A veces, por fortuna, en medio de la deprimente actualidad que se vuelve insoportable, la vida ofrecer ventanas de oportunidad, espacios en los que poder respirar y conseguir fuerzas, ver que hay esperanzas más allá de la mentira política y el sectarismo. No me pasó a mi, pero sí fui testigo de excepción de un hecho romántico este pasado viernes por la tarde en la FNAC de Callao, en pleno centro de Madrid, que me pareció muy bonito y que, sin saber cómo acabará, espero que sea una oportunidad para los que lo protagonizaron, aunque desconozco si mutuamente llegaron a saber quiénes eran.
Fui a pagar un libro que había comprado, me tocó la caja 5, la última de las abiertas. En la 1 estaba trabajando una chica joven, guapa, con estética moderna, en la mía una señora algo mayor. Cuando llegué a mi caja a pagar me apareció un chico alto, de gran envergadura, un potencial jugador de baloncesto, que empezó a insistir a mi cajera para que le pasase una nota a la cajera del uno, y llevaba, en efecto, en su mano, un papel doblado que trataba de dejar a la cajera. Ella se negaba y decía que no podía, pero el chico, con formas suaves, insistía. En un momento dado la cajera le preguntó. “Pero, vamos a ver, ¿eres familia de ella o qué? ¿Te conoce?” a lo que él, entre serio y sonriente, dijo, “no, no me conoce de nada, lo que pasa es que me he enamorado completamente de ella y quiero que lo sepa”. El semblante de la cajera cambió completamente y empezó a reírse, pero no cambió en su idea de que no podía darle la nota. Tras unos segundos, y viendo el chico que no iba a tener opciones de convencerla, se rindió, pero dejando la nota, el papel doblado, junto al datafono de la cajera. Tras esto ella empezó mi proceso de cobro sin tocar el papel. Le comenté que se animase y le diera la nota, que era un asunto bonito y que, la verdad, es que la chica sí era guapa, y probablemente no esté sola, añadí. Añadió la cajera que lo era, sí, y buena chica y trabajadora. Terminé mi pago y salí, y allí fuera, cerca del escaparate, estaba el chico grandote con un par de amigos y otra chica, y no pude evitar acercarme para saludarle y desearle suerte. Le añadí que había apoyado su empeño de que la cajera entregase la nota, pero que no estaba por la labor, a lo que ellos me agradecieron mi gesto. El me reiteró que la chica era guapísima y se había quedado encandilado por completo. El di ánimos, aunque señalé que, siendo como era ella, es raro que las joyas así estén libres, pero que era valiente por intentarlo. Nos despedimos y seguí mi rumbo hacia otra librería cercana donde quería mirar una cosa. Entré y curioseé entre los estantes, pero no dejaba de dar vueltas a lo que había sucedido. Admiraba al chaval, yo había hecho cosas similares en el pasado, que habían fracasado estrepitosamente, y deseaba que él tuviera un poco más de suerte. Sin quitarme lo sucedido de la cabeza, no compré nada en ese establecimiento y, al salir, me decidí a acudir nuevamente a la FANC, que estaba cerca, para curiosear si en el tiempo transcurrido los acontecimientos habían evolucionado de alguna manera. Al llegar a la tienda vi que, donde me encontré a la salida al protagonista y sus amigos, no había nadie, por lo que mi primera táctica para enterarme de lo que había sucedido se complicó. Miré por el escaparate, desde donde se pueden ver las cajas de cobro desde que han remodelado parcialmente la tienda, y allí seguía la cajera atractiva en el 1 y la que me había cobrado a mi en el 5, pero ni rastro del enamoradizo ni de sus acompañantes. ¿Qué hacer? Decidí echarle un poco de morro y entré nuevamente en la tienda. Pasee por el vestíbulo y me cercioré de que, en efecto, él y su grupo no estaban, por lo que podía haberse rendido y marchado o logrado que ella se hubiera enterado de su enamoramiento y haberla saludado… se me empezaron a ocurrir un montón de posibilidades, y necesitaba algunas certezas, por lo que me acerqué a la caja 5, la que me había cobrado a mi, que en ese momento ordenaba papeles y no atendía a ningún cliente, y le pregunté por la nota, por si finalmente la había entregado y qué había sucedido.
La cajera me informó de que había llamado a la encargada y dado la nota, y que la encargada sería la que se la pasaría a la cajera del 1, por lo que supongo que la información fue entregada a la anhelada destinataria, pero a partir de ahí no se nada más. Salí de la tienda y vi a la cajera de la 1, que estaba atendiendo a otro comprador. Sí, era guapa, seguro que no es la primera vez en su vida que se ha visto en situaciones similares. Comencé el paseo de vuelta a casa pensando en, si la nota llegó a sus manos, las múltiples opciones que se abrían en su vida y en la del que la redactó. Muchas de ellas, seguro, frustradas a partir del momento en el que ella no hiciera caso al mensaje de amor, pero, ¿y sí respondió a ese mensaje? ¿y sí en la nota había un número de móvil y ella escribió a ese número un mensaje con un “hola? ¿Surgió algo allí ese viernes?
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