¿Subiría usted a un autobús conducido por alguien sin carnet? ¿y que además presuma de ello? ¿Dejaría que yo, que nada se ni hago, le preparase una comida? La selección adversa de las élites que domina nuestra política, y no sólo ella, genera que el nivel de los que alcanzan los cargos de responsabilidad sea, cada vez, menos, y esto no sólo provoca burlas y quejas por parte de los administrados, y memes a porrillo, ni ineficiencias económicas cuyos costes los pagamos todos. No, no, esto es directamente peligroso, porque en manos de incompetentes la probabilidad de estrellarse es muy alta, y que de ese accidente provocado genere daños y perjuicios es casi inevitable.
Los letrados del Congreso, expertos juristas, diversas asociaciones judiciales, profesionales del derecho que saben de esto miles de veces más que yo, dijeron una y otra vez que la redacción de la ley llamada de “sólo sí es sí” tenía lagunas y que abría la puerta a que se produjeran algunas rebajas en penas ya impuestas. La unificación de delitos que antes estaban separadas con penas de distinto rango en uno sólo clarificaba el trabajo a los jueces a la hora de condenar ante supuestos donde antaño podía haber dudas de dónde estábamos, pero el nuevo intervalo común de condenas empezaba más abajo para el conjunto de los delitos, y antes alguno de los tipificados como más grave empezaba su condena desde un punto superior. Eso hace que si alguien fue condenado a la mínima del delito mayor por la ley antigua puede beneficiarse del hecho de que en la ley nueva la pena comienza a un nivel inferior. No será en todos los casos, pero varios habrá en los que esto puede suceder. Aquí funciona uno de los principios generales del derecho, que es la retroactividad de las leyes que benefician al condenado, de tal manera que si una norma endurece las penas a un castigado por una norma anterior no se le aplicará el castigo extra, pero si la nueva norma rebaja la pena sí se beneficiará del menor castigo. Por eso Sánchez quiere rebajar la sedición, para que los condenados por ella se puedan aprovechar (y sí, si se endureciera la sedición no afectaría a los ya sentenciados, por el mismo principio antes expuesto) Ante estos argumentos, la respuesta del Ministerio de Igualdad, encabezado por Irene Montero, fue su habitual dosis de displicencia y populismo, acusando de machistas, fascistas y toda la retahíla de insultos habituales a los que no compartan su línea, sean estos quienes sean. Se advirtió una y mil veces de que la ley no estaba bien hecha, pero los que así hablaron sólo recibieron pedradas verbales del Ministerio y acoso en las redes por parte de las hordas que trabajan al servicio de los morados, en uno de esos linchamientos vergonzosos que tanto abundan en el mundo virtual y que de manera tan orgullosa llevan a acabo extremistas de todo pelaje, unidos hasta el final por su incultura, necedad y matonismo. En este caso eran grupos de extrema izquierda, círculos de Podemos y siervos del Iglesias supremo los que encabezaban estos ataques. Durante la tramitación de la ley no se adoptó enmienda alguna, ni se incluyeron disposiciones transitorias que pudieran acotar todo este tipo de problemas, y la necedad soberbia e hizo norma en medio del aplauso de una mayoría que votó sin problema alguno una aberración jurídica. Aplausos entre los que aprobaron el texto y desesperación entre los profesionales del derecho, que temían lo que iba a pasar. La ley ya está en vigor y no son una ni dos, sino bastantes más las sentencias en las que acusados de violaciones, abusos y demás infamias se han visto beneficiados con rebajas de pena, incluso alguno ha podido salir a la calle, tras ser suficiente el tiempo que llevaba en prisión. Las víctimas, nuevamente, agredidas, vejadas, sufriendo el dolor que en su momento padecieron, al ver como el estado que debe protegerles regala a sus crueles abusadores una prebenda a la que nunca debieran haber tenido derecho.
¿Y cómo responde Irene Montero y sus acólitos ante semejante desvergüenza? Pues nada, con el mismo argumentario basura de siempre, con el sectarismo por bandera, con insultos y mentiras, con lo único que es capaz de decir quien no sabe expresarse de otra manera. Ninguna palabra de arrepentimiento, ningún propósito de enmienda. Nada, sólo basura. ¿Y cómo responde Pedro Sánchez, su jefe, ante semejante desvergüenza? Sin insultos, pero con el vacío, sin hacerse responsable de nada, pasando la papeleta a los jueces del caos generado por lo que su gobierno ha legislado. Día que pasa sin que Irene Montero dimita o sin que Pedro Sánchez le cese, día que sumar a la vergüenza y a la humillación de las víctimas. Dicen gobernarnos peligrosos necios.
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