Dado que Puigdemont es un traidor, cualquier posible acuerdo con él supone asomarse al abismo que representa su indigna forma de comportamiento. Más allá de su ideología supremacista y derechosa, de un trumpismo que emocionaría al maestro de la mentira que aspira a volver al poder en EEYY, Puchi traicionó también a los independentistas catalanes, huyó como el cobarde que es y les dejó en la estacada. Mientras varios de ellos eran procesados, juzgados y condenados, él seguía viviendo como un marajá sin dar cuenta alguna de sus actos y con una pose de desprecio chulesco a todo lo que le rodea que define perfectamente la calaña de personaje que es.
Por eso, que el PSOE hubiera llegado a un pacto que semejante individuo es fuente obvia de preocupación para cualquiera, pero lo que supimos ayer que estaba refrendado en las cuatro páginas que pasarán a la historia, y que no voy a enlazar aquí, va mucho más allá de cualquiera de las posibles concesiones que imaginarse uno pueda. Junts da los siete votos de su investidura a Sánchez, y a cambio no es ya que Sánchez se comprometa a darle cosas ilegales como la amnistía o el relator, o incluya en mesas de negociación asuntos tales como la cesión completa de los tributos a Cataluña o el referéndum de autodeterminación, ilegales bajo cualquier punto de vista. No. Aun siendo todo esto muy grave, que lo es, lo peor es que el PSOE compra el relato independentista sobre lo sucedido durante el “procés” y considera, por tanto, ilegítimo el estado que pretende gobernar y las actuaciones que, bajo la ley, se llevaron a cabo durante ese periodo. Todo lo que pasó durante esos años fue una progresiva violación de la ley y del marco constitucional, y los poderes del estado actuaron para defenderlo desde el principio de la ley. El movimiento sedicioso independentista no incurrió en delitos hasta que lo hizo, y fueron esos delitos los juzgados, no la ideología ni el pensamiento de los que, movidos por ella, actuaron. Por eso los partidos independentistas siguen siendo legales, porque es legal pretender alcanzar ese objetivo, y sólo fueron juzgados los que violaron alguna ley. Por eso el que el PSOE acuerde con el golpista Puigdemont que lo que sucedió durante esos años se enmarca en una persecución política por parte de los jueces, que es como se puede traducir ese aberrante término de “lawfare” es lo más desolador de todo el texto. Si se admite eso, que es mentira, la derivada obvia es que las leyes no sirven y que es la política la que determina quién es culpable de algo o quién no, no los tribunales de justicia. De ahí a la imposición de un régimen dictatorial no hay nada, y seguro que más de uno me pondrá a parir por esa frase, pero es que el hecho de que la ley no rija es una de las principales características de una dictadura. En ella el que manda y los suyos están por encima de la ley, que es usada de manera arbitraria para perseguir a quienes el poder considera que no son de los suyos. Puigdemont estaría encantado de imponer un régimen totalitario en la Cataluña que él imagina, donde todos se sometieran a su voluntad, y los que no, serían los malos catalanes que quedarían a merced del poder para ser expulsados, vilipendiados o cosas aún peores. Los que ayer quemaban contenedores frente a Ferraz piensan lo mismo que Puigdemont, porque también buscan un régimen en el que la ley no exista y sea la fuerza, o la política si está bajo su tutela, la que imponga lo que es justo y lo que no, lo que es sancionable y lo que no. Los CRD se visten de diferentes banderas, en el fondo les da igual el color que tiñe la enseña, sólo buscan dominar y aplastar. Frente a ellos, la democracia, la ley, es débil y lucha como puede para sostenerse. En el pacto conocido ayer una parte del PSOE, está por ver su dimensión, abandonó parcialmente el régimen de libertades que tenemos en España.
¿Saben? Lo que más me produce todo esto no es indignación, cólera o miedo. Sí, tengo un poco de todo eso, pero lo que me domina es la tristeza. Profunda tristeza por el fracaso colectivo que supone el acuerdo de ayer, por el enorme fracaso social en el que hemos incurrido durante décadas para generar una clase dirigente, que es nuestra, que mercadea con las libertades que tanto nos costó conseguir a costa de un par de sillones, unos sueldos seguros y unos cargos desde los que pavonearse sin freno. Es pura desolación lo que genera un documento como el de ayer, que ya es parte de lo peor de la historia moderna de España.
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