miércoles, febrero 28, 2024

Ábalos

Soy de los pocos que no ha cambiado de opinión con respecto a Ábalos a lo largo del tiempo. Cuando le conocí como figura pública, en la ascensión del sanchismo, me pareció un sujeto barriobajero, un macarra dotado de formas soeces, tono despectivo y aspecto algo patibulario, con el que no iría a hacer nada en mi vida. Durante su carrera en el poder se comportó con el estilo que delataban sus formas y, por lo que veo, no ha cambiado en lo más mínimo. Curioso es comprobar como los que le hacían la pelota mientras tuvo cargo ahora le afean cosas que siempre han sido parte de su personalidad. Es un sujeto negativo.

Ábalos lo fue todo en el sanchismo, empezando por seguir al líder desde el primer minuto. Convencido de las bondades de un político del que se sabía muy poco, salvo la belleza de su aspecto, se unió al grupo de los de Sánchez en su momento fundacional, y actuó como fiel escudero en todo momento, siendo recompensado cuando el PSOE, que entonces aún se podía llamar así, llegó al poder. Ábalos se convirtió en Ministro de Fomento, el dueño de uno de los presupuestos de gasto más potentes en el gobierno, y responsable de contratos gigantescos relacionados con la obra pública, y en secretario de organización del partido. Es decir, decidía dentro y fuera del gobierno, era un jefazo. Su poder era enorme, en la práctica sólo tenía a Sánchez por encima. Durante su gestión se dieron algunos escándalos sonados, siendo el de Delcy y todo lo que pasase en el aeropuerto de Barajas el que acaparó más titualres. Al lado del patibulario Ábalos siempre iba un señor muy grandote que casi le hacía de escolta, y que en todas las apariciones del ministro secretario general estaba a su lado. Ahora hemos sabido que ese señor tan grande se llamaba Koldo, y que era importante, pero en aquel momento eso era algo que no tenía apenas relevancia para casi todo el mundo. En un momento dado, en una de las remodelaciones de gobierno, Ábalos es cesado como ministro y responsable del partido. Su degradación es casi total, se convierte en diputado raso y poco más. Pasa a ser de los más poderosos a perder casi toda su capacidad de influencia. Los pelotas, que vivían adulándole en los medios, y fuera de ellos, le orillan, le consideran un juguete roto y pasan de él. Para muchos, yo entre ellos, el cese de Ábalos es extraño, inexplicable, y la ausencia de justificaciones de Sánchez ante ese movimiento, como es habitual en él, desata todo tipo de especulaciones, habituales en el mundo de la conspiranoia en el que se mueve parte del chismorreo hoy en día. Enseguida aspectos relacionados con la sórdida vida privada del ex ministro empiezan a circular por todas partes y uno ata cabos y cree que esa puede ser la causa de tan sonada despedida, pero aun así considera que es todo muy burdo como para ser totalmente cierto. Ábalos compagina su nueva vida de parlamentario de base (buen sueldo, pero ridículo para lo que él ha ganado y necesita) con su aparición como tertuliano en algunos de esos programas que se dicen de debate político, pero que no son sino el Sálvame telecinquero reciclado a un ámbito no dominado por las vísceras y sí por el poder. Una noche le veo un par de minutos en uno de ellos y mi sensación de que estoy ante un vulgar macarra se reafirma. Me asombra que haya llegado tan lejos en la vida con unas formas por las que mi madre, que hoy cumple años (¡¡¡Felicidades!!!) no hubiera dejado de pegarme sopapos en público a la mínima ocasión. Quito la tele y considero a ese personaje como algo menor, como un reflejo de la decadencia de la política, de la selección adversa que hoy domina a la hora de escoger a quienes detentan cargos de responsabilidad, como un antiejemplo de la virtud y ejemplaridad que pregona la filosofía de Javier Gomá, y me siento a leer en el sofá. Sí, como plan de sábado a la noche no es envidiable. Ábalos no lo secundaría.

El estallido del caso Koldo, el hombre grandote que era la sombra del poderoso cuando detentaba cargo, las comisiones por las mascarillas, el presunto fraude en contratos y adjudicaciones, la escandalera pública en los medios, la batalla política total a cuenta de un caso que es tan sucio en su contexto pandémico como clásico en el exhibicionismo de la prodredumbre moral y la codicia han puesto nuevamente a Ábalos en el centro de la actualidad. Y allí, ante todas las cámaras, el sujeto patibulario se vuelve a mostrar como lo que es. Sánchez ya tiene en frente a uno que ha sido de los suyos y ahora le odia. O le promete una amnistía a la Puigdemont o el ex ex le puede causar muchos dolores de cabeza.

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