Escribo hoy el blog desde casa, como en los tiempos de confinamiento pandémico, pero no por motivos sanitarios, sino porque en torno a las ocho y media de la mañana tengo cita en una de las oficinas del ayuntamiento de Madrid para darme de alta en el padrón municipal, por lo que tras casi dos décadas de residencia efectiva en la capital, y por culpa del desastre administrativo que aflige a gran parte de los que vivimos en España y que nadie quiere arreglar, me veo forzado a hace este trámite. Dejaré de figurar en el registro del ayuntamiento de Elorrio y pasaré a ser uno de los millones que estamos en el de esta gran y compleja ciudad donde los ex no salen a tu paso, los tengas o no.
Si recuerdan, hace un
año le narré el chuco episodio de la solicitud de la tarjeta de desplazado sanitario
para poder acceder a la vacunación del Covid, cosa que logré no sin antes recibir
una buena reprimenda en el centro de salud en el que hice ese papeleo. Al menos
aquel trago sirvió para poder adquirir las dos primeras dosis de vacuna, pero
la vigencia de ese desplazamiento caducó bastante antes de que las campanadas
acabasen con 2021, y justo el día antes de ese hecho cumplí los seis meses
desde el segundo pinchazo, por lo que podía solicitar el refuerzo. Eso intenté,
pero para el servicio madrileño de salud ya no existía, mi fugaz paso por él
era el de un ser caduco, que tuvo una
vigencia administrativa escasa, impredecible, como la lluvia en la capital, y
no había manera de obtener cita para el tercer pinchazo. O me volvía a sacar
una tarjeta de desplazado o nada, y vista la experiencia del año pasado y que
las autoridades sanitarias pueden decretar que el pinchazo Covid se convierta
en una pauta regular anual cuando la enfermedad se gripalice, perdón por el
palabro, me planteé que lo mejor era convertirme no en un paria sanitario, sino
en un titular de derecho. Desde esos casi veinte años que les comento pago mis impuestos
en Madrid, todos los que hay que pagar, que soy un asalariado común y corriente
y de ninguno me puedo escapar, lo quiera o no (y añado, no quiero) pero el
tener obligaciones no te da derechos, al revés de lo que le pasa a casi todo el
mundo en nuestra sociedad de hoy, que vive en los tiempos de los derechos para
todo y en la negación de obligaciones. Tenemos un país dividido en diecisiete
reinecitos que se dan la espalda unos a otros y cuyo principal objetivo no es
sino robarse gente, recelar, crear patrillas de juguete con el que cubrir el
cupo de ego que no les cabe en el pecho y permitir que una superestructura
burocrática de para vivir a un montón de amiguetes de los que, con la sensación
de ser vigías de occidente, presiden esos territorios, llenos de ambiciones y
carentes de honra. Nuestro sistema administrativo está bien si uno es un árbol,
y nace, estudia, trabaja, veranea, se empareja, reproduce, y fallece en un
mismo sitio. En ese caso será algo transparente, no le creará problemas, más
allá del caciquismo que sufra en el territorio que le corresponda, pero ay,
ingenuo, si encuentra trabajo al otro lado de la raya que separa un reinecito
de otro, o se va a vivir a un tercero, o el amor de su vida, o la que le pone
por una temporada superior al año fiscal, vive en otra taifa alejada de la
suya, y decide que es junto a ella donde quiere yacer, estando muy vivo en ese
tiempo compartido. Entonces empiezan a surgir problemas como desinformaciones
en internet, y las cosas se complican. Si pretende usted que un médico le vea
residiendo en otra CCAA ya puede pagarlo de su bolsillo vía privada, porque
sino no hay manera, y ese no es el único, pero sí uno de los más graves
problemas a los que se enfrenta. Todos podemos tener accidentes, sea cual sea
nuestra salud, que requieran atención médica, pero a las alturas de la vida,
cuando la inteligencia artificial es capaz de casi todo, al pesadilla
administrativa española es incapaz de generar una tarjeta sanitaria unificada para
todo el país y un sistema de compensación de costes que sea transparente para
el usuario, esté donde esté. Y no sueñen con pedir algo asé, las tacharán de
todo por ello. Al menos diecisiete reyezuelos inútiles se unirán en coro para
denigrarle.
Cuando dentro de un rato esté haciendo esta gestión, si todo va bien, habré convertido a Elorrio definitivamente en un lugar de vacaciones, en el que se encuentra la familia y los amigos del alma, pero un sitio en el que el ayuntamiento o el centro de salud son lugares ajenos para mi, como lo eran hasta ayer los de la gran ciudad ,y eso es algo raro, trivial para casi todo el mundo, pero no deja de ser otra ruptura de amarras, un eslabón que se rompe con el origen. Mi empeño en seguir empadronado en el pueblo se basaba en un deseo y convicción personal de motivos políticos, pero la burocracia, bien asociada con el Covid, me ha vencido. Hoy firmaré mi rendición administrativa.
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