Una vez que las fuerzas israelíes ha conseguido el control total sobre el norte y centro de la franja de Gaza, sus operaciones se encaminan hacia el sur, acercándose a Rafah y al paso de su mismo nombre, frontera de acceso a Egipto y límite inferior de la franja En las localidades donde ya se han disputado los combates los destrozos son inmensos, el número de milicianos de Hamas eliminados numerosos y las víctimas civiles medibles mediante unidades de millar, en una ofensiva que se está demostrando tan eficaz como letal. Lo que quede de Hamas en el territorio no va a seguir muy vivo de aquí a unas semanas.
Recuerdo que, al poco de sucederse los atentados islamistas del 7 de octubre y comenzar la respuesta militar israelí, se publicó en prensa un interesante artículo, de tono sombrío, en el que un experto norteamericano intentaba dar algunos consejos a Israel sobre cómo responder ante la masacre que había sufrido. El principal de ellos era que no cometiese los errores que llevaron a cabo los propios EEUU tras el 11S. Conmocionados, cegados por el dolo y el odio, las fuerzas norteamericanas respondieron contra la base terrorista de Afganistán, y derrocaron al gobierno talibán que había amparado a Bin Laden y el resto de sus secuaces. Ese ataque contó con la comprensión y el apoyo de la inmensa mayoría de países ante la atrocidad que se había producido en Nueva York y Washington, pero de ahí en adelante el gobierno de EEUU siguió ciegamente una estrategia equivocada en la que la fuerza imparable de su ejército y su sed de venganza le hicieron atacar otras naciones, descomponer gran parte del apoyo global y sumirse en el marasmo de lo que luego supondría Irak y sus desastres asociados. Comentaba el experto que, en esa época, a la población y dirigencia de su país le pudo el odio y la venganza sobre el cálculo frío, la necesidad imperiosa de responder violentamente sobre la estrategia efectiva y determinada para acabar con sus enemigos, y sólo con ellos. Venía a decir que era fácil que, ante un golpe como el 11S, la reacción hubiera sido la que se dio, y que el tiempo ha permitido aprender lecciones sobre lo que se hizo bien y mal, y que en ese momento Israel, ante su 11S particular, debía sentarse consigo mismo de manera serena y planificar la respuesta de tal manera que el daño que hiciera a sus oponentes no se le volviera en su contra. Expresaba una total solidaridad con las víctimas del atentado, sus familias y, en conjunto, con toda la sociedad israelí, y pedía al gobierno, que en esos momentos trataba de reconfigurarse como un gabinete de unidad nacional, que actuara con racionalidad. Era consciente el autor de lo difícil que era lo que pedía, porque ellos mismos, su propia nación, no actuó así, y lo más fácil es que Israel cayera en errores similares. Por eso le advertía y rogaba para que no los cometiese. Transcurridos ya unos meses desde los atentados de octubre, el desarrollo de la respuesta israelí muestra los mismos errores en los que cayó la política norteamericana en 2002 – 2003, agravados si cabe por la capacidad que tenemos ahora mismo de seguir en directo las consecuencias de los ataques de las IDF y, desde luego, incrementados por la presencia de discursos extremistas que, en los últimos años, se han hecho fuertes en la política israelí. No se si Hamas será destruida, sí es probable que lo sean sus infraestructuras en Gaza, pero el aliento para el extremismo islamista que supone el desarrollo de la ofensiva israelí es todo un triunfo para los radicales que lanzaron los ataques del 7 de octubre. A eso asesinos, a los que no les importan ni la vida de los israelíes ni las de los palestinos, el balance de más de veinte mil civiles palestinos muertos en lo que llevamos de ofensiva les suena a gloria, a sangre derramada que riega el odio que plantaron con su acción terrorista, y que la respuesta israelí contribuye a que crezca fuerte y vigoroso. Un odio que será difícil de exterminar.
En estos meses la solidaridad global con Israel se ha tornado en abierta hostilidad por parte de países y opiniones de gran parte del mundo, e incluso la tradicional alianza inquebrantable entre ellos y EEUU se resquebraja por cada nuevo bombardeo. Intolerables actos antisemitas se extienden por doquier con la comprensión de muchos que no quieren verlos y, a veces con poca discreción, los apoyan. El gobierno israelí está fracasando en su objetivo de ganar la guerra, aunque pueda acabar laminando Gaza y convertirla en un erial. Temo que alguien, en alguna parte, esté planeando una gran y cruel venganza por todo lo que está sucediendo, que sea un fruto de ese odio que se extiende sin freno por la zona.
Subo a Elorrio el fin de semana y me cojo tres días. Si no pasa nada raro nos leemos el jueves 22. Pásenlo muy bien.
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