La respuesta rápida al culebrón de esta semana es ni idea. OpenAI es una entidad, llamémosla así, que agrupa a un montón de investigadores de inteligencia artificial y es la creadora de modelos como ChatGPT. Es una entidad sin ánimo de lucro, pero que posee una organización que le permite financiarse, que es la que ha recaudado los miles de millones de dólares que cuesta el crear monstruos tecnológicos como los que de ahí salen, y es a través de esa organización instrumental por donde entró Microsoft en el capital de la empresa, entre otros inversores, y es la que permite dar a OpenAI una valoración de mercado de en torno a 85.000 millones de dólares. Como verán, sin ánimo de lucro, pero con un enorme lucro potencial.
La cara visible de OpenAI es Sam Altman, un joven de pelo rizado y ojos algo saltones, que no lleva las habituales sudaderas de los ejecutivos a lo Facebook pero que comparte varios de sus valores y formas de actuación. Se ha hecho famoso como portavoz y emblema de la empresa y ha acudido a un montón de reuniones institucionales en las que se ha codeado con mandatarios de todo el mundo, como fue, por ejemplo, la celebrada en Betchley Park hace unas semanas. Altman siempre ha abogado por las ventajas de la IA y que, pese a asumir que puede suponer grandes transformaciones en nuestro mundo, será una fuente de prosperidad y beneficio, tanto en lo económico como en lo social. Evidentemente habla como parte interesada, pero ese tono mesiánico sobre las bondades de la tecnología es algo que se da mucho entre los desarrolladores de Silicon Valley, conscientes como son de algunas de las potencialidades de los productos que generan (desconociendo por completo otras derivadas). El viernes pasado, sin previo aviso, en una reunión telemática celebrada por el consejo de gobierno de OpenAI, formado por seis miembros, cuatro de ellos votaron para despedir, de manera fulminante, a Altman y a su segundo de abordo. No trascendieron las causas del despido pero la noticia fue una bomba, porque el foco de la actualidad está puesto de manera obsesiva sobre el sector. La fama universal de Altman fue la espoleta de una bomba mediática que llenó titulares en todo el mundo, y que dio inicio a toda una revuelta en la empresa. De los cerca de setecientos empleados de OpenAI más de quinientos publicaron un escrito en el que se solidarizaban con su exjefe, desconocían lo que había pasado, afirmaban que el consejo de administración se había extralimitado en sus funciones y amenazaban con dejar la empresa. Dado el sector, no hay activo más valioso que ese grupo de genios que trabajan en él, y empresas tecnológicas de primer nivel como Salesforce o Microsoft empezaron a lanzar ofertas a aquellos que abandonasen la nave de OpenAI. La compañía de Redmont ofertó directamente un puesto al propio Altman, que lo rechazó. El revuelo empezó a ser escándalo y algunos de los inversores que habían colocado su dinero en OpenAI a través de la entidad financiadora empezaron a temer que lo se prometía como un colosal negocio terminase en bancarrota total con la disolución de todas las corporaciones implicadas en el AI. A lo largo de esta semana ese miedo del dinero se ha traducido en todo un golpe de estado interno en el que el consejo de administración, los cuatro que quedaban, ha sido directamente cesado, supongo que “convencido” para que se largue, y el propio Altman ha sido readmitido por un nuevo consejo en el que todos sus miembros han sido cambiados, y al que han accedido personas como Larry Summers, ex secretario del tesoro del gobierno de Bill Clinton, economista de muy reconocido prestigio pero alguien totalmente ajeno al mundo de la IA. La empresa matriz, la de sin lucro, vuelve a estar con Altman al mando y el vehículo inversor asegurado, tras una tormenta muy peligrosa para todo el sistema.
¿Por qué se despidió a Altman? Se alegó falta de confianza, lo que quiere decir que no se saben las causas reales. La rumorología se ha desatado y hay fuentes que hablan de desarrollos tecnológicos de última hora potencialmente peligrosos, que Altman no habría valorado en su justa medida. También las mareantes cifras de inversión que se están dando en la empresa han generado probables celos y deseos de ponerse al mando de una nave que puede ser un pelotazo financiero si algún día sale a bolsa… de todo. Este artículo es bastante interesante y analiza todos estos avatares, pero realmente se sabe muy poco. Y puede que en toda esta historia haya mucha inteligencia artificial y poca humana.
Subo el finde a Elorrio y me cojo dos días. Nos leemos el miércoles 29.
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