Cada vez que habla Jerome Powell, el presidente de la FED, el BCE de EEUU, todo el mundo económico y financiero presta toda la atención posible, y un ejército de augures se dispone a estudiar sus palabras, gestos, tics y mensajes encubiertos para tratar de averiguar cuáles son los propósitos de la autoridad monetaria más poderosa del mundo, la que controla la moneda de reserva global y la que es capaz de desencadenar efectos en todos lados con sus decisiones. Normalmente los banqueros centrales buscan crear una senda de actuación previsible, no dar sorpresas, pero sus discursos suelen ser calculadamente ambiguos, algo así como una receta médica de las de antaño, que indicaba tratamiento y posología, pero con letra indescifrable.
Ayer Powell se mostró cauto, optimista pero prudente. Se felicitó por el avance sostenido de la economía norteamericana, que sigue sorprendiendo a todos, y por el gran desempeño de un mercado laboral que se encuentra en tasas de paro casi técnicas. La senda de la inflación sigue un curso descendente y no pocos creen que, esta vez sí, la FED logrará lo que se llama el aterrizaje suave, conseguir que los precios bajen sin provocar una recesión. Alcanzar eso es el sueño de un banquero central, que la inflación se modere y el crecimiento se mantenga es lo que todo gestor macroeconómico aspira a conseguir, y es muy muy muy difícil. Ante los datos que posee, Powell dijo que es probable que en este 2024 se produzcan las primeras bajadas de tipos, pero que la FED quiere esperar a nuevos datos para asegurarse de que esa senda de descenso de los precios se mantiene, y no actuar así de manera precipitada. Lo primero era lo esperado, lo segundo no gustó tanto a los mercados. Desde hace más de un año se desarrolla un extraño juego en el que la FED mueve tipos al alza y los mantiene y el mercado apuesta a que la primera bajada ya está en el horizonte, logrando lo que se llama entre los que en esto se mueven el “pivote”, el punto de giro de la política monetaria. A ese grupo de ansiosos impacientes Powell les volvió a insistir que, pesados que son, estén sentados, porque las bajadas no son inminentes. La FED puede cometer errores a la hora de mover los tipos en dos sentidos, siendo demasiado restrictiva (subiéndolos antes de tiempo o dejándolos altos más de lo debido) o ser demasiado laxa (no subir cuando debía o bajarlos antes de tiempo) y todo ello a sabiendas de que siempre juega con información imperfecta y que las decisiones de tipos generan sus efectos con retardos en un sistema complejo, como es la economía, en el que juegan multitud de factores. Los banqueros centrales temen mucho el primer tipo de error que les he señalado, porque con él pueden provocar recesiones, o alargarlas en el tiempo, lo que es malo para la economía, pero al que le tienen pánico es al segundo tipo de error, porque es el que provoca que la inflación, vía causa monetaria, coja vuelo y se descontrole, y la principal labor de un banquero central es controlar el nivel de precios (la FED también tiene mantener el empleo entre sus obligaciones legales, el BCE no). Un error que permita a la inflación crecer es anatema para un banquero central, su mayor fracaso, y por eso la prudencia a la hora de retirar medidas restrictivas es un comportamiento bastante común. Según comentó Powell ninguno de los miembros de la junta que rige la institución señaló que había llegado ya el momento de empezar a bajar los tipos, por lo que existe un consenso en la autoridad monetaria de que ese descenso se hará esperar. Los que confiaban en que en marzo veríamos la primera bajada se han dado un canto en los dientes y el mercado empieza ya a apostar al inicio del verano como el punto en el que se tome la primera decisión de recortes de tipos, lo que nos mantendría un semestre más con las tasas altas, generando efectos contractivos en el crédito y encareciendo el pago de créditos y préstamos de todo tipo, erosionando la capacidad de consumo del norteamericano, que a pesar de ello sigue gastando como si no hubiera mañana.
Este calendario de movimientos de tipos se cruza, inevitablemente, con el electoral en EEUU. Las presidenciales son en noviembre, y una bajada de tipos sería algo que podría, si no sucede nada anómalo, espolear la economía si se frena a lo largo de estos meses y los precios, en efecto, se atenúan, cosa que a Biden le vendría bien. Un repunte inflacionario por la causa que fuera, pensemos en el caos en el mar Rojo y que pase algo que altere los precios globales, podría forzar a la FED a atrasar su calendario y eso sería nefasto para las aspiraciones demócratas. Si la economía entrase en crisis a lo largo del año Trump podría explotarlo como la baza definitiva para ganar la elección. En fin, un año intenso por delante, con previsión de bajadas, pero sujeto a incertidumbres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario