lunes, noviembre 13, 2023

Manifestaciones

Ayer el PP logró concentrar a cientos de miles de personas, millones según sus fuentes, en las capitales de provincia de España para protestar contra la amnistía que va a presentar hoy el gobierno en las Cortes y el pacto de investidura que ha suscrito con Sánchez con el infame Puigdemont. Fueron concentraciones concurridas, a plena luz del día, en lugares abiertos, no frente a sedes de partidos. Se escucharon consignas de todo tipo, pero sin insultos, y no se produjo bronca alguna ni con la policía ni con nadie. Fueron lo que tiene que ser una manifestación, una protesta cívica. Lo que se organiza por las noches por parte de unos imbéciles frente a la sede del PSOE es otra cosa muy distinta

No estuve en la de Madrid, soy poco amigo de acudir a manifestaciones numerosas, en las que, al final, el grueso de los asistentes son muy muy cafeteros de lo que allí se pregona, y tiene uno la sensación de acudir a una comunión colectiva en la que todos están de acuerdo en todo. Desde que estoy en Madrid he acudido a un par de convocatorias grandes, la mayor de todas ellas la que tuvo lugar después del 11M. Fue enorme, lluviosa, triste e inútil, pero creo que hice bien en ir. Luego acudí a alguna de las que se convocaron contra la negociación que tuvo ZP con ETA, que acabó con el atentado de la T4, y aunque compartía idea y causa, vi en la manifestación cosas que no me gustaron, muestras de un excesivo convencimiento en el ideario del partido convocante, y aquello no iba del todo conmigo. Si he acudido, puntualmente, a las concentraciones que se han hecho en el trabajo tras atentados serios, como los de Bataclan o las Ramblas, por ejemplo. Ese par de minutos en silencio junto a la entrada del edificio en el que están las oficinas. Me recuerda a cuando me tocaba acudir casi a diario a concentraciones similares como miembro de Gesto por la Paz en la facultad y en mi pueblo, en la época en la que ETA y sus amigos extendían el terror mafioso. Éramos pocos, salíamos casis más para darnos ánimos a nosotros mismos que para denunciar la última atrocidad cometida por los terroristas. Nos juntábamos más en la universidad, en un entorno seguro, muchos menos en mi pueblo, a sabiendas de que era peligroso, pero en la confianza de que si unas pocas decenas de personas estábamos en la plaza no iban a ir a por nosotros en ese momento. Te señalaban, te anotaban, y sentías que la vida se complicaba para nada, porque sabías que esa, y otras tantas manifestaciones, no sirven para nada. Muchos, infinitos, estuvimos en la marcha pidiendo la liberación de Miguel Ángel Blanco, y de nada sirvió, porque pocas horas después de aquella concentración resultó ejecutado. La mayoría de los asistentes, en un soleado día de julio en Bilbao, sabíamos de la inutilidad de aquella marcha, de que en frente había un fanatismo ciego, un ideario al que le daba igual lo que se protestase en la calle. Tristemente la realidad no tardó mucho en confirmar nuestros presagios, pero había que estar allí. En el caso de las concentraciones de este fin de semana, su utilidad será también escasa. Sánchez se ha subido al carro secesionista porque es su única opción de conservar el poder, por lo que no cambiará por mucha concentración que se haga en calles y plazas. Llevará adelante la indignidad prevista y sólo la evolución de la legislatura y las probables traiciones que se den entre todos los grupos que conforman su mayoría, unidos sólo por el afán de poder del que los lidera, serán capaces de derrumbar el armazón que ha construido el antaño partido socialista. Seguirá habiendo manifestaciones, sólo serán relevantes las legales y pacíficas, la presión de la calle hará que la legislatura sea convulsa y ruidosa, y los distintos estamentos, especialmente el judicial, tendrán que luchar para mantener su independencia y librarse de las garras del poder que trata de atenazarlos. Pero Sánchez hará lo que sea por seguir en el poder, y le dar igual cuántos se manifestasen ayer. Para él esos no cuentan.

La última manifestación a la que he ido fue improvisada, y tuvo lugar a finales de febrero de 2022. Tras el cruel inicio de la invasión de Ucrania por Putin, grupos de ucranianos afincados en Madrid convocaron el domingo una concentración en Colón para protestar. Allí acudí. Nos juntamos muchas más personas de las que la plaza podía albergar y, finalmente, el encuentro se convirtió en una marcha por el paseo de Recoletos hasta Cibeles. Otra vez, como en el caso de Miguel Ángel Blanco, tenía la sensación de estar donde debía y haciendo algo completamente inútil, porque otro fanatismo, que en el fondo es el mismo, iba a segar vidas inocentes por mucho que miles, millones, infinitos, saliéramos a manifestarnos en contra. Muy injusta eres cuando te lo propones, vida.

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