miércoles, mayo 11, 2022

Paz Esteban, funcionaria diligente

Ya el domingo El País adelantó lo que iba a suceder. En otro de esos tristes espectáculos en los que periodistas que se lo creen que son y no dejan de compararse con las lumbreras norteamericanas, varios profesionales de la casa PRISA se convirtieron, como es habitual, en meros apéndices del gobierno de Sánchez, dejando claro que Paz Esteban, la directora del CNI, sería cesada para calmar el fuego en el que los independentistas abrasaban al presidente. Un conjunto de argumentos infantiles, insostenibles, coartadas de segundo de primaria impresas en papel prensa y dictadas desde Moncloa para saber lo que esta semana iba a suceder sí o sí. Luego esos que se creen periodistas y cobran por ello seguro que se sienten satisfechos.

La destitución se hizo oficial ayer, siguiendo al dictado el guion publicado en el acto de la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, en el que la titular de Defensa Margarita Robles tuvo que mentir como una posesa para decir lo que decía, justificando el cese de quien hasta hace un par de días defendía con orgullo. Seguramente en Presidencia le dijeron que si no caía Paz caería ella, y las lealtades en nuestro país tienen un precio, más o menos el de la nómina que se cobra como alto cargo político. A lo largo de todo el día de ayer el mensaje del gobierno era coordinado, justo como no lo había sido en todas las jornadas anteriores, y descargaba en la cesada Paz, cubierta de farisaicos elogios, la responsabilidad de todo lo sucedido. Infamia a raudales sobre una funcionaria que ha hecho su trabajo, y ha tenido hasta el final la decencia de no dimitir tras haber hecho lo que se le había encomendado, obligando a sus cobardes jefes a echarla. Para completar el esperpento mediático, se desayunaba ayer la cabecera de El País, lo que ha sido y en qué lo han convertido, con una entrevista con el sedicioso Oriol Junqueras, uno de los golpistas de 2017, en la que dejaba claro que estaba dispuesto a seguir apoyando al gobierno a cambio de ceses y de que no se repitiera nunca más un asunto de espionaje sobre él o sobre otras formaciones independentistas. Es cinismo hasta el hartazgo que alguien que ha sido condenado por llevar a cabo un acto de una inconstitucionalidad tal como la que se vivió en 2017 no sólo no muestre propósito de enmienda por lo que hizo, con lo religioso que es Junqueras, o afirme que no va a volver a saltarse la ley para extender su credo supremacista sobre la ciudadanía, en este caso catalana, sino que exija que el estado, que debe defender la primacía de la ley y los derechos fundamentales sea el que no haga movimiento alguno para defenderse de aquellos que lo acosan. El delincuente exigiendo a la policía que no le detenga a cambio de apoyar al jefe de la policía. Absurdo, indecente, pero cierto. Ante un chantaje tan burdo Sánchez tenía algunas opciones dignas, que le implicaban riesgos de cara a mantenerse en el poder, y otras infames, que le aseguraban la permanencia en el cargo. Pocas dudas había sobre cuáles serían escogidas, y es que Sánchez es un político, de los más cínicos y falsos que hemos tendido en nuestra vida reciente, sí, pero no muy distinto a otros, y hará lo que sea por mantenerse en el poder. Las lealtades que pueda mostrar a terceros serán tales mientras le renten ganancias de poder y, en cuanto sea necesario, se prescindirá de quien haga falta, para así mantener la cabeza del que manda en el lugar que le corresponde. Los que presumen de ser aliados de Sánchez, y los que le ríen las gracias (y se las editan en papel de periódico) no parecen ser conscientes de hasta qué punto son meros instrumentos del poder, utilizables y desechables cuando sea necesario. En este caso la cabeza de una alta funcionaria del estado se ha cortado para apaciguar a la fiera independentista, y el honor y prestigio de Paz esteban han sido mancillados, arrastrados por el barro, a sabiendas de quien así lo ha decidido y, también, de quien lo ha publicado. Antaño pasó con otros gobiernos y otros periódicos de cabecera, sí, pero no de una manera tan ruin y descarada.

Supongo que será porque vivimos aquí, nos enteramos del día a día y sabemos todas las mierdas que nos rodean, pero en pocas naciones parece que se da tanto eso de ser castigado por hacer tu trabajo, de ser el fusible cuando, habiendo realizado lo debido, tus jefes tienen un problema y tú te lo cargas. La profesionalidad, la entereza, la integridad y el buen hacer en España se premian con el cese, el insulto, la degradación, el apartamiento. Pasa en la vida pública y en la privada, y es una lección que no pocos aprenden para, llevando al máximo su grado de indolencia e incapacidad, vivir a cuerpo de rey y con buen sueldo mientras que no pocos pringados se esfuerzan para sacar las cosas adelante, cobrando poco y siendo cesados, o despedidos, cuando convenga a los necios para los que se sacrifican. País ruin el nuestro.

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