Tengo la desagradable sensación de que el ejército ruso ha logrado más avances en esta semana en su ofensiva ucraniana que en todo lo que llevaba transcurrido de mes. Asentada la conquista de Mariúpol tras la caída de Azovstal y con la provincia de Donetsk en manos de Putin, la táctica militar ha sido la de retirarse del entorno de Jarkov para concentrarse en la provincia de Lugansk, la otra que compone lo que se llama la región del Donbas, que es la zona escogida por el Kremlin como excusa para desatar la guerra. Allí, durante semanas, no se han producido movimientos significativos en los frentes, con duros combates entre rusos y ucranianos, pero parece que la resistencia de las tropas de Kiev empieza a debilitarse.
La táctica rusa en esta guerra, medieval, deplorable, es la de la destrucción de todo como forma de conseguir el control del terreno. No se realizan incursiones con muchas tropas que buscan hacerse con puestos de control y mando, no, sino un despiadado azote de artillería, especialmente desde tierra, a distancias de unos 20 o 30 kilómetros de los objetivos, con cañones autopropulsados o de arrastre, y poca presencia de la aviación. El terreno es laminado por esos bombardeos indiscriminados que lo arrasan todo y, tras ello, avanzan las tropas blindadas en batallones compuestos por tanques y demás vehículos de transporte y suministro. La reducción de la extensión de los frentes ha permitido que la patética gestión logística de los suministros rusos sea capaz de abastecer a las tropas que se concentran en Lugansk, y ello les ha permitido lograr avances y no quedarse cortados, como se ha visto en tantos y tantos frentes en lo que llevamos de guerra, como Kiev o Jarkov, sin ir más lejos. El coste en vidas e infraestructuras de estos avances es desolador. El pasado fin de semana Zelensky asumía que cada día de guerra estaba costando la vida a unos cien soldados ucranianos, y vista la necedad mostrada por el ejército ruso es probable que su balance no sea precisamente menor. Súmenle a ello las pérdidas civiles de la campaña y podemos tener un balance diario de muertos que supera ampliamente las varias centenas. A las puertas del mismo centenar de días de combates la guerra puede estar ya por cifras de muertes que se acercan al medio centenar de miles, dado que sólo en Mariupol se estima que han podido perder la vida unas 20.000 personas. En las zonas conquistadas del este que ya están en manos rusas no se sabe lo que pasa, no llega información alguna y cualquier cosa es posible. De lo único que nos enteramos de esa zona es lo que trasciende de Jersón, importante ciudad situada al norte de la península de Crimea, que fue conquistada por los rusos hace ya varias semanas, y es la cabecera del corredor terrestre que, con Mariupol, ha convertido al mar de Azov en un lago interior ruso. Allí, en Jersón, las banderas rusas ondean por las calles y presiden edificios oficiales, y el rublo se ha impuesto como moneda de uso. Da toda la impresión de que Rusia considera las plazas conquistadas como una mera extensión de su propio territorio, y dedica ya esfuerzos a la “asimilación” de la población, no sólo mediante la imposición del ruso como única lengua oficial de la zona, idioma que ya era conocido por muchos de los allí residentes, sino a la limpieza de los elementos que o bien colaboraron con el ejército y gobierno ucraniano o mostraron oposición a la llegada de los nuevos conquistadores. Imagino que miles y miles de personas serán deportadas al territorio ruso, a lo profundo de sus estepas y al norte de las mismas, quien sabe si para acabar allí definitivamente sus vidas. Es difícil saber ante qué estamos, pero tiene toda la pinta de que Rusia considera a las zonas conquistadas como ya propias y la posibilidad de convertirlas en monedas de cambio de una negociación con el gobierno de Kiev se reduce a medida que los avances sigan. A lo largo de la semana la posición rusa sobre el terreno se ha consolidado, y no veo intenciones de cesión en un Kremlin en el que no importan las bajas propias, menos aún las de los ucranianos, a los que parece querer exterminar.
Si Rusia logra consolidar la posición en las regiones de Donetsk y Lugansk y el citado anillo que rodea el mar de Azov, la guerra entraría en una nueva dimensión en la que veríamos claramente cuáles son las aspiraciones que mueven a las tropas de Putin. La tentación de usar Jersón como cabeza de puente para lanzarse a por Odesa y cortar la salida al mar de Ucrania, ahogándola económicamente, es muy tentadora, tanto como avanzar desde un posible Kramatork conquistado hasta Dinipro o Zaporiya y lograr establecer el Dnieper como frontera práctica del avance, partiendo al país en dos. Desde luego no parece que la batalla se acabe en breve, y para Kiev esta ha sido una muy mala semana. ¿Cuántas de estas puede aguantar el país?
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