Finalmente ayer los rumanos que estaban atrincherados en una iglesia en Belfast, Irlanda del Norte, para defenderse de los ataques racistas que llevaban sufriendo desde hace semanas, se hartaron, no pudieron aguantar más la presión y decidieron, en su inmensa mayoría, coger sus escasas pertenencias y abandonar el país. 14 valientes deciden quedarse, pero son más de cien los que se van y con la sensación de que les echan a patadas, por la puerta de atrás, y dando gracias de que estén vivos para contarlo, y es que no será por las agresiones que han sufrido hasta en la misma iglesia que les servía de refugio.
Este episodio es una acto de racismo puro y duro. Una reacción violenta, xenófoba y discriminatoria ejercida por un grupo de descerebrados fascistas que así parece que se autodenominan, aunque tengo yo mis dudas de hasta donde son capaces de entender esa denominación. Se produce en un contexto de aguda crisis económica, que servirá de matiz o justificación a algunos a la hora de comentar este episodio, y en Irlanda del norte, territorio perteneciente a la Unión Europea, ese espacio de convivencia, libertad y “buen rollito” que nos hemos montado una serie de países pero que no ha expresado opinión alguna respecto a este episodio. La semana pasada tuvo lugar la cumbre de jefes de estado y gobierno en Bruselas para poner fina a la presidencia checa de la Unión, y el tema estrella de la cumbre fue Irlanda, sí, pero con el objeto de darle prerrogativas para que vuelva a convocar un referéndum que permita ratificar el tratado de Lisboa. Medidas sociales, ingresos, exenciones de regulación financiera.... tuvieron un minuto todos esos dignatarios para tratar la situación que se vivía en Belfast? Espero equivocarme, pero sospecho que no. ¿Ha abierto algún informativo español con esta noticia a lo largo de estos días? Pues si alguno de ustedes, amables lectores, lo sabe, comuníquemelo, porque a mi no me consta. Más allá de la crueldad de la noticia lo que me enoja es la indiferencia de la clase gobernante y del conjunto de la sociedad. Escribía hace unas semanas que la democracia es más frágil de lo que nos pensamos, y que quienes creemos en ella debemos defenderla de manera activa, porque quienes no se la creen la van a atacar, y en épocas de crisis más. Pues acabamos de asistir a un primer enfrentamiento entre los enemigos de las libertades y los poderes democráticos, que se ha saldado con una contundente victoria de los salvajes por la ausencia del rival. El balance de lo ocurrido es desolador, y pese a que ahora se produzcan detenciones de algunos de los instigadores de estos hechos (tampoco esperen mucho movimiento policial, me temo) el mal ya está logrado, ya ayer por la noche al menos un grupo de extremistas celebró la noche de San Juan con pura alegría, y no era para menos. Habían ganado.
Por cierto, una Europa en crisis económica y sin rumbo fijo, un grupo de inmigrantes, de gitanos, encerrados en una iglesia convertida en su último refugio porque han sido desalojados de sus barrios de residencia, una tropa de neonazis dando vueltas acosándoles en medio de la indiferencia de muchos y el apoyo del resto, y todo ello en un territorio blanco, supuestamente civilizado, desarrollado y occidental.... ¿a qué les suena todo esto? ¿deja vu? Imagínense algunas de las imágenes de ese encierro en blanco y negro. ¿Les entra un escalofrío? Porque a mi sí....
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