Finalmente no tendrá lugar el próximo Lunes la gala anual del COE, en la que se iba a estrenar de manera oficial la nueva letra del himno español. Ante las críticas, suspicacias y cachondeos generados por el texto, el presidente del COE anunció ayer la marcha atrás del proyecto, aunque insistió en que su objetivo final es que haya una letra para poder ser cantada. Quién peor se lo ha tomado ha sido Paulino Cubero, el autor del texto, que como buen desconocido, ha disfrutado de una semana de gloria frustrada en el último tramo, y no verá a Plácido Domingo cantando su texto.
Paulino se ha enfadado mucho. Está en paro, el 7 de febrero tiene que renovar la tarjeta del INEM, y ha dicho que espera que los siete mil participantes de esta especie de concurso de la letra se apunten a la oficina de empleo justo detrás de él. Habla de las miserias de la patria, y se ve que este hombre no ha tenido la fortuna de leer a lúcidos autores como Quevedo, Larra o Pérez Reverte, que han glosado y denunciado siempre lo cainita y cruel que es este país con sus hijos. Evidentemente Paulino peca de ingenuo. En un extraño país donde poca gente cree en él ni le importa, y donde el sentimiento (de egoísmo) nacional está asentado en reductos localistas, el buscar una letra común al himno es un ejercicio que va a estar lleno de dificultades y problemas. Ni siquiera Aznar en al segunda legislatura, que lo intentó, fue capaz de sacar un texto, porque la comisión que montó al efecto se encontró con enormes trabas y dificultades. Y encima esta vez se monta para un asunto tan serio un procedimiento rayano en el absurdo. Aparece un organismo semiprivado, el COE, en nombre de unos deportistas que ansían cantar algo cuando triunfan, y que a la hora de la verdad no ganan casi nada, y declara que va a buscar una letra, así, amparado en su buen juicio, y encima en colaboración con la SGAE, organismo del que no voy a volver a referirme para que no se me amargue la mañana. Y todos juntos montan una especie de Operación Triunfo para escoger la letra, aceptan propuestas, recogen textos, y seleccionan alternativas. Cuando el asunto salió a los medios yo pensaba que era de broma, pero no. Iba en serio. Unos individuos se postulaban para escoger la letra de un símbolo constitucional. En vez de hacer un debate serio de porqué no tiene letra el himno, qué quiere decir eso, si es bueno o malo, y que se puede hacer al respecto, o incluso plantear la posibilidad de buscar una canción popular ya hecha con letra propia (“Suspiros de España”, “España camisa blanca de mi esperanza”... yo que se) estos iluminados se lanzan a un ruedo lleno de toros sueltos y picadores profesionales, y así de corneados han salido todos.
En el fondo, y siendo un poco crueles, todo este episodio ha sido tremendamente patriótico e hispánico. Una monumental chapuza desde un principio, que ha acabado en medio del cachondeo más generalizado, una coña absoluta respecto al himno, y del que ya surgen versiones a cada cual más esperpéntica y graciosa. Ya sólo falta que a algún avispado productor de televisión se le ocurra organizar del todo “Operación Himno” con letristas nominados, miembros del lumpen histriónico haciéndose pasar por cantantes de opereta frustrada y Bisbal de copresidente del jurado, con lo que a parte del himno también tendríamos la patada al aire nacional y el salto patrio...
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