Este fin de semana hemos tenido sobredosis de noticias internacionales. Del lado bueno, en Serbia han ganado las elecciones los pro europeístas, frente al tradicional eslavismo de los nacionalistas serbios. Está por ver si lograrán formar gobierno, pero el resultado electoral ha sido muy bueno para el futuro democrático del país. En la parte mala, Beirut ha vuelto a ser una triste ciudad de guerra, tomada al asalto por las milicias islamistas de Hezbola, en un nuevo intento de Siria por controlar a su vecino en medio de la pasividad de todo el mundo. El Líbano sigue hundiéndose poco a poco en un pozo sin fondo.
Pero todo esto ha quedado en segundo plano por los desastres asiáticos y sus dimensiones, sobrehumanas. Algunas estimaciones cifran las víctimas del ciclón Nargis en 100.000 muertos, mientras la junta militar birmana reconoce ahora unos 30.000, y da muestras de su autoritarismo impidiendo el paso de observadores internacionales y cooperantes humanitarios, en medio de acusaciones de desvío de la escasa ayuda que está recibiendo el país. Algunas informaciones hablan de que los campos de refugiados, controlados por el ejército, son lo más parecido a campos de concentración, lo cual tampoco debiera extrañarnos porque la dictadura birmana lleva muchos años mostrando un profundo desprecio por su población, y este desastre le viene muy bien para hacer algo de “limpieza” entre algunos grupos de opositores, y ya de paso lo que allí se encuentre. Creo que este es un caso flagrante en el que la intervención internacional debiera primar sobre el derecho nacional del país, y que la ingerencia estaría más que justificada, pero ají, que envenenada ha sido la herencia de Irak para los que ansiamos que los organismos internacionales (mejor configurados que los actuales, cierto es) puedan actuar en todo el mundo, por encima de gobiernos y fronteras en caso de necesidad justificada. Por si todo esto no fuese suficiente, ayer un terremoto de enorme magnitud sacudió China. El gobierno chino habla de unos 10.000 muertos, y ofrece una aparente transparencia informativa poco usual, quizás debida a la proximidad de los Juegos Olímpicos, y con el objeto de contrarrestar el apagón mediático del Tíbet. Lo más increíble de todo me parecen las cifras de víctimas. 10.000, 100.000 muertos, son números gigantescos. En ese pacífico jardín llamado Europa donde muchos vivimos, una catástrofe natural que cause, pongamos, cien muertos, sería vista como algo horrible, inimaginable. Coparía portadas en todos los periódicos del mundo, sería la noticia del mes. Aquí estamos hablando de cifras cien o mil veces mayores, como si nada, y no deja de ser sorprendente la naturalidad con las que las oímos, aceptamos y pasamos página. Muchos pensarán, medio en broma o no, que como hay muchos chinos, no se nota ese número, y donde quieras que vayas hay tantos que un desastre causa esas cifras....
Y a estos últimos algo de razón hay que darles. El terremoto de ayer tuvo lugar en al provincia de Sichuan, con una superficie más o menos similar a España y con más de ochenta millones de habitantes. Su capital el la ciudad de Chengdu, con, agárrense, 10 millones de habitantes!!! Ayer hoy por primera vez el nombre de esta ciudad, mayor que casi todas las capitales europeas, dado que sólo el gran Londres y Moscú llegan a esas cifras, y que deja a Madrid o a Berlín convertidas en modestos barrios. ¿Alguien conoce algo de Chengdu? ¿Qué hay allí? ¿Qué hace la gente? ¿Qué es visitable o turístico? Las dimensiones de Chinas y sus problemas se me escapan, y claro, allí todo es a lo enorme, y las catástrofe son podían ser menos.
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