Curiosamente, muy curiosamente, en medio de la bronca política que el gobierno mantiene con sus socios sediciosos a cuenta del espionaje que, según la prensa norteamericana, habrían sufrido los “indepes” con el software Pegasus, ayer Félix Bolaños, el Ministro de la Presidencia, anunció que el Presidente del Gobierno y la Ministra de Defensa, la pieza que los sediciosos quieren cobrarse, fueron espiados por ese mismo software israelí hace más o menos un año. El que el hecho se haya podido dar, algo que sería grave, debe deslindarse de que el anuncio se haga precisamente ahora, en medio de la enorme crisis surgida en la mayoría que invistió a Sánchez y que peligra, salvo que todos los implicados en ella quieran seguir cobrando cada mes.
Es perfectamente posible que Sánchez y Robles hayan sido espiados, principalmente porque son candidatos obvios para ello, por la información que manejan, y porque ya se han conocido otros casos de espionaje a mandatarios, y nada lejanos. Merkel, Macron o Johnson han sido víctimas de este mismo software hace ya varios meses y no ha quedado claro en ningún caso, o al menos no ha trascendido, ni quienes fueron los ejecutores del espionaje ni la información obtenida, aunque se supone que quien lo hizo algo sacaría de provecho, y hay algunas hipótesis plausibles sobre quiénes pudieron estar detrás de algunos de esos incidentes. En el caso que nos ocupa, la información que se ha dado es escasa, y se limita a decir que no ha sido ninguna institución nacional la que ha realizado las intrusiones en los móviles, lo que da pie a que sean, o bien alguna gran empresa o un gobierno extranjero. Sobre lo sustraído, sabemos menos, sólo el volumen a peso de los datos, escasos megas en el caso del terminal de Margarita Robles, varios gigas en el de Pedro Sánchez, pero sin que se haya comunicado qué tipo de archivos se pueden esconder tras esas cifras. Los expertos que hablaban sobre el tema ayer en los medios señalaban que incluso un análisis forense del dispositivo infectado puede tener muy difícil saber qué es lo que se ha sustraído y qué no, ya que la intrusión puede tener objetos muy diversos y distintos métodos de actuación. Piense usted que en la memoria del móvil dispone de archivos de todo tipo, tanto fotos y vídeos como de sonido, contactos, texto, ejecutables, etc. También tiene cámara y micrófono. Supongamos que uno de esos vídeos es interesante para el espía y, por ello, le infecta para robárselo. Pongamos otro supuesto, en el que usted acude a una reunión importantísima donde se va a tratar de algo muy secreto, y el espía consigue, vía infección, abrir el micrófono de su dispositivo y grabar el contenido de esa reunión, o fragmentos importantes de la misma, y luego se hace con el archivo de audio que los contiene. En ambos casos los datos se medirán megas o gigas, pero corresponden a cosas muy distintas, operativas de espionaje diferentes y archivos distintos, y está por ver si, a posteriori, resultan distinguibles e identificables. Las fechas en las que se ha señalado la existencia de esa intrusión coinciden con dos momentos importantes del gobierno de Sánchez; la decisión de indultar a los sediciosos del procés y la crisis diplomática con Marruecos, todo ello entre ola y ola pandémica. Si uno quisiera ir a lo verosímil se fijaría, de entre todo eso, en cierto gobierno regido por una monarquía alauí, que posee unos servicios de inteligencia de gran eficacia y que no descansa en su labor de zapa y chantaje (el periodista Ignacio Cembrero puede contarles muchas cosas al respecto de primera mano). De hecho, en el caso que antes les comentaba del espionaje a Macron se dijo en su momento que Marruecos era el país que estaba detrás de la intrusión. Evidentemente nadie confirmó nada, porque en estos casos nada llega a ser seguro y certero nunca, pero no era una hipótesis nada descabellada. Hay expertos que indican que, en función de cómo se haga el ataque, puede identificarse el origen del mismo, pero que a veces ni eso puede ser determinado del todo, por lo que a saber. En todo caso difícilmente usted y yo nos enteraremos de qué es lo que realmente ha pasado.
Evidentemente, al hacerse pública ayer esta noticia, empezaron a surgir chistes y memes variados, en los que se jugaba tanto con la egolatría de Pedro Sánchez y el número de autofotos que puede poseer en su móvil como con el hecho de que si Pegasus no te espía no eres nadie. Cuando, tras colgar este artículo, vuelva a proporcionar conexión de datos a mi móvil lo miraré con cariño, pensando que él no va a estar entre los espiados por la nula relevancia de la persona que lo porta o, porque si se diera el caso y algún personaje en gabardina (y quizás chilaba) me ausculta el móvil, sabrá de mi poco más de lo que saben quienes me rodean, y se hará a la idea de que mi vida no es nada emocionante ni atractiva. Poco durará la intrusión en ese caso.
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