En su artículo de ayer Domingo en la Revista XL Semanal, Arturo Pérez Reverte denunciaba la cicatería de los servicios de seguridad e información del Monasterio de El Escorial que, según parece, tienen órdenes de amonestar a aquellas personas que actúan como guías improvisados, o simplemente al grupo de amigos en el que uno de ellos explica al resto algún de talle del edificio o de una obra en él expuesto, y todo porque los guías oficiales tienen el monopolio de la enseñanza, por así decirlo. Comparto plenamente su crítica, porque es de agradecer que alguien, sea quien sea, te explique y cuente detalles de lo que ves, sin los cuales estarías perdido ante un objeto que, en su mayor parte, no podrías ni entender ni apreciar.
En este fin de semana de viaje he estado de de excursión por Santander, en compañía de unos amigos, de visita a uno de ellos al que no veían desde hace tiempo. Al menos hacía 6 años que no pisaba Santander, y mira que no está muy lejos de Bilbao, por lo que me queda cerca. La cuestión es que vimos el centro de la ciudad en un día de viento sur cálido que permitía pasear y admirar edificios y templos, y afortunadamente nuestro anfitrión actuó como buen Cicerone y nos explicó muchos detalles de cada uno de los lugares que veíamos. Eso nos permitió no solo apreciarlos, sino sobre todo entenderlos. Nunca hubiese imaginado que pudiera aparecer un Policía Municipal amonestando a nuestro amigo, diciendo que sólo los investidos por la autoridad de la oficina de turismo de Santander pueden explicar cosas. Hubiese sido inaudito, verdad? Pues al parecer en El Escorial esto es posible. Y es una pena, porque el Monasterio es soberbio, digno de visita y admiración. Si hubiese algo similar en EE.UU. ya nos habrían hecho cientos de películas con su marco, fondo y estancias, pero aquí está un poco dejado, carente de publicidad, y al parecer censurado desde las instancias oficiales. La última vez que lo visité fu en el verano de 2005, y cogí el recorrido guiado porque iba sólo, y no recordaba nada de la última visita. Más que las salas del trono y recepción, que son pequeñas, fue la biblioteca lo que más me gusto. Muy bella y señorial.
Pero, antes de la visita guiada fui a misa a la Basílica, y eso si que es impactante. No hice mucho caso a la ceremonia porque sólo ver la escalinata de acceso al altar y las columnas que sostienen la bóveda anonadan. Parece excavada en roca, en vez de construida sobre el aire. Desde luego es un lugar que impone, por sobriedad, decoración y color, un tono oscuro y sombrío. Quizás allí debieran postrarse algunos de los responsables del Monasterio, a ver si se les mete un poco de humildad en las venas en medio de tan grandioso marco.
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