Desde que el cuarteto de vacunas occidentales demostró su altísima eficacia frente al Covid, la pandemia se ha convertido en un tema superado en nuestras sociedades. Si no fuera por la persistente obligación del uso de la mascarilla en el transporte público que sigue vigente en España, algo ya carente de sentido, apenas nada nos recuerda a la pesadilla pasada durante el año 2020. En este caso el triunfo de la ciencia ha sido tan absoluto que ha provocado el olvido acelerado de lo vivido, y la sensación para muchos, errónea, de que aquello no pasó. En general, en todas las naciones la situación es la misma pero hay una gran excepción, que es justo el país en el que se originó el brote que nos volvió locos a todos.
China sigue inmersa en su absurda política de Covid cero y no deja de sorprender al mundo con confinamientos salvajes al más mínimo rebrote de casos, con una desproporción entre contagios y millones de encarcelados que se revela no ya absurda, sino simplemente incomprensible. Hay teorías que señalan que esos confinamientos no son sino una extensión del poder dictatorial del gobierno chino, que ha descubierto que el Covid es la gran excusa para someter de la manera más absoluta posible a la población, de monitorizarla en todo momento, de someterla al más rígido de los sistemas posibles. Amparado en excusa de la salud, el gobierno de Xi ha encontrado en el covid el arma perfecta para retorcer aún más el cuello a la sociedad a la que dirige. El problema de esta visión de la dictadura es que parte de esa población sometida se está hartando. Los chinos ven la televisión y otros medios, y la férrea censura gubernamental no puede eludir el hecho de que, en el resto del mundo, la vida ya no está sometida a controles sanitarios. No hay confinamientos, las aglomeraciones se dan sin freno en calles, estadios y todo tipo de eventos. Solo en China se mantienen restricciones masivas, y eso mosquea, y mucho, a los habitantes del país. Cierto es que, aunque no lo ha reconocido, la vacuna china es bastante peor que las occidentales, ofreciendo un grado de protección menor que las cuatro magníficas, y eso hace que la población del país, que sólo tiene acceso a la vacuna propia, por decisión de su gobierno, se vea en mayor riesgo en caso de contagio, pero no sirve de excusa para la situación que el chino de a pie observa. La muerte de algunas personas en un incendio en una de las ciudades confinadas, que no fueron atendidas a tiempo por los bomberos, ha sido la chispa que ha desatado una ola de protestas y manifestaciones en una nación en la que ambos fenómenos están prohibidos. De momento las protestas son menores, poca gente, y menos aún teniendo en cuenta las masas urbanas que se estilan en aquella nación, pero son significativas, se hacen oír, se enfrentan a los medios policiales y se extienden por muchas de las ciudades chinas. Las demandas de eliminación de las restricciones Covid se unen al grito de libertad frente a la dictadura de Xi, y lo cierto que es asistimos a la mayor de las revueltas registrada en aquella nación desde que el autócrata la gobierna. Recordemos que son ya diez los años que Xi lleva al mando del país y que en el reciente congreso del partico comunista chino ha vuelto a ser reelegido, esta vez sin plazo aparente, por lo que puede ocupar el cargo hasta que le plazca, o algún virus lo retire de la circulación. Durante la década de Xi el grado de autoritarismo de China no ha hecho sino crecer sin freno, aupado por el uso intenso de la tecnología más avanzada. El país se ha convertido, a la vez, en una superpotencia económica y en una supercárcel en la que el gran hermano tecnológico lo observa todo y califica a cada ciudadano para determinar a qué tiene derecho y a que no (bueno, sobre todo a lo segundo). La represión contra las minorías, como el caso de los uigures musulmanes se ha convertido en una barbarie y, en general, la dictadura se ha vuelto más profunda y oscura. Si alguien tenía esperanzas en el aperturismo de China, éstas se han deshecho a cada golpe de mano del régimen, cada vez más poderoso.
¿Suponen estas protestas un cambio en ese proceso? No lo se. La verdad es que, en apariencia, la solidez del régimen chino es muy alta, y la experiencia dice que no dudarán en recurrir a la violencia y la represión para controlar cualquier conato de revuelta. Allí no se estudia, pero nosotros mantenemos en el recuerdo lo sucedido en Tianang men, sin que sepamos aún cuántos fueron asesinados en ese infame momento de la historia china, cuando también se levantó una esperanza de libertad, que fue brutalmente aplastada. En todo caso, habrá que estar muy atento a lo que suceda en el país, al desarrollo de estas protestas. Ojalá sean el germen de un cambio que derrumbe el régimen.
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