Este pasado sábado vi la película de Michael Clyton, protagonizada por George Clooney, uno de esos pocos actores que hoy en día se están labrando una carrera destinada a perdurar en el tiempo. Es una película de abogados distinta a las habituales, sin juicio, testigos ni jurados. El buffet en el que trabaja Clooney se encarga de , entre otras cosas, acordar fusiones y adquisiciones de empresas, y Clyton, su personaje, es el encargado de limpiar los problemas que les surjan a sus clientes, sean por su actividad profesional o porque en su estupidez atropellen a la gente en sus coches de lujo.
La película me gustó, y eso que en versión original posee un inglés que se me atragantó. Los murmullos de algunos personajes, su vehemencia en otras ocasiones, y mucho latiguillo y aire de capas bajas se me hicieron cuesta arriba. Además, esta organizada al revés, de tal manera que, tras una introducción con un monólogo impactante, vemos en una larga escena como acaba la acción y, a partir de ahí, casi toda la película es un flashback de lo que ha sucedido hasta entonces. Pese a ello la trama se sigue con facilidad, soportada por un juego de actores que dan mucha credibilidad a sus personajes. A parte del propio Clooney, es curioso ver al director Sydney Pollack interpretando un papel, de jefe de abogados, y sobre todo destaca el personaje femenino, secundario en al pantalla pero vital en la trama, encarnado por la para mi desconocida Tilda Swinton. Fabrica una composición de ejecutiva agresiva, determinada a alcanzar el éxito sin importar los costes, pero que tiene miedo, que lo pasa mal de puertas a dentro, y la escena de su apartamento, en la que ensaya una importante entrevista que va a conceder a la televisión, es magnífica. Qué estudiante no puede verse reflejado en ese nerviosismo, esa tensión del día del examen en la que, mientras te cambias de ropa, te lavas y miras al espejo repites la lección, seguro y consciente, pero con el pánico de que se te pueda olvidar llegado el momento justo, cuando atravieses el dintel de la puerta y salgas a la calle. Este personaje, al igual que el de Clooney o el del otro abogado principal, interpretado por Tom Wilkinson (también presente en la última de Woody Allen, “El sueño de Casandra”) es completo y real, y quiero decir con ello que presenta múltiples caras. No hay buenos puros y malos malignos. Los personajes me parecieron construidos con solidez y un alto grado de verosimilitud, y si los que hacen de malos son peores lo es por sus actos, no por sus miedos y temores. El planteamiento en este punto me ha parecido muy honesto y adulto, alejado de la ñoñería habitual de santos contra malignos, que decanta la balanza muy rápidamente.
Una última reflexión sobre el propio Clooney. Ya queda algo lejos su papel como pediatra Doctor Rosse en Urgencias, y desde entonces su carrera va lanzada. Las tres últimas películas que ha interpretado-dirigido-producido me han parecido grandes. Es un hombre inteligente, dotado de un profundo sentido crítico respecto a su país y su sociedad (reflejo en el que nos asomamos todos) y consigue hacer productos comerciales con contenido y estilo. ¿Qué más se puede pedir? No se si será el Cary Grant de nuestra época, como dicen algunos, pero ha creado su propia marca, asociada al rigor y la calidad, y eso ya es mucho decir.
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