Últimamente sólo veo buenas películas. No es que vaya demasiado al cine, pero es que al precio que se ha puesto el negocio de la pantalla (me cobraron 7,10 euros este sábado, 7,10!!!) hay que cribar un poco y escoger bien para, además de dejarse un buen pellizco, no salir enfadado. Estaba interesado en ver los crímenes de Oxford, más que nada para ver la bella ciudad de Oxford y la aún más incomparable Leonor Watling, que luce soberbia en el cartel con esa chaqueta roja pasión, pero la puse por detrás en mi lista, y vi “En el valle de Elah”.
Esta es la última película de Paul Hagáis. Este individuo es el autor del guión de “Million dólar baby” directos de “Crash” y colaborador con Clint Eastwood en su dueto sobre Iwo Jima. Menudo palmarés. En su última cinta se presenta una historia sobre la guerra de Irak, según se dice en los anuncios, pero eso no es exactamente cierto. Irak es el trasfondo, la causa, pero todo sucede en territorio norteamericano, entre americanos. De hecho sólo vemos el castigado país en unos fragmentos grabados por un móvil de muy mala calidad. Unos padres (Tommy Lee Jones y Susan Sarandon) esperan la vuelta de su hijo de al guerra. Ya está en su base de EE.UU., pero ha desaparecido. El padre se traslada a la base para averiguar que está pasando, y en breve se descubren unos restos en un descampado que corresponden a su hijo. A partir de ahí el padre intenta descubrir qué ha sucedido, quién ha matado a su hijo y porqué. En esta labor contará con la ayuda de una policía local (Charlize Teron) que sólo atiende casos cutres y sin interés, y que ve en este asunto una oportunidad para huir de su desmotivante vida laboral y personal, sólo aderezada por la existencia de su hijo. La película descansa completamente sobre el trabajo de Tommy Lee Jones y Cahrlize Teron, y ambos están magníficos, pero lo de Lee Jones ya no tiene nombre. Abatido, cansado, dolorido pero nunca derrotado, con unas ojeras enormes y arrugas por doquier, Jones encarna el papel de padre coraje de una América profunda, real y que no sale mucho en las películas. Su casa, su barrio, lleno de gente trabajadora, con sus camionetas, con cintas amarillas por doquier, que denotan la presencia de un miembro de la famita en el frente, y con la bandera americana en asta, como muestra de un sano orgullo patrio. Frente a esa visión Jones descubre un ejército envenenado, podrido de poder y ambición, donde los chicos que entran para servir a su país acaban convirtiéndose en algo vergonzoso, capaces de realizar actos impropios de un ser humano, que a mediada que avanza la película harán que el padre, de origen militar, vea con otros ojos a su hijo, a sus compañeros, y a todo que le rodea, y no le gusta nada lo que va viendo y descubriendo.
En este caso Charlize Teron también borda su papel. Dotada de una belleza perturbadora, da credibilidad a esa figura de policía abandonada a su suerte, de mujer en un mundo de hombres, de luchadora para tener que sobrevivir en la jungla. Incluso con la nariz rota está desbordantemente bella y profesional. La última escena, en la que Jones acaba izando la bandera americana, es de antología. Quizás desde “Salvar al soldado Ryan” no veía yo una bandera que cierre una película con tanto significado, aunque en este caso no es el mismo, desde luego. En definitiva, y pese a que el Sunday Times no está de acuerdo, me pareció una preciosa cinta, muy recomendable.
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