poco probable que se limiten a los espacios más próximos a lo que hasta ahora era el límite entre las dos naciones. Ucrania, invadida, contestará de alguna manera. Y sí, esto es una guerra, provocada por Vladimir Putin.
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