Hay días en los que uno se levanta con la esperanza de que las malas noticias de la noche no se hayan convertido en desgracia, pero el amanecer, en ocasiones, no sólo trae reflejos dorados del Sol, también viene con malas nuevas. Al irme a la cama el balance del incendio de ayer en Valencia era de dieciséis heridos, seis de ellos bomberos, sin que ninguno presentase un cuadro grava. Viendo las escenas de televisión esa contabilidad era un sinónimo de milagro. A esta hora de la mañana las cifras son bastante más graves, con cuatro fallecidos confirmados y diecinueve desaparecidos, a la espera de que se pueda acceder al interior de la construcción.
Es bastante probable que la estructura del edificio, de forjados de hormigón, resista lo que ha sucedido y no colapse, pero es fácil imaginar que nada queda más allá de los pilares y las placas de los pisos. La intensidad del incendio ha devorado todo lo que pudiera encontrarse en el interior de las viviendas y ha destruido enseres y elementos de decoración y revestimiento por completo. Las llamas que se vieron en algunos momentos eran de una dimensión inusitada para tratarse de un incendio en viviendas, y habrá que investigar muy bien qué es lo que ha pasado para que el fuego se extendiese de esa forma. Varios de los expertos que han hablado han achacado lo sucedido al revestimiento del edificio, una solución decorativa y aislante en la que los componentes plásticos son parte de las capas que, como un sándwich, generan el panel que se adosa a la pared para revestirla. Si uno contempla las primeras imágenes del fuego, originado en un piso de la planta séptima, comprueba que al poco parte de la fachada coge llama y a partir de ahí el fuego se expande siguiendo literalmente todo el revestimiento que rodea balcones y ventanales, a una velocidad enorme, por lo que el papel de esa cobertura exterior en el avance del fuego sí que puede resultar decisivo. Una vez que las llamas se extendían por ahí era imposible que, reventando las ventanas, el fuego no penetrase en los pisos, donde el material combustible abunda en forma de cortinas, sofás, muebles, elementos de la cocina, etc. Si las llamas se hubieran contenido dentro de la vivienda donde se originaron, cosa que es lo que suele suceder habitualmente en estos casos, estaríamos ante una desgracia muy localizada, con efectos llamativos pero escasos. Sin embargo, con el fuego desatado por toda la fachada, era ya imposible que ninguna de las viviendas resultara inmune ante una oleada de fuego imparable. También puede ser que esos paneles que propiciaron la extensión del fuego fueran los responsables de extenderlo al edificio anexo, más bajo, pero con estructuras compartidas con el principal, y construido de igual manera, por lo que el proceso de propagación de las llamas fue exactamente el mismo, desde el exterior al interior. Los bomberos y demás personal de protección y seguridad desplazado a la zona apenas pudieron hacer más que rescatar a las pocas personas que estaban en los balcones de sus viviendas, en un ejercicio de valor y audacia que les hace, nuevamente, ser considerados como héroes en una situación en la que la mayor parte de nosotros, desde luego yo, estaríamos dominados por el miedo absoluto. Desde fuera, con escalas y mangueras, la capacidad de extinción de un edificio de cientos de pisos ardiendo de manera simultánea es casi nula, por lo que los medios trataron, sobre todo, de que esas llamas no se siguieran propagando a ninguna otra construcción. El cortafuegos que separa el bajo comercial de la zona de pisos funcionó, y en los accesos de calle y en los establecimientos no se dio la extensión del incendio, por lo que al menos esa zona de la edificación se ha salvado y permitió que los que en ella estuviesen fueran evacuados sin problema.
Es pronto para hacer balances, pero el panorama pinta desolador. La destrucción física es enorme, con cientos de viviendas arrasadas por completo, sin que ninguna pertenencia que estuviera en ellas haya podido sobrevivir. Los heridos que ayer estaban en el hospital no revisten gravedad, pero la cuenta de desaparecidos a esta hora, diecinueve, y de fallecidos, cuatro, eleva lo sucedido al grado de tragedia, con elevada incertidumbre sobre el número final de muertos. Tiempo habrá para investigar las causas y el porqué de la vivaz extensión de las llamas. Ahora lo urgente es que los desaparecidos estén vivos, y que el balance de muertos no siga subiendo.
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