Hoy es 9 de mayo, el día de Europa. Se conmemora la llamada declaración Schumann, que dio inicio a los trabajos que llevaron a la constitución de la entonces denominada CEE, el acuerdo entre Alemania, Francia. Italia y BENELUX que dio lugar con los años a la UE que conocemos en nuestros días. Es un día de festejo en las instituciones comunitarias y el motivo por el que varias de las instituciones nacionales y municipales de nuestro entorno se engalanan con la bandera azul de las doce estrellas doradas. En un mundo polarizado y confuso, un proyecto de integración como el de la UE adquiere un valor aún mayor si cabe.
En Rusia hoy se conmemora el día de la victoria en la II Guerra Mundial. Hitler se suicida en su búnker de la cancillería el 30 de abril de 1945 y las tropas alemanas firman la rendición ante los ejércitos occidentales en Reims el 8 de mayo, pero el sanguinario Stalin quiere un trato especial para él, y exige una rendición ante el mariscal Zhukov, que es quien tomó la capital alemana, y ese acto se produce al día siguiente, el 9, motivo por el que antaño la URSS y hoy Rusia conmemoran la victoria ante la barbarie nazi con un día de diferencia. Evidentemente la celebración de hoy está marcada por la guerra de Ucrania, y por lo que pueda decir Putin al respecto. Normalmente este suele ser un acto de exaltación patriótica rusa, en el que un enorme desfile militar llena las calles céntricas de un engalanado Moscú, y los gerifaltes presiden todo desde las tribunas del Kremlin. Esta vez es diferente, porque parte de las tropas y material que sean exhibidos puede que acaben en unas semanas o meses en el frente de batalla ucraniano, donde las cosas no están saliendo como Putin quisiera. Por eso, hay una enorme expectación sobre el discurso que el autócrata ruso va a dar ante sus huestes. Es probable que Mariupol, las ruinas de esa ciudad, sembrada de cadáveres civiles, sean exhibidas como trofeo de guerra y símbolo de victoria por parte de un Putin necesitado de coartadas para mantener vivo el pulso militar. Es obvio que hoy no va a hacer frente a protesta alguna, y que el ambiente patriotero y militarista que envuelve el acto lo protegerá en todos los sentidos, pero con miles de soldados muertos en el frente, algunas fuentes los elevan a 20.000 empieza a ser necesario que el Kremlin de algunas pautas a su nación sobre cómo va a evolucionar lo que sigue denominando “operación especial”. Todo son especulaciones sobre lo que pueda suceder hoy en Moscú, y las apuestas están muy divididas; desde los que afirman que se anunciará una victoria sobre el mal ucraniano y el repliegue de la ofensiva hasta los que creen que, como las cosas van mal, Putin declarará oficialmente la guerra ante un enemigo que les pone en riesgo y decretará la movilización general de reservistas. Como ven, escenarios muy dispares, de fin del conflicto y de profundo agravamiento, y que poseen en su interior todas las variantes posibles de una guerra sostenida y cronificada, de desgaste continuo. La dispersión de criterio sobre lo que puede anunciar Vladimiro es tal porque, en el fondo, no tenemos ni idea ni de lo que pasa por su cabeza ni de lo que realmente sabe ni de lo que pretende. Recuerdo que en la época de la URSS había un nutrido grupo de “kremlinólogos” que analizaban este tipo de actos para, en función de quiénes estaban en las tribunas, la posición que ocupaban o las ropas que llevaban, dilucidar si el personaje en cuestión estaba en alza o en riesgo de caída en el opaco y secretista régimen soviético. Aquello paso un poco de ser un arte a una patraña en la que se veían purgas y ascensos por meros gestos o rictus, provocados en ocasiones por las gélidas temperaturas a las que se de desarrollaban los actos. Lo cierto es que los kremlinólogos sabían mucho sobre Rusia y su historia, pero nada de las luchas intestinas de poder entre los mafiosos que salían a escena en esas ocasiones. Pues un poco lo mismo nos pasa hoy con Putin. En función de la pose con la que se le vea se juzgará su salud, intenciones, estado mental y un montón de variables más que nos son desconocidas.
¿Mis apuestas? Más allá de que un armisticio cotiza muy a la baja no tengo ni idea de lo que puede anunciar el sátrapa. Difícil veo que vaya a bajar su apuesta en una guerra ya iniciada en la que tiene que ganar sí o sí, y ahora mismo no se puede decir que sea muy victoriosa para las tropas rusas. Con la economía de la nación empezando a sentir las sanciones económicas y el rechazo occidental haciendo que Moscú sea una ciudad nada apetecible, Putin puede enrocarse aún más en una apuesta muy peligrosa en la que sólo puede salir como vencedor, ya que sabe que una derrota en esa guerra también es la derrota de su poder. ¿Qué hará? ¿qué dirá? ¿qué rictus y señales veremos? Día intenso el de hoy. Y de poca fiesta en una Europa, otra vez, en guerra.
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