Junto a la mayoría de ciudadanos que está en contra de la amnistía que va a desarrollar el nuevo desgobierno de Sánchez, que se manifiestan respetuosamente o callan avergonzados, y suponen el grueso de la población del país, sigue estando una masa de exaltados gilipollas que, de manera muy visible, se apostan por la tarde noche cerca de la sede madrileña del PSOE de Ferraz y exhiben un muestrario de simbologías deplorables, al nivel de sus proclamas, y que no cesan de generar disturbios, molestias, inconveniencias a los vecinos, heridas a policías y, de paso, favores no pedidos al gobierno sedicioso contra el que dicen manifestarse.
Lo más curioso de todo esto es que esos extremistas que se manifiestan en Ferraz son prácticamente indistinguibles de los extremistas que quemaban las calles de Barcelona en 2017 y 2019, o de los que, bajo la enseña de Pablemos, pedían rodear el Congreso en los últimos años del gobierno de Rajoy, y en parte eso se debe a que reciben apoyos, mediáticos y financieros, desde el mismo lugar. El Kremlin. Sí, sí, la trama Volhos en la que se investigan las conexiones financieras y de soporte que el El Kremlin dio a los separatistas catalanes durante su golpe de estado es una de las que Puchi quiere que quede cubierta por la amnistía, y no por casualidad, porque de ese hilo tiran personajes oscuros y dinero a espuertas. Y en frente, en el otro extremo de la idiotez, también aparece Putin, porque esos tarados neofranquistas que arrancan el escudo de la bandera de España reciben apoyos de un partido, Vox, que tiene afinidades profundas con el sátrapa de Moscú, que no se ha manifestado en ningún momento en contra de la invasión de Ucrania y que, como su adorado socio Orban en Hungría, sueña con estrechar la mano del tirano ruso. De hecho, esta semana hemos tenidos la presencia de un sujeto en Madrid que debiera haber hecho saltar no ya las alarmas, sino todo sentido del ridículo. Tucker Carlson, norteamericano, periodista, porque él así se denomina, no porque lo sea, estrella de la cadena derechista Fox hasta hace unos meses, cuando fue despedido alegando chanchullos económicos y las pérdidas que las demandas contra la entidad fruto de las diatribas del sujeto estaban causando. Carlson es un extremista que deja convertido a Federico Jiménez Losantos en liberal izquierdista. Antivacunas, conspiranoico, trumpista hasta ser más de Trump que muchos de los seguidores del magnate, y confesado admirador de Putin. La Fox ha tenido un discurso bastante claro en el caso de la guerra de Ucrania en apoyo a Kiev, pero en su programa Carlson fue cada vez más decantándose por el tirano, hasta realizar declaraciones que eran pura propaganda dictada por el Kremlin. Finalmente los ejecutivos de la cadena optaron por echar mano de las causas económicas para quitarse de encima a un sujeto que se les estaba descontrolando. Puid bien, ahí estaba ese personaje a principios de la semana, en Madrid, junto a Abascal, en Ferraz. Dos presuntos patriotas, en el fondo un par de patéticos fracasados, que se envuelven en la bandera, en este caso la nuestra, para esconder su inutilidad, que ingresan dinero del Kremlin, y que alientan la quema de contenedores y el destrozo diciendo que luchan contra el puigdemoníaco, que a buen seguro recibe ingresos girados desde idénticas sedes financieras moscovitas de las que parten los euros, no rublos, que engrasan el apoyo de Carlson y Abascal. No descarten que algún día toda esta banda de sinvergüenzas sean llamados a consultas a Moscú, o a un hotel en las afueras de Bruselas, que tanto da, para rendir cuentas ante el capo que les controla, al que a buen seguro todos ellos temen, porque él si asesina cuando lo considera conveniente con la frialdad propia del dictador que es. Sería una escena divertida. Cuanta necedad junta al servicio del mismo mal.
De darse ese encuentro es casi seguro que en una sala anexa se encontrase algún representante pablemita, porque ellos, que tan fieles han sido al avance del ejército ruso mientras asesina sin piedad en Ucrania, también tienen claro de qué parte están. Se visten de ideología radical opuesta, comunista se llaman, frente a la extrema derecha de Abascal o Puigdemont, pero a un mismo amo sirven. Es como si todos ellos fueran Nazgül, espectros del anillo, sometidos a la voluntad del maestro que, desde las torres oscuras del Kremlin, maquina cómo someter a una Europa desnortada a sus designios. Seguro que en esa reunión no faltan franceses, polacos, italianos, húngaros… muchos son los peones que trabajan para el dictador ruso.
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