miércoles, noviembre 15, 2023

Xi y Biden en San Francisco

Hoy empieza el debate de investidura de Pedro Sánchez, en el que su indigna transacción de inmunidad por votos le otorgará una investidura legal, legítima, pero insultante. No voy a seguir este debate durante estos días, no tengo ganas, me genera la tristeza que les comenté hace unos pocos escritos, así que iré con otras cosas que son algo más lejanas, pero, también, importantes, y una reunión al más alto nivel entre Biden y Xi Jinping es un hecho que, en sí mismo, requiere toda la atención, y más tal y como está la situación internacional y las relaciones entre las dos potencias, cada vez más tensas.

El hecho mismo de que la reunión se de tras un montón de citas frustradas da una idea de lo excepcional del evento. Hace seis meses las relaciones Washingon Beijing tocaron fondo, por así decirlo. Era la época de los globos espía y de constantes acusaciones mutuas sobre lo que podría suceder en Taiwán. Desde entonces no es que las cosas hayan mejorado mucho, pero sí ha habido un esfuerzo mutuo al menos en rebajar el ruido de la disputa, los decibelios en los mensajes cruzados. El viaje de Pelosi a Taiwán y los globos frustraron algunas reuniones diplomáticas de muy alto nivel cuyo fin, entre otros, era el de organizar un encuentro entre los dos mandatarios. Sin posibilidad de una cumbre oficial como tal, la alternativa pasaba por aprovechar encuentros globales a los que acudieran los dos jefazos para, en ese marco, organizar una reunión. No ha sido fácil, y varias citas, como la asamblea general de la ONU, o reuniones tipo G20 n o han servido para este propósito. Finalmente, la cumbre de la asociación económica del Pacífico, la APEC, que se celebra estos días en San Francisco es el marco en el que, por fin, se verán las caras ambos. Ambos acuden algo debilitados. Biden, a un año de las presidenciales en EEUU, se despeña en las encuestas y ve como las posibilidades de ser sucedido por Trump crecen. El ruido en su partido sobre la conveniencia de que de paso a otro candidato más joven no es intenso, pero sí notorio, y la división demócrata sobre lo que sucede en Gaza puede hacer bastante daño en algunas de las bases más izquierdistas del partido. La economía de EEUU sigue fuerte, mejor de lo que nadie esperaría, y la bolsa sube, aunque más lo hace la deuda y las dudas sobre la sostenibilidad fiscal. Xi encabeza un régimen que se ha vuelto más oscurantista que nunca, en el que no se filtra información alguna que pueda ser tratada como fiable sobre posibles purgas y disputas en su seno. La economía china renquea, no se ha recuperado del cierre Covid y cada vez es más frustrante su comportamiento tras la reapertura forzosa de hace un año. Todo indica que se vive en el país la explosión de una burbuja inmobiliaria, con un gran volumen de crédito promotor fallido que arrastra a constructoras y demás empresas del sector, y que se puede expandir en el sistema financiero local de algunas regiones. El estímulo contante del banco central chino no logra que el consumo de los hogares crezca, asustados por la pérdida de valor de sus propiedades inmobiliarias, conscientes del escaso músculo del estado de bienestar local y de la creciente precariedad laboral en un mercado de trabajo que, para los más jóvenes, se muestra mucho menos dinámico que antaño. Desde que el gobierno decidió dejar de publicar las estadísticas sobre paro juvenil, antes del verano, sólo podemos intuir que es alto, pero dado que no es posible protestar en China y que el gobierno no dice la verdad cuando se le pregunta (en eso se parece al de aquí) es imposible saber la magnitud de los problemas de los jóvenes de esa nación.

Sobre la mesa de los dos líderes, cuatro asuntos, por lo menos, de especial trascendencia. Las dos guerras vigentes, Ucrania y Gaza, en la que ambos actúan como aliados de uno de los dos bandos, de manera abierta o disimulada, por lo que no dejan de ser rivales en el tablero. Un tercer asunto son las relaciones comerciales, con la guerra de los chips y todo lo relacionado con el proteccionismo mutuo y el sistema financiero global, que China busca desdolarizar, y un cuarto asunto, que es Taiwán, como probable gran punto futuro de colisión. Cada una de las dos naciones encabeza un bloque global, y ambos se separan cada vez más sobre la visión del mundo, haciendo que las instituciones internacionales no funcionen en absoluto. A ver si sale algo en claro del encuentro.

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