Una de las consecuencias habituales de todo proceso de subida de tipos es el pinchazo de burbujas, o al menos de procesos de subida de valor exacerbados durante la época de tipos bajos, de dinero barato. Esos activos recalentados necesitan la entrada de dinero fresco que los mantenga en auge, y en torno a ellos se originan estafas, negocios piramidales y otro tipo de chanchullos que aguantan hasta que el flujo de dinero barato se frena. A veces los que organizan las estafas, no necesariamente timadores, pero si involucrados en procesos que se han desmadrado, son listos y saben cubrirse y sacar algo de dinero real de todo ello, pero normalmente la vorágine les arrastra. Y ni les cuento a los ingenuos que estaban confiados.
El bitcoin, y en general, el mundo cripto, está viviendo un derrumbe cuya figura es tan similar a la vista en burbujas del pasado que es imposible evitar la sensación de estar ante una repetición de la jugada. La quiebra hace unos días de FTX ha destapado las miserias y cutreces de un negocio en el que todo parecía dorado y no había nada, más allá de un poco de chatarra. Las criptomonedas no dejan de ser archivos informáticos protegidos con contraseñas, pero documentos con la misma solidez que un Word, es decir, que si el disco duro en el que se encuentran se destruye o se formatea se pierden. Perder un documento de trabajo por algo así nos ha pasado a todos y duele, perder archivos valorados en millones de dólares es motivo de suicidio múltiple. Por ello, a medida que en negocio de las criptomonedas empezó a crecer varios portales de internet en los que se cambiaban unas por otras (es un mercado privado, descentralizado y no regulado) empezaron a ofertar la posibilidad de almacenar las criptomonedas de los usuarios en ellos, algo así como el banco que te guarda el dinero, y no necesitas tenerlo en casa en papelitos de colores. Coinbase, binance, FTX y otras empezaron a convertirse en entidades con criptomodenas depositadas, y el valor de esos depósitos crecía sin frenar hasta cifras de miles de millones de dólares. A nadie se le escapa que con esos valores depositados estas entidades empezaban a ser actores interesantes en el mundo financiero real, el de los dólares o los euros, porque con semejantes cantidades como garantía, podían pedir préstamos, apalancarse, operar financieramente y hacer de todo a lo grande. FTX estaba dirigida por un chaval llamado Sam Bankman-Friedy su grupo de amigos, operaba desde el casoplón donde todos ellos vivían en Bahamas, y la fiesta era constante. El volumen de activos que la entidad llegó a manejar es de un valor descomunal, y todo fue bien hasta que el Bitcoin pinchó. A más de 60.000 dólares la unidad la solvencia de FTX era segura, a menos de 20.000 y bajando no. A medida que se erosionaba la base de capital de la empresa el grado de apalancamiento de la misma crecía sin cesar, y llegó el momento en el que, obviamente, ni entraba dinero fresco en la entidad ni había capital suficiente para hacer frente a desembolsos, intereses, pagos u otras operaciones. Sam lanzó un mensaje de socorro, pero era demasiado tarde. En un proceso que recuerda tanto a lo que se vivió en España con Fórum filatélico o Afinsa, la gente descubrió que el valor de las criptos almacenadas por FTX era mucho mucho menor de lo que se creía, y el camino hacia la quiebra quedó despejado. La empresa la solicitó hace pocos días y los encargados de empezar a auditar sus cuentas se han encontrado con un tinglado que no llega ni al estado de chiringuito financiero, con Sam y el resto de sus amigos tomando decisiones de endeudamiento y demás operativas por valor de cientos, miles de millones de dólares, sin apenas contabilidad, registro o cualquier otra herramienta de gestión o seguimiento. El desastre generado por FTX es enorme, y la posibilidad de resarcir algo a los que en eso confiaron, muy escasa.
Y claro, una vez que algo así se derrumba, el efecto contagio crece, porque el miedo a que el lugar en el que yo estoy sea tan inseguro como ese es cierto. Algunos han denominado a la quiebra de FTX el momento “Lehman Brothers” del mundo cripto, por abrir la caja de pandora del desastre. Otras casas de negocio relacionadas con ese mundo han anunciado su quiebra después de FTX, afectadas tanto por el derrumbe del valor de los activos como por la retirada descontrolada de ahorradores del dinero que en ellos depositaron, temerosos de verse atrapados en una quiebra similar ¿Les suena? Sí, el pánico bancario de toda crisis financiera, pero esta vez no en bancos, sino en tinglados virtuales donde el dinero que se pierde puede ser mucho y muy real. Ayer el bitcoin cerró a la baja, en 15.677 dólares la unidad.
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