Esto de bombardear países es lo que tiene, que a veces alguno de los misiles que lanzas yerra el tiro o es desviado por una batería antiaérea o resulta que el disparo que lo repele es a su vez rebotado, y cae en territorio de un tercer país, causando daños y víctimas. No hace falta discutir mucho, ante un caso como este, de quién es la culpa de lo sucedido, aunque en el terreno de lo práctico el salvaje agresor cuente con aliados incondicionales que defiendan cada una de sus crueles acciones y acusen al tacado de todo lo que le pasa a él y al resto del mundo. Lo de culpar a la víctima siempre se ha llevado mucho, y más por nuestros lares, donde es una profesión que, en vez de generar desprecios, es vista por muchos como algo valioso. Enfermos que estamos.
Hay que saber muy bien qué es lo que pasó ayer por la noche en la frontera de Ucrania con Polonia, y que sea de la manera más rápida y clara posible. Fragmentos, piezas grandes, restos o un misil completo, hay dudas, cayeron sobre una localidad polaca, causando la muerte de dos personas y sembrando el pánico allí y en el resto del mundo. Eso coincidió con una dura oleada de ataques rusos a numerosas ciudades ucranianas, siendo Leópolis, la capital que se encuentra más al oeste del país, una de las más afectadas. El objetivo ruso era seguir destruyendo la red e infraestructuras energéticas del país, tratando de llevar a Ucrania a la Edad Media y sometiéndola a un asedio de frío y hambre. Por ello, el impacto en suelo polaco se interpretó, desde el primer momento, como una consecuencia de esos ataques y una agresión rusa a Polonia, territorio OTAN, con todo lo que ello supone de escalada en la guerra. Los nervios se desataron al poco de conocerse el hecho y de verificarse que sí había víctimas, y a partir de ahí la escalada de declaraciones y convocatorias de reuniones adquirió vida propia. El hecho de que podamos estar ante un ataque ruso a territorio OTAN puso de los nervios a todo el mundo, y lo cierto es que no era para menos. En paralelo, desde las instancias de mayor poder occidental, léase EEUU, se trataba de mantener una calma tensa y destacar dos hechos. Uno, que sí se había producido un impacto de un proyectil proveniente de Ucrania, y dos, que no estaba claro de qué tipo de proyectil se trataba, ni si procedencia exacta, ni a cuál de los dos bandos enfrentados pertenecía. El Pentágono adoptó un discurso de cautela en todo momento, frente a la lógica actuación nerviosa de las autoridades polacas, que son las que han sufrido el impacto y las víctimas, y viven desde febrero con la guerra al otro lado de su frontera. Esa sordina a la hora de atribuir responsabilidades por parte de la inteligencia y la milicia norteamericana fue la que prevalecía a última hora de la noche y primera de esta mañana, tratando de tener lo más claro posible lo que ha pasado antes de tomar decisión alguna. Algunas de las fuentes informan esta mañana que el misil pudo ser de origen ucraniano, disparado en el marco de las medidas de contra defensa antiaérea puestas en marcha ante el ataque ruso. Si así fuera, estaríamos ante un error por parte de las fuerzas ucranianas y el incidente, grave, bajaría muchos grados en su intensidad diplomática, pero a estas horas del día es aún muy pronto para confirmar nada y todas las posibilidades permanecen abiertas. Lo cierto es que a muchos les, nos, recorre un escalofrío en el caso de que se confirme la autoría rusa del lanzamiento, porque tendríamos un caso de agresión manifiesta por parte de Rusia a un país aliado nuestro, y eso abriría la puerta a una implicación directa de la Alianza en esta guerra. Que eso sea lo último que se quiere por parte de EEUU, principal aliado, está en el fondo de toda la cautela que se exhibió ayer desde Washington. Nadie es capaz de prever las consecuencias de toda escalada militar en la zona.
Como ven, el día de ayer fue curioso, porque comenzó con noticias sobre encuentros secretos entre Rusia y EEUU con el desmentido mutuo de que Ucrania estuviera sobre la mesa, por lo que es seguro que estuvo, y la petición conjunta a Lavrov, Ministro de Asuntos Exteriores en el Kremlin, para que cesasen los ataques, a pocos días de la reconquista ucraniana de Jersón. La respuesta rusa, en forma de masivo ataque con cohetes sobre el país vuelve a recordarnos, una vez más, que es el agresor, Rusia, el que tiene en sus manos detener esta guerra en todo momento, y que el agredido, Ucrania, debe hacer todo lo posible para defenderse hasta que esta pesadilla termine.
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