La cascada de tiroteos que tienen lugar en EEUU logran insensibilizar al más pintado. Se están recibiendo las crónicas aún frescas del último de los registrados cuando otro, más atroz aún, llega a los medios con el marchamo de “urgente” y sepulta al anterior al minutaje tonto de los informativos, y así masacre tras masacre, en una secuencia espeluznante, casi tanto como la ausencia de medidas por parte de las autoridades y el conjunto de la sociedad para atajar un mal tan profundo y obvio. No es el asesinato indiscriminado algo como la meteorología, que se cuenta y relata pero no es alterable. Se debe combatir como sea, se debe buscar su final.
La matanza de Búfalo, cometida este fin de semana, tiene algunas características especiales que la hacen, aún si cabe, más cruel. No estamos ante el caso del empleado despedido que se venga de sus antiguos compañeros, o el desquiciado que vive un trauma del pasado y lo resuelve a golpe de disparo, no, nada de eso. Se trata de un asesinato múltiple meditado, planificado, organizado con saña y frialdad por parte de un crío de dieciocho años, con la mayoría de edad recién cumplida. Blanco, residente en el sur del estado de Nueva York, en una comunidad mayoritariamente blanca, cogió el coche y se hizo casi trescientos kilómetros hasta el norte, hasta llegar a la ciudad de Búfalo, con mayor presencia negra, y alcanzar uno de los barrios en los que los negros son la inmensa mayoría. No iba sólo en su viaje, le acompañaba un fusil automático que hubiera sido de gran utilidad a los soldados ucranianos que se han tenido que rendir ante los rusos en Azovstal. Con su arma cerca, imagino que en el viaje iría repasando las creencias que le estaban motivando a alejarse cada kilómetro de su hogar en la misión que se había encomendado a sí mismo. Llegó al barrio de destino, entró en un centro comercial que en ese momento, con bastante gente en su interior, desarrollaba su actividad en plena normalidad, y comenzó a disparar. Sembrar el pánico es una frase hecha que se utiliza en demasía, pero creo que esta es una de esas ocasiones en las que se ajusta con precisión a lo que pretende describir el que la emplea. Un entorno seguro, aburrido, anodino, convertido en la tumba de todos aquellos que tuvieron la desgracia de cruzarse con el asesino imberbe. La policía acudió al lugar de los hechos al poco, alertada por llamadas sin fin de testigos y víctimas, que no sabían lo que pasaba, sólo que alguien estaba matando sin piedad, y encontraron al autor de los hechos tan tranquilo. Según algunas fuentes, durante unos instantes, se apuntó a sí mismo con su arma, pero luego la bajó y no opuso resistencia ante su detención. Dejaba un rastro sádico, con diez asesinatos a sus espaldas en pocos minutos, y numerosos heridos. Una matanza en toda regla efectuada de una manera profesional, carente de sentimiento, fría y certera. Un crío de mierda, si se me permite el exabrupto, que ha destruido vidas, familias y futuros en una dimensión difícil de concebir. Y todo esto ¿por qué? ¿se le cruzaron los cables al chaval? ¿le dejó su novia y le dio un arrebato? Nada de nada, todo es mucho más oscuro y peligroso. Antes, al comentar el viaje hasta su macabro destino, les iba contando el repaso a las creencias que motivaban su acto, que en este caso no eran religiosas, sino conspiranoicas. El chaval era fiel seguidor de una teoría denominada “el gran reemplazo” que dice que hay una conspiración en EEUU, y todo occidente por extensión, de negros, latinos, asiáticos y todo lo que usted imagine para ir eliminando a la población blanca que reside en esas naciones. La baja natalidad blanca y su reducción de peso en las comunidades norteamericanas sería fruto de un plan orquestado para eliminarlos del mapa, y hacer que los que ahora son las minorías étnicas del país se hagan con él y manden a los blancos a guetos. ¿Solución? Autodefensa, ataque y lucha de los blancos frente a todos los enemigos, el supremacismo blanco como vía de salvación de la especie, su poder y futuro.
Esta absoluta imbecilidad corre por las redes sociales y medios de comunicación, allí y aquí, junto con otras teorías, a cada cual más absurda, y logra convencer a algunas personas de que es la vía para explicar lo que sucede a su alrededor. Ese crío asesino ha nacido en la nación más rica de la tierra, en un lugar con pleno acceso a la información, y ha acabado siendo abducido por un pensamiento sectario que le ha llevado a cometer un acto terrorista de enormes proporciones. Es una historia tan absurda como cruel, y difícil de entender si uno la lee en su conjunto, pero es real, ha sucedido, y puede volver a suceder. El terrorismo supremacista es un problema creciente en unos EEUU, y un occidente, que en ciertos aspectos parecen haber perdido la cordura social.
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