Qué curiosa sensación de “deja vu” se puede vivir estos días. Amedo en al televisión contando historias viejas que a poca gente interesan, el Prestige volviendo a exhalar porquería de sus entrañas, que parecen más profundas que las simas de los infiernos, y el KGB, sí, el KGB, volviendo a actuar a su más viejo estilo, envenenando a alguien en medio de una copiosa comida, en este caso de sushi japonés. Reconozco que al oír la noticia me costó creerla, ya que pensaba que esto del KGB no era más que el nombre de una pesadilla que había desaparecido ya, pero no, parece que los chicos grises de las gabardinas largas y oscuras intenciones siguen trabajando de manera intensa.
En este caso la víctima ha sido un señor llamado Alexander Litvinenko, que se debate entre al vida y la muerte en un hospital de Londres, aunque todavía no se ha podido determinar la causa exacta del envenenamiento, hablándose incluso de trazas radioactivas. Este señor es un ex espía ruso, que últimamente estaba investigando el asesinato de la periodista rusa Anna Politkovskaya, una conocida enemiga del régimen de Putin, contra el que luchaba escribiendo, esa arma tan poderosa y temida por los gobiernos. Anna había denunciado con frecuencia las fechorías que había cometido el gobierno de Putin en Chechenia, que van desde deportaciones masivas hasta torturas y asesinatos sin fin. Como era un peligro para la integridad del régimen ruso, fue asesinada a tiros en el portal de su casa de una manera mafiosa y sádica por unos desconocidos (sic) el pasado sábado 7 de Octubre de 2006. La polémica mundial fue grande, pero Putin la acalló con buenas palabras y gestos vacíos. El actual caso Litvinenko se parece mucho al envenenamiento sufrido por Victor Yuschenko, candidato opositor ucraniano al entonces régimen proruso. Se ve que la actual Rusia no ha abandonado plenamente las prácticas de la época soviética, donde por lo que sabemos por la historia, y en medio del entonces oscurantismo oficial, la delación, asesinato y la eliminación de opositores era tan frecuente como las nieves en Moscú o las cogorzas de vodka en la Plaza Roja. A todo ello se suma que, actualmente, el país está regido por un señor llamado Vladimir Putin, que tiene toda la pinta de ser un ser frío y sanguinario, proveniente, como no podía ser de otra manera, de la oficialmente extinta KGB.
¿Por qué en Rusia pasan todas estas cosas y eso que llamamos comunidad internacional no hace nada ni se planta ni toma medidas de protesta? Buena pregunta. Quizás se deba al hecho de que, al menos en Europa, somos rehenes de los recursos energéticos rusos, de su gas y su petróleo, y ello permite a Putin presentarse en las cumbres internacionales como un gran magnate que reparte energía a quien esté dispuesto a pagarla y cerrar la boca. Toda una declaración de intenciones sobre ética y política. Creo que el pobre Litvinenko, si sale de esta, no va a ser recibido con alfombras rojas en las cancillerías europeas, no vaya a ser que se vaya la luz del pasillo cuando el embajador le de la mano.
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