Menuda la que se ha organizado en Nápoles. Según se cuenta más de 100.000 toneladas de basura (y no me equivocado ni en los ceros ni en las unidades) se acumulan entre las calles y carreteras de dicha localidad, debido a que no hay lugar donde depositarla. El ejército ha sido llamado para recoger toda esta porquería, pero no esta claro a donde se la van a llevar. Podría pensar el lector que lo más lógico es enviarla a un vertedero, pero resulta que los cercanos a la ciudad, y que se han usado para esos fines, se han clausurado al estar controlados... por la mafia.
Un panorama desolador, y que huele muy mal, a buen seguro. En medio de toda esta porquería se extiende esa cultura de violencia que en Italia parece resurgir de unos años hacia aquí. Ayer, según creo entender porque no se italiano, fue incendiado un camión de bomberos en medio de escenas de guerrilla urbana. Y es que ver la basura en la calle, y vivir rodeado de ella es muy desagradable. En Madrid hemos tenido una especie de “demo” de este problema, a cuenta de la felizmente terminada huelga de limpieza del metro, que ha durado más de veinte días, incluyendo en su transcurso a todas las fiestas navideñas. Los primeros días no había demasiada suciedad, la gente, pese a no ser muy cívica, parecía no cebarse en exceso y no arrojar al suelo todo lo que lleva en la mano, pero no tardaron en aparecer los saboteadores, sean empleados del metro no. Una panda de indeseables que se dedicaban a ensuciar las estaciones y pasillos, dejándolos como un piso de estudiantes tras una fiesta erasmus. En mi estación no echaron aceite o contenedores, como se ha podido ver en las imágenes de las cámaras de seguridad, pero si vaciaron extintores, lo que deja el vestíbulo cubierto de polvo blanco, decorado de una estampa navideña no muy agradable. Se veía por los pasillos trocitos de periódico gratuito, concienzudamente roto (supongo que pasado por una trituradora de papel para ahorrase el esfuerzo de las tijeras) que actuaba a modo de incordiante confeti navideño. Y claro, cuando uno entra a un sitio en el que todo está hecho una mierda, para que se va a molestar en limpiar algo o no añadir más al montón acumulado...... latas, botellas, peladuras de naranja, ropa... cuando llegué el 2 de Enero podría encontrarse uno en los andenes cualquier cosa, nada buena, eso sí. Era una especie de firma de la sociedad que habitaba aquellos túneles, que tenía su propia consistencia, su forma definida, y que no decía nada bueno de sus creadores.
Afortunadamente la huelga del metro se ha terminado, pero lo que en ellas se ha visto ha sido vergonzoso. A parte de la necesidad de hacer de una vez una ley de huelga se ha visto que la sociedad en su conjunto, o eso me ha parecido, es muy tolerante con el incivismo. Ese individuo que rociaba con aceite los pasillos y hacía que la gente resbalase y cayera es un delincuente, y como tal debe ser juzgado y condenado, y los sindicatos o asociaciones de cualquier tipo no pueden defender semejantes conductas, y sus compañeros de trabajo debieran expulsarle por su indigna actitud, pero no parece que nada de eso vaya a suceder. Nos tendremos que conformar con no llegar a los niveles de Nápoles.
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